Hace unos meses hablamos por vez primera con la artista peruana afincada en Barcelona, Solange Jacobs. Por entonces, la gira que ha realizado este otoño junto a Còagul y Narcoléptica no era más que un proyecto lejano, así que volvimos a contactar con ella para completar lo que nos explicó en primera instancia. Lo que sigue es nuestro encuentro ampliado con ella, una autora conocida sobre todo por haber presentado este mismo año su notable trabajo de estudio Abecedario (Buh Records, 2015), el mismo con el que espera consolidar en nuestro país su aventura más personal, Fifteen Years Old.

Entrevista: RUBÉN IZQUIERDO
Fotografías cedidas por SOL JACOBS

¿Qué tal si nos presentas el proyecto de Solange para empezar?
Solange es mi nombre “oficial”, el que reza en mi documento de identidad. En este momento mi proyecto de vida está vinculado al disco que acabo de lanzar, Abecedario. Llevo unos tres años con base entre Barcelona y Lima, y el disco nació tomando un poco de ambos contextos, de mi situación nómada durante los últimos años y del aprendizaje de la experiencia emigrante siendo mujer, joven y sudamericana, viviendo parcialmente en este contexto. Mi proyecto ahora es seguir construyendo, a través de la música y la imagen, imaginarios y posibilidades de resistencia frente a lo duro de la experiencia cotidiana —a nivel global—, y que estos imaginarios se puedan compartir de manera colectiva.

En las notas promocionales explicas que eres “una arquitecta peruana que trabaja con la música y las artes visuales como medios de experimentación”. ¿Qué valor multidisciplinario le das a tu trabajo?
Lo cierto es que mi formación de base como arquitecta ha sido determinante para establecer metodologías de trabajo. La vinculación que existe entre la arquitectura y la vida cotidiana ha sido determinante en ese sentido, pues si eres arquitecta la idea de crear para vivir es más explícita, y ese punto de encuentro es el que más me interesa. La vinculación de cualquier especialidad con la experiencia vital, y que podemos encontrar en otros productos culturales más allá de cualquier formación académica, es interesante también, como la que se da con los músicos ambulantes. Yo he decidido tener presente que lo que construyo en el tiempo es siempre mi Yo, individual y colectivo, más allá de la construcción de una profesión o carrera en la cual intervienen un cruce de disciplinas. Esto es bastante simple: se trata básicamente de vivir o intentar vivir plenamente, abierto al mundo y con consciencia de ello, así que de alguna manera todos somos “multidisciplinares” en realidad, en el sentido en el que la vida misma es siempre multidimensional.

Este otoño has acabado de preparar tu show en directo. Para quien no te haya visto en directo, ¿cómo definirías la experiencia de tu show?
Bueno, cada performance es diferente. Depende del público, del espacio, del contexto y de cómo me siento en ese momento. En el momento de realizar esta entrevista me encuentro a mitad de mi gira por Europa, y lo que puedo decir es que lo que se muestra como una constante hasta ahora es que voy comprendiendo la capacidad y la potencia ritual de tocar en vivo para comunicar cosas que van más allá del lenguaje. El escenario en sí se está convirtiendo en un espacio de una potencia energética brutal. A veces pienso que es una especie de portal multidimensional, y que si estas realmente conectada con tu trabajo al momento de pararte enfrente de todos, es posible entrar en trance y convertirte en una especie de puente o medio que conecta espacios emocionales y mentales con múltiples dimensiones. Esto lo veo también en los músicos con los que me he topado en la ruta. Es lo que puedo decir al respecto, lo que yo percibo estando ahí.

¿Es una puesta de escena determinada?
Pienso que en este proyecto tomé la decisión, quizá de manera inconsciente, de exponer todo aquello que en el plano cotidiano no cabía, de dejar en el escenario toda mi vulnerabilidad para que, al ser mostrada, se convirtiese en fortaleza. Este disco lo construí en un momento muy difícil de mi vida y ha sido literalmente convertir el dolor en energía.

¿Qué lenguaje crees que sigue?
Escogí el lenguaje sexual, porque para mí tiene que ver con emociones y sentimientos muy primarios o básicos. Siendo honesta, el lenguaje musical no me bastaba para recomponerme, así que ahora estoy descubriendo la potencia de la sexualidad, del dolor, a través del empoderamiento colectivo que significa para mí tocar en vivo. Me estoy sanando y compartir esa energía con gente que ni siquiera conoces es brutal.

Anteriormente militaste en Tonka, banda con la que lograste un gran reconocimiento en tu país. ¿Qué recuerdas de aquella época? ¿Qué te llevaste de allí para tu nuevo proyecto?
Recuerdo de aquella época una convivencia feliz con el resto del grupo, tres colegas que en ese momento fueron más que mi familia. Musicalmente, lo que me llevé de allí fue la claridad de lo que no quería hacer más en el futuro. Tonka siempre apuntó a ser un producto comercial y por eso su éxito mediático estaba destinado a las masas en un momento en el que en Perú no se encontraban productos con esa “calidad” a nivel comercial y profesional —tres chicos jóvenes y una chica en minifalda haciendo pop en inglés, con bastante énfasis en lo visual y la puesta en escena, pues los cuatro éramos arquitectos—. Otra cosa es que a nivel de música me sentía bastante limitada, así que cuando dejé el grupo surgió mi primer disco “The Image Lovers”, que era totalmente la liberación de una serie de objetos emocionales que se habían acumulado en mi boca y en mi corazón mientras estuve en Tonka.

Era un proyecto más pop que el actual. ¿Te fue difícil cambiar de registro?
No, para nada. El cambio es parte de la vida… Yo no me imagino nunca haciendo lo mismo, ni siquiera siendo toda la vida “artista”. Es algo que me parecería aburridísimo, y creo que parte de entregarte a tu propia vocación por el conocimiento, es tener una capacidad de deriva, de experimentación, de prueba y de amor por el error a prueba de balas. Tampoco creo en las personalidades unitarias, prefiero hacerlo en las personalidades múltiples, fluidas y flexibles. Pienso que la deriva en la vida te permite integrar más fácilmente otras experiencias, además de empatizar con todo aquello que nos es impuesto desde los discursos normativos dominantes como “ajeno” o diferente. Para mí es importante probar siempre ser un otro, romperte o reconfigurarte. Es tan importante ponerte en los zapatos del otro, como ponerte los zapatos del otro, cual travesti. Yo no descarto que mi próximo disco sea un disco de cumbia, por ejemplo, por decir un género que me gusta pero que aún no he probado.

¿Hubo algún episodio a la hora de cambiar de proyecto?
El paso decisivo para lanzar este disco fue la experiencia de vivir en Valencia durante un año y mi relación con la fotografía. Ambos fueron espacios de liberación que surgieron después de Tonka, con mucha fuerza, pues habían estado contenidos. Se retroalimentaron constantemente.

La deriva en la vida te permite integrar más fácilmente otras experiencias, además de empatizar con todo aquello que nos es impuesto desde los discursos normativos dominantes como “ajeno” o diferente

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Actualmente vives entre Lima y Barcelona. ¿Dónde te resulta más sencillo desarrollar tu música? ¿Qué tal ves la escena local barcelonesa?
Ambos contextos son geniales y muy diferentes a la vez. En Lima hay una escena emergente y una ebullición de talento muy grande. Hay mucha gente haciendo cosas nuevas y eso siempre es genial. En Barcelona, por otro lado, hay una escena mucho más consolidada, también variada y súper interesante, por el hecho quizá de que es una ciudad donde el tránsito es una constante, y eso permite cruzarte con gente y conocimientos de diferentes lados. A nivel local me gusta mucho la propuesta de Coàgul y de Sexores, con quienes estamos en conversaciones para montar algo más adelante. En general, y en este momento en particular, creo que disfruto más de la experiencia con el disco fuera de Lima… Por alguna razón que desconozco Abecedario está llamando más la atención fuera de Perú: la mayoría de reseñas sobre el disco son de afuera, y es una de las razones por las cuales he decidido movilizarme.

Tenemos cierta amistad con Sexores. En la primera entrevista que les realizamos nos comentaron su deseo de fomentar más puentes de diálogo en el circuito latinoamericano y las dificultades que se encontraban para poder tocar allí (nos comentaron que venden más discos en España que en Ecuador). ¿Cómo ves el circuito local peruano? ¿Ves posible que se lleve a cabo la creación de un circuito que vertebre varias escenas locales latinoamericanas?
Lo que sucede es que en Europa hay un énfasis histórico en el uso de la cultura como vehículo amalgamador de discursos: solo hace falta mirar su uso como herramienta de dominación a lo largo de la historia. Para un artista que vive en Europa este énfasis cultural es obviamente bueno, en el sentido de que existen más plataformas culturales oficiales, pero en otro sentido, al ser la cultura un factor económico tan importante, muchas veces esta deriva en pura industria de entretenimiento, no necesariamente en cultura viva.

¿Qué consecuencias derivan de esta práctica?
Es fácil encontrarte con la repetición y la complacencia, con el culto a lo conocido, a lo que rinde o genera algún tipo de beneficio económico, o refuerza y reafirma cierto sentido de identidad. Y también hay un afán por clasificarlo todo; esto pasa incluso en el ámbito de lo experimental, donde por ejemplo ya existen estéticas muy bien definidas de lo que es o debe ser “experimental” cuando lo experimental en realidad parte —o se supone que debería partir— de espacios de crítica, de incertidumbres, de derivas, de mestizaje, es decir, de real experimentación. En Latinoamérica en cambio no encuentras tantas definiciones cerradas; hay más mestizaje, y a la vez eso crea un principio de realidad brutal que te hace sentir que estás conectando todo el tiempo con una cultura viva. Que pase eso allá es genial en muchos sentidos, pero creo que aún no nos hemos dado cuenta de su potencial verdadero. En ese sentido, creo que si existiesen más puentes y circuitos de diálogo entre ambos contextos serían de gran beneficio para Europa.

Me gusta también la idea de exponer el disco en contextos muy diversos, donde incluso se traspase la barrera del idioma, ya que la música tiene una carga fuertemente emotiva y el trabajo con el cuerpo a través de ella es vital

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En este mismo número entrevistamos a Coàgul. ¿Qué nos puedes contar de los conciertos que estáis preparando juntos? ¿Y qué te aporta artísticamente el trabajar con gente tan creativa como Marc?
Esta gira por Europa la estoy compartiendo con Beatriz Vaca Campayo, de Narcoleptica, pero hay dos fechas muy importantes que compartimos con Marc de Coàgul. Una, la de Lisboa, por ser la primera, y la otra por ser donde fue. Tocar en el MACBA fue hacerlo en el espacio con más resonancia a nivel local que hemos visitado hasta la fecha. Sobre Marc puedo decir que ha sido una increíble sorpresa: en Lisboa tuvimos una fecha un tanto difícil, no había tanta gente como esperábamos, tuvimos problemas técnicos y el público en general parecía no ser el tipo de público que usualmente comparte lo que hacemos. Marc cerró el concierto, y en cierto momento se le fue el sonido del micro, trató de arreglarlo pero nada parecía funcionar, así que se paró enfrente de todos y empezó a gritar sin micro, casi desesperadamente, convirtiendo esa desesperación en poder, al mismo tiempo que interpelaba a la gente a unirse. Y eso hizo que el público, que parecía al comienzo un poco apático, se uniera… no pudo haber un final mejor para un concierto así, fue un momento hermoso descubrir su capacidad para hacer del error una virtud, y pensé en su afición personal y artística por la alquimia, pues esa noche cercana al caos la convirtió en oro puro. Soy su fan.

Y en tu caso, ¿cómo planteas el directo?
Me gusta también la idea de exponer el disco en contextos muy diversos, donde incluso se traspase la barrera del idioma, ya que la música tiene una carga fuertemente emotiva y el trabajo con el cuerpo a través de ella es vital. El hecho de que haya un alto nivel performativo más allá de lo musical me permite desarrollar un lenguaje propio del disco que es flexible de localizar y que puede ser “universal”, en el sentido de que es un lenguaje confrontacional en su expresión en general, más allá que discursivo.

Presentaste en el MACBA un proyecto de Música y Performance. ¿Cómo surgió la oportunidad?
Se dio en el contexto del MOR (Museo Oral de la Revolución), en el cual tuvo la curaduría de Paul B. Preciado, filósofa feminista que dirigía el Programa de Estudios Independientes (PEI) del MACBA, junto con Marcelo Expósito, del que formé parte como becaria. El MOR consistía en activar de manera oral una serie de relatos y discursos, que habiendo siendo enunciados desde la subalternidad -es decir desde minorías, ya sea de clase, raza, u orientación sexual-, habían sido silenciados históricamente. Con esto nos propusimos reactivar dichos materiales a través de dispositivos orales en el espacio de La Capella del MACBA. La pieza que yo presenté se titulaba Hierba Silvestre.

¿En qué consistió tu propuesta?
El proyecto consistía en la intervención de canciones vinculadas al periodo de violencia política en el Perú (1980 – 2000) mediante el uso exclusivo de la voz y el cuerpo y a través de la modificación de la letra de cada canción. A partir de ahí iba reemplazando el contenido de esta por una cifra que era cantada hasta el final y que correspondía con el número de víctimas de un hecho de relevancia vital durante ese periodo, centrando así el contenido de la narración en el uso de la cifra como codificación de una ausencia que es a la vez presencia, y trabajando directamente con la cifra de desaparecidos tras el conflicto armado en Perú.

¿Has podido presentarlo en tu país?
En Lima solo he podido presentarlo un par de veces, pero es posible que vuelva a fines de año una temporada y haga una gira por allá. Estamos conversando a ver si se pueden sumar también Narcoleptica y Coàgul.

En tus redes sociales te muestras muy activa a nivel de compromiso social, algo que enlaza con el proyecto que presentaste en el MACBA. ¿Aspiras a generar un marco de debate a través de tu propuesta artística?
¿De debate? No estoy segura. No es mi primera intención y no creo que esa sea mi estrategia. Creo más bien en la radicalidad como herramienta de comunicación para despertar consciencia. No solo la radicalidad en el plano de lo simbólico, y con esto no me refiero solo a ejercicios de estética extrema, sino sobre todo a cuánto te expones, cuán honesto te permites ser, y qué riesgos asumes al tomar posición por algo y a la radicalidad que implica mantenerte fiel a tus principios también en el plano cotidiano.

Creo que vuelcas mucho de ti en el proyecto. ¿Hasta qué punto es importante eso para ti?
Para mí es vital mantener estable mi contexto (familiar, político, social o global). Lo es para entender quién soy, ya que solo entiendes quién eres cuando te observas y te comprendes en relación a los demás. Con la música a veces tengo la sensación de que la gente la consume más como una actividad individualista que como otra cosa.

Hay una desarticulación brutal entre el conocimiento académico y el plano de lo real, y todo lo que sea cultura, algo que pasa especialmente en la música, se experimenta más como una herramienta de desconexión con la realidad que resulta casi alienante, a no ser que hagas hip hop o música explícitamente de protesta

¿Puedes ponerme un ejemplo?
Tocando por Europa me he encontrado es con espacios en los que la media europea de mi generación conoce mucho de historia y de cultura pero no vincula esos conocimientos con lo que ocurre en el plano real, incluso en lo político. Le dan más valor a lo que leen en un libro. Hay una desarticulación brutal entre el conocimiento académico y el plano de lo real, y todo lo que sea cultura, algo que pasa especialmente en la música, se experimenta más como una herramienta de desconexión con la realidad que resulta casi alienante, a no ser que hagas hip hop o música explícitamente de protesta. En este momento me encuentro en proceso de repensar mi trabajo y de indagar qué posibilidades existen para crear contenidos críticos sin renunciar a mi propio lenguaje, como hacerle un electroshock simbólico a la audiencia y no solo un orgasmo.

Hablando sobre esa reorientación, me gustaría saber cómo gestionas tu carrera musical y hasta qué punto te resulta difícil darla a conocer en nuestro país.
La verdad es que trabajo desde los quince años, y he trabajado mucho tiempo en posiciones de gestión dentro de empresas. Sé que no suena nada cool, y en verdad no lo es, pero esa experiencia me ha dado las herramientas y la capacidad de gestión para realizar muchas cosas a la vez. De momento mi trabajo con la música lo gestiona el sello peruano Buh Records, un sello independiente muy conocido en el underground internacional por trabajar siempre con artistas experimentales. Entre Luis Alvarado (Buh Records) y yo nos encargamos de la difusión, y lo demás corre por mi cuenta. Con respecto a la difusión en un contexto nuevo, pues nunca es fácil instalarse en una nueva ciudad, en un nuevo país, en un nuevo continente, pero tengo la suerte gracias a Buh Records de haber conectado con gente local muy talentosa como Narcoleptica o Javier Piñango en Madrid, y con Coàgul y Sexores en Barcelona. Creo que es un poco la suma de eso y buscarse la vida trabajando intensamente.

20- Fifteen Years Old

En febrero presentabas Abecedario. ¿Qué puedes contarnos de este último proyecto presentado hasta el momento? ¿Difirió tu sistema de trabajo respecto a otros proyectos?
Si, mi primer disco con Fifteen Years Old fue en inglés, y Abecedario es mi primer proyecto en castellano, que es mi lengua materna. Personalmente fue todo un reto reencontrarme y reconocerme en la poética del idioma con el que aprendí a hablar, que no es más ni menos que la poética de mi contexto. A pesar de que no es una influencia musical notable en el disco, escuchaba mucha música latinoamericana mientras componía, desde folclore hasta rock contestatario de los ochentas, pasando por música más politizada como la de Violeta Parra o Víctor Jara. El hecho de haberme deslocalizado supongo que me ha hecho preguntarme quién soy, de dónde vengo y todas esas cosas.

Esa deslocalización, en un momento como el actual te permite observar cuestiones como la gestión de recursos para atender a los refugiados o la misma inmigración desde una perspectiva muy cercana. La posibilidad de poder denunciar situaciones como esta a través de la música se vuelve entonces obligada. Como autora, ¿qué papel crees que deben asumir las artes a la hora de crear un legado?
Te agradezco la pregunta porque para mí es muy importante hablar de este tema siendo inmigrante residente en Europa y me parece genial que en una revista de música se pueda hablar de algo tan relevante. Para mí no existe una diferenciación entre una persona refugiada y una persona inmigrante. Un refugiado político se ve obligado a dejar su país por razones políticas y una persona inmigrante en la mayoría de casos por razones económicas, y lo económico también es político, sobre todo si se consideran las relaciones de poder y la historia colonial que existe entre Europa y el resto del mundo. Creo que es necesario no solo denunciar sino actuar y rebelarse contra las políticas coloniales excluyentes y las estructuras de poder, no solo desde el arte sino desde cualquier espacio posible, y para esto no creo que se necesite ninguna posición de poder enunciativo, como puede ser la del artista o la del activismo. Yo intento utilizar mi trabajo como plataforma de lucha, pero es porque es lo que sé hacer: pienso muchas veces que es más potente y necesario que comiencen a darse esos enunciados desde la ciudadanía, en las esferas de lo cotidiano y lo familiar para que así exista un real desbordamiento.

Volviendo a Abecedario, en las notas promocionales comentabas esto: “el género, como en la vida, es una etiqueta más —derivada de una construcción social— pero si tuviera que utilizar algunas palabras para generar una lectura aproximativa a mi trabajo serían las siguientes: Performance Poetry, Political Pop, Experimental Pop, Moon Music and Autobiographical”. Independientemente de lo dicho sobre los géneros y los tags musicals, algo que suscribo totalmente, ¿tienes alguna referencia en concreto a la hora de componer?
Siempre digo que mi trabajo en general, y sobre todo con la música, es totalmente autobiográfico. Lo es en el sentido de que, a pesar de haber tenido una formación o inclinación hacia la música internacional, alternativa y anglosajona durante mi adolescencia, mis referentes naturales a la hora de componer vienen por otro lado, como la música que escuchaba en la radio de niña en casa de mi madre. Ahí destacaría a Jeanette, la diva de la balada por entonces, cuyas composiciones me resultaban de una sensibilidad trágica que vinculada al mundo infantil podía resultar en una especie de “género musical corta venas para niños de cinco años”, y con quien lograba mucha identificación. Después te diría la música en el transporte público, la música de las telenovelas, mi experiencia de niña en el coro de la iglesia… Creo que en gran parte mi sensibilidad con la música se ha construido a partir de mi propia experiencia vital. Cuando compongo, en lo último que pienso es en hacer música. Sin embargo, es el lenguaje que impera en mí por necesidad, y las referencias de las cuales se nutre ese lenguaje son totalmente populares: se basan en mi “soundtrack” vital… En realidad creo que lo que hago es continuar construyendo ese soundtrack en el tiempo, pero ahora desde una perspectiva que, sin negar el pasado, sea capaz de subvertirlo.

Escucha el disco aquí: