De las cosas que uno debe tener claro en la vida es que hay conciertos inamovibles a los que  hay que ir por una cuestión de “estar en paz con la vida”. Mientras el frío -categoría de ¡joder, qué frío!- nos saludaba desde el sofá, nosotras nos enfundados en nuestros jerséis, gorros y abrigos, y paralelo abajo (o arriba, o no sé) nos plantamos en la Sala Apolo en la que sospechamos, fue, una de las noches más frías y calientes del año. En simultáneo. In-Expertas Sonoras son ANDREA GÓMEZ y ANNA PACHECO

Repasamos el concierto que The New Raemon y Maga llevaron a cabo en Sala Apolo el pasado mes de Febrero, en una crónica firmada por nuestras In-Expertas Sonoras particulares. A Andrea Gómez y Anna Pacheco también se les puede leer en Jóvenes Sobre-Salientes

Vale que Tomás Molina había advertido que las temperaturas más bajas en todo el año en Barcelona se darían ese fin de semana. Pero y qué. The New Raemon (ay,  Ramón) y la banda sevillana Maga iban a estar juntitos y revueltos precisamente para combatirlo. ¿¡De eso nadie te avisa!? Abre la noche Luis Brea, ignorantes confesas, aquí, servidoras. Ni idea de quién es. Irremediablemente madrileño, el tipo canta canciones muy de estar en un garito en La Latina y, sólo por eso, nos tiene un poco compradas. Habla de mujeres y (des)encontronazos amorosos con una pronunciada voz ronca y gafas de sol.

Maga, compañeros de viaje de The New Raemon

Maga, compañeros de viaje de The New Raemon

Y nosotras, que estamos muy sensibles, por el tema este del frío, pues que nos parece bien. Después de solventar algunos problemillas técnicos, Luis Brea y compañía se van (un gusto, un placer) y entran en acción, ahora sí, de verdad, a quienes veníamos buscando. Ramón de The New Raemon, jersey, camisa y barba (nada más que añadir) y luego, Maga, con su cresta y su pinta de punk rockero de los ochenta. Ahí están. Y sí, antes de que continuemos con el viaje, decir que arrancan con Te debo un baile. Nótese aquí un claro guiño, por parte de Ramón, a groupies, fans y demás destructores, en general. La tocan al principio para que no se la pidamos más, que él está harto de repetir que “¡no es suya!” hombre ya. Que aquí se nota quién controla y domina.

Y dejando de lado ese bonus track inverso, el pistoletazo de salida fue para adentramos en ese nuevo disco Tinieblas, Por Fin (Bcore, 2012), oscuro de título y regusto amargo en las letras. Un disco de sacar vísceras y contar todo aquello que uno lleva dentro (hay una canción de 7 minutos, qué más queréis). Y di inicio una canción que habla de tropiezos y rabia extraordinaria y Risas enlatadas. Lo dicho, visceral, pero sin dejar de lado de esa lírica magnífica del señor Rodríguez. Y continúa con Marathon Man, que por culpa de Lyona, uno encuadra el escenario en Super 8. El ruido conseguido por la banda de Miguel Rivera, indescriptible. Le da ese punto envolvente y oscuro. Y ese “frío, frío, frío, a veces lo soy”, a doble voz, fue suficiente para prender la chispa de ese público entre muy parejil y reposado de los conciertos de Ramón.

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Y ahora aquí, permítidnos dejar la objetividad a un lado por eso de no variar. Porque cuando se adentra en A Próposito de Garfunkel (2008), uno sabe que es la hora sentimental. También visceral, pero en otro sentido. ¿Hay letra mejor que El saben aquel que diu. Seguramente sí, pero cuando uno puede gritar al aire “nunca nos dijeron que este chiste no tiene (puta) gracia” siente haber perdido 8kg de agobio vital. Y seguimos rememorando viejas, aunque no gastadas, canciones. Sucedáneos para seguir gritándole a ese estado emocional de “caer y que alguien sufra daño”. ¡AHA! Y hemos pillado a Ramón Rodríguez con una pequeña triquiñuela/guiño a los fans, groupies. O quizás sólo es una tontería. Qué tambien. Hay cambio de letras en directo, sutil, pero ahí están. En Sucedáneos no le viene fatal la crisis, sino los “crispis”. Pues mejor, que crisis ya lo tenemos muy oído.

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Y siguiendo en el mismo EP, llegó Por tradición. Una canción que empieza tranquila, que engaña con ese “no hay forma de enderezar nuestros defectos”. Pero aumenta de golpe la fuerza de forma calculada, y bien conjuntada con los chicos de Maga. Y para El refugio de supermán un apunte previo para alabar la buena versión hecha por Jero Romero hace dos días. Así, en plan homenaje de barbudo1 a barbudo2. Y en ese gusto del cambio de letras, ya no es la revolución interna sino la “revolución francesa”, ¿habrá mensajes encriptados en estos cambios de palabrejas?

Y volvemos al último disco, que es de lo que se trata(aba). Con Galatea, canción mágica que habla de monarcas y diosas. Pero volvemos rápido al disco de 2011 con Lo Bello y Lo Bestia, que en directo es cuatro veces más triste y más contundente, y Kill Raemon, que de tanta mala leche que esconde podría ser una de nuestras favoritas. Y en ese filo de la no-positividad y los no-arcos de iris y la propia ironia de Ramon (“aquesta cançó és super positiva”) llegaba a ‘Soñar la muerte’.

Tras ese tránsito por la etapa oscura, “tornarem a l’etapa positiva, que en realitat tampoc ho és”. Y bajo la prescripción de “ara farem unes palmes, però ells són del sur [refiriéndose a Maga] i ells saben de palmes, vosaltres no, les palmes del sur i les palmes catalanes no funcionen” se hizo el silencio para dar paso a una increíble, bestial, convincente versión de El fin de la resistencia con esas palmas de salero del sur de la banda de Maga, dónde esa oda al amor no correspondido caló entre todos los asistentes. Y una de las canciones favoritas según el propio Ramón, dejándose ir en la letra reivindicativa con El fin del imperio, donde habla del capitalismo pero el se autodefine como un “survivor”, dicho así en acento inglés de viajado.

Se despeja el escenario, Miguel Rivera y los suyos se retiran, y dejan a Ramón con un sólo foco encima del escenario para tocar Verdugo. Para los que no lo sepan, nosotras tampoco, es una canción que habla de ruptura, del alejamiento de una amistad, su mejor amigo. Y tras saberlo y quedarse uno con mal cuerpo, la canción es más lacerante todavía. “Parla de ruptures i totes aquestes merdes”. Pues eso. Y entre el público, en cada pausa, gritos demandando canciones como si eso fuera un maldito buffet libre de canciones a la carta. En una de estas, Ramón saltó “Lemur no la cantaré, no es meva, és del Pau [Vallvé], ell ho fa molt millor”. Silencio. “Ja te la tocarà el Pau”. Y risas.

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Y digamos que era la hora de las piedras fuertes, las que según él lo petaban en iCat, sí, incluso también se ganó al público hablando del desaparecido canal de música tan necesario para la música catalana y que tan poco parecía necesitar la corporación. Momento reivindicativo a parte, llegó Tu Garfunkel, con ese “desmemoriado quiero estar” que en las primeras cuerdas ya levanta sonrisas entre el público. Hizo un llamamiento al gentío para felicitar a su hija mayor, la misma que hace videoclips divertidos para su padre y tiene un grupo con su hermana pequeña. Y el público acabó de enloquecer con La cafetera, donde el cántico de esa sencilla canción resonó por todo Apolo. Guiño final a los que hacen covers con sus canciones al acabarla con la voz llorosa de Manos de Topo. Y la última, ¿la última ya? sí, con la bella e introspectiva Consciente hiperconsciente.

Y Ramón se despide. Pero no se va, porque ahora él acompaña a Maga. Ha llegado su momento. Se dicen palabras bonitas unos a otros, del estilo “A mi esta gira conjunta me ha salvado el otoño, Ramón”, dice Miguel. Y abrazos. Y los dos parecen muy simpáticos y muy amigos. Nos dejamos llevar a recuerdos pasados con Astrolabios, cantada por el propio Ramón, en un auténtico viaje al año 2006 y a todo lo que hacíamos entonces. En ese dejà-vu emocional, se lanzan al tan susurrado himno generacional Diecinueve -no hay canción más tierna para acabar- y con, la voz rota de Miguel, parece que el concierto está acariciando el fin. “Y dormíamos tan juntos que amanecíamos siameses”. Entrañas, ahora sí, saqueadas (y tamborileadas) se encienden las luces y se apaga el espectáculo. Y no hay ser humano en la sala que quiera irse a dormir solo después de todo esto.