Semana intensa para El Petit de Cal Eril, con sus cuatro noches en la Beckett resueltas con cuatro sold outs, un tour de force que cumple ya su ecuador y que tendrá en la noche de hoy y la tarde de mañana su guinda final. Rescatamos las sensaciones que nos dejó su puesta de escena en la jornada de ayer. Por RUBÉN IZQUIERDO

Segunda noche en la Beckett para El Petit de Cal Eril, segundo lleno para disfrutar del directo de un álbum camino de convertirse en un nuevo clásico por forma y fondo… y por el carisma que Pons y su nueva banda han sabido darle al mismo

Un momento del directo de ayer en la Beckett // R. Izquierdo

Un momento del directo de ayer en la Beckett // R. Izquierdo

Cuando hace apenas un mes entrevistamos a Joan Pons, éste nos comentaba que, con el álbum ya ultimado, lo que tocaba ahora era pulir el directo de la banda. Las primeras noches en la Beckett ilustran la superación de esa nueva prueba, la segunda casi consecutiva que la cabeza pensante de El Petit de Cal Eril se había impuesto tras los cambios aplicados para la concepción de La Figura del Buit.

Cambios irracionales, nos comentaba entonces, ya que la fórmula anterior funcionaba engrasada. «Pero la necesidad del cambio salía de dentro, de las entrañas«, nos añadía entonces para acabar de explicar las diferencias entre su nuevo trabajo y Vol i Dol, el denso trabajo anterior, con el que llevó a cabo una amplia gira que le dejó «agotado» y con esas necesidades de cambio escenificadas en su nuevo trabajo, por más que siga considerando a aquel como, seguramente, «el mejor disco que llegaré a hacer«, palabras mayores que exteriorizaban el amor incondicional hacia su obra más madura una vez consumada la página del cambio.

Joan Pons, en pleno directo

Pons, ayer

Así, de aquella densidad pasamos ahora a una luminosidad plasmada también en el directo. Engrasada la banda en estos primeros conciertos de la gira, Pons y sus nuevos compañeros de viaje se sintieron a gusto en su segundo sold out en la Beckett -las entradas están agotadas para hoy sábado y mañana domingo-, donde presentaron el álbum con sus 17 canciones íntegras, una fórmula que ya llevó a cabo Antònia Font en su gira anterior y que encaja como un guante en la puesta en escena de La Figura Del Buit, tanto por la duración de su repertorio como por los diferentes estados de ánimo  transitados por el álbum, una suerte de hoja de ruta de las inquietudes creativas de nuestro protagonista, pasando de las preocupaciones del arranque de ese nuevo inicio creativo -«Com un plom, m’endiso dins del mar capficat per no haver fet cap cançó en més de dos anys» nos canta en la excelente Com un plom– a la cumbre épica y envolvente de la conclusiva Obriu les mans, perfecto ejemplo de la riqueza creativa que asoma en un álbum que ha logrado algo al alcance de muy pocos discos: que sus canciones nos parezcan ya pequeños clásicos pese a su corta vida hasta la fecha.

Pons, de estreno estos días con la Figura del Buit // R. Izquierdo

Pons, de estreno estos días con la Figura del Buit // R. Izquierdo

Parte importante del éxito de esta fórmula hay que concedérsela a Bankrobber, sello responsable de la edición del álbum, protagonistas de dos ciclos en los últimos meses –Connexions, en Music Hall y Dimarts Em Sentiràs, en la propia Beckett- claves a la hora de impulsar la cada vez más consolidada fórmula de aprovechar espacios teatrales para la puesta de largo de proyectos como el de Pons.

Consciente de la duración del set, Pons supo espaciar su interactuación con el público, por lo demás tan fresca y divertida como siempre. Y es que el feedback con su público, que ovacionó  el arranque de algunos temas, sujetos ya a su propia mística interna, ha sido una constante en su directo, una suerte de firma autoral que se mantiene intacta en esta nueva etapa y que le sirvió para marcar los tempos de la noche.

Parte de la banda, al inicio del concierto

Parte de la banda, al inicio del concierto // R. Izquierdo

Temas como Estramoni, Gribi bestial, la delicada Muntanyes màgiques o el citado colofón épico de Obriu les mans tuvieron así una feliz segunda vida en su traslación al directo, confirmándonos la puesta en escena del álbum que, todo lo bueno que se intuía en las primeras escuchas del disco se muestra en toda su plenitud también en el directo, un directo liberado tal vez de la carga espiritual de Vol i Dol, con llamadas a cierto optimismo vital – ahí está para corrobarlo Ei!, sents com refila l’òliba?– que encuentra en espacios como la Beckett un excelente marco de presentación, escenario de una cuidada puesta en escena, una suerte de segundo hogar que nos insinúa en pequeños flashes la carga emocional que tendrá el concierto más esperado para nuestro protagonista, cuando actúe en el Teatre de Cal Eril para cerrar este primer tramo de 17 conciertos con los que disecciona a fondo su volver a empezar, un reboot con ároma clásica. Poco más se le puede pedir al recorrido emocional de un álbum concebido tal vez como punto de inflexión pero culminado, ahí radica su encanto como algo más.