Two llegó al principio de muchas cosas para mí. Digamos que su primera escucha llegó en un momento de relativa flaqueza anímica, y el deje dramático que Peter Silberman le dio al tema se ajustaba de lleno al modo al que por entonces veía al mundo. La canción es de hecho una de las más sentidas del bello, emotivo y frágil y ya de por sí sentido Hospice, espectacular debut de The Antlers, una puesto de largo simplemente asombrosa que narraba el doloroso proceso de marcha de una joven ingresada en el hospital aquejada de un cáncer sin cura y el enfermero que comparte con ella los últimos días de su vida.

Silberman, a su paso por la sala Be Cool el pasado noviembre // R. Izquierdo

El tema fue escrito por Silberman tras una traumática separación en la más absoluta reclusión. Al borde de la depresión, Silberman se encerró en su apartamento de Brooklyn y empezó a escribir. Huyó de Manhattan, de sí mismo y creó un álbum prodigioso, destinado a trascender. De aquel recogimiento, un autoexilio de sí mismo en realidad, nació un álbum estremecedor, la trágica historia de alguien que ve enfermar y morir a una niña de cáncer en un hospital de Nueva York, y el homérico camino (sin retorno) de la joven paciente hacia la muerte, un proceso creativo tremebundo al que dedicó cerca de año y medio de tiempo y en el que abocó todo el dolor que la traumática ruptura le generó en su interior. Silberman, 23 años y el corazón roto, facturó una de las mejores obras musicales que recuerdo.

Con constantes referencias a la muerte, al drama de enfermar de cáncer y al shock emocional en el que caen paciente y familia –el cáncer no es la única alusión a la muerte, en Sylvia hay un homenaje nada encubierto a la poetisa Sylvia Plath, que puso fin a su depresión a través de un macabro suicidio sutilmente mencionado en el corte- Hospice narraba la odisea del joven y la niña moribunda sin caer en innecesarios tremendismos, aunque con una crudeza arrebatadora donde la contención de Atrophy conjugaba bien con tracks más severos, desde el durísimo prólogo a la efectiva Kettering, el leve susurro con el que arrancaba un viaje en el que Shiva, Wake y sobre todo Two, el tema que más y mejor resume la esencia de The Antlers, se servían de sí mismos para elevar al disco mucho más de lo que una obra novel nos podía siquiera hacer sospechar.

La primera vez en la que Hospice salió al mercado, de hecho, lo hizo mediante la autoedición del grupo, gozando de un segundo lanzamiento una vez su poderoso mensaje caló como uno de los mejores discos de aquel final de década, estallido que le llevó al Primavera Sound 2010 en un intensísimo concierto en el escenario Pitchfork donde todo el dolor concentrado de Hospice se desató con la fuerza de un trueno hasta el punto de ofrecer uno de los momentos más intensos de aquella edición del festival.

Aquella fue la única vez que escuché Two en directo, y causó en mí el mismo efecto que tuvo la primera vez que me enfrenté a ella. «In the midle of the night I was sleeping sitting up, when a doctor came to tell me… enough, enough«, susurra Silberman de entrada, situándonos de entrada en el epicentro del dolor.

Hace poco volví a enfrentarme al disco. Me lo compré cuando la visita de The Antlers el pasado mes de noviembre -su visita, por cierto, fue utilizada por los que llevamos esta web para dar el pistoletazo de salida- y no volví a escucharlo entero hasta pasadas las Navidades. El disco me sigue pareciendo una maravilla, el modo en el que lo escribió Silberman lo sigo encontrando magistral. No he vuelto a enfrentarme a una canción que me llame tanto como Two, y en parte ya está bien así. Es bueno que el dolor tenga su banda sonora, no deja de ser una buena forma de combatirlo.

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