Bad Veins comenzó sin grandes pretensiones por parte de Benjamin Davis, pero ha sido tanta la constancia con la que han adornado su carrera hasta la fecha que la consolidación era cuestión de tiempo. Esta parece haber llegado con su segundo álbum de estudio, trabajo que premia el sentido multiinstrumentalista de su principal impulsor, al tiempo que nos recupera lo mejor de la escena de Cincinatti. Por ART VANDELAY

Some bands work their fingers to the bone, writing, touring, gigging, and waiting with bated breath for opportunity to knock at last. For Benjamin Davis, frontman of the indie rock duo Bad Veins, opportunity kicked down the door and dragged him across the threshold by his shaggy, dirty blonde hair

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Hablemos de Ohio, y no por las elecciones norteamericanas. En realidad, centrémonos en Cincinatti, ciudad de la que proceden Benjamin Davis y Sebastien Schultz, integrantes de nuestro dúo protagonista de hoy, Bad Veins.

Ambos, sobre todo Davis, le dan a su propuesta un toque diferencial respecto a otros dúos, gracias al carácter multiinstrumental del primero. Y es que, además de compositor, Davis se encarga de la guitarra y los teclados, además de usar megáfos y teléfonos para darle al sonido de Bad Veins unas texturas únicas, muy reconocibles ya desde las primeras escuchas de su último trabajo, el presentado este mismo 2012 The Mess We’ve Made.

El dúo, que acostumbra a vestir con estética militar, en el caso de Davis llevando la chaqueta que su padre utilizó en Vietnam- empezó a hacerse un nombre más allá de su ciudad natal cuando ganaron sus primeros premios en el Tribeca Film Festival, donde lograron un sonado reconocimiento gracias al Target Music Maker Award que se llevaron para casa meses antes de auto-editar su primer trabajo de estudio. Aquel primer trabajo homónimo tuvo en Gold & Warm, su single de lanzamiento, su corte más celebrado, logrando hacerse un hueco en la blogosfera norteamericana prácticamente de inmediato.

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Pasada con nota la carta de presentación, para cuando presentaron Outliers la expectación era ya grande, sentando los pilares para una consagración que está ya más cerca vistos los buenos resultados de The Mess We’ve Made. Editado de nuevo por Modern Outsider Records, el álbum confirma que su progreso es firme, logrando nuevos matices con cada nueva publicación presentada.

El disco alcanza picos verdaderamente altos -ahí está Dancing On TV-, aunque si destaca por algo es por una regularidad sobria que le permite contar con varios ases en la manga. De If then a Chasing, pasando por las lumínicas sensaciones que nos permiten recorrer con I turn around. El proyecto, que nació casi de manera casual «yo nunca tuve un plan en mente para tener una banda«, explica Davis en la página web del grupo, reconociendo que empezó a grabar por el mero hecho de disfrutar de ese proceso, un proceso que fue enriqueciendo las texturas de su música hasta lograr el colorista collage visual logrado con el álbum, decidido a volar con temas como Child. Media de notable para un trabajo que conmueve por momentos -la citada I turn around engancha desde sus primeras escuchas- y que confirma que no hay vuelta atrás para Bad Veins: llegaron para quedarse.