El domingo sufrí un momento vital. Vital como sinónimo de trascendental, de suma importancia, esencial. Una experiencia extrasensorial puede sonar abusivo, pero que leñes, es que no encuentro las palabras para definirlo. ¿Sabes de esos días en los que no apuestas nada por un plan? Y de repente, una llamada. Vamos a Badalona, son las Festes de Maig, hay conciertos gratis. ¿Quién toca? Joan Dausà y La Iaia. Vale, has escuchado 453 veces Jo Mai Mai, y sí, el conjunto de Vic ha sido grupo revelación. Pero es domingo y piensas ¿por qué? ¿cómo voy a salir del sofá a estas horas?. Una crónica de ANDREA GÓMEZ

Detalle de la portada de Les ratlles del Banyador, debut de La Iaia

Y ahí es donde está el momento clave. Me hubiera perdido uno de los mejores conciertos que he visto nunca –vale, corta vida musical, por algo me hago llamar in-experta sonora-, pero repito, de lo mejorcito visto últimamente. Una sorpresa bonita que te convierte en groupie de un día para otro.

La localización, idílica. Poco más que añadir. Votaría por instaura el parque de Ca L’Arnús como zona oficial de conciertos. Un parque precioso, con glorieta incluida y árboles larguísimos. Y ahí en medio, entre tanto verde el escenario encajado creando una perfecta circunferencia. Todo muy zen. Y la gente sentada en la hierba, y unas sillas plegables puestas a disposición de cada uno, para sentarse por ahí. Y una que acaba en quinta fila, sentada, como si fuera a esperar la Escolania de Sants. Porqué ya me perdonaran, pero esto de hacer conciertos de día y con el público sentado tiene su mérito. Que Manel puede llenar todos los Auditoris que quiera, pero no es cosa fácil. Que en un parque a pleno sol uno está cantando y tiene cien caras mirándole atentamente sin movimiento alguno. Ya sólo por eso, por esa valentía de salir “a pelo” mi aplauso eterno.

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Y salió al escenario Joan Dausà acompañado de sus Tipus d’interès, los músicos que ponen el instrumental a tan bonitos relatos. Porque eso no son canciones, es prosa, señores. Experiencias, desamores, situaciones por todos vividas llevadas al canto. Y eso hace que te encuentres ante un público con la boca abierta, embobado, reconociéndose en cada una de las letras. Y ese sentimiento de culpabilidad que arrastra Parlant de tu de mi, y que golpea fuerte con ese “I de sobte et reconec, i no entenc on hem estat tot aquest temps”. Para luego entender lo irracional que uno puede llegar a ser con l’Absurd. O como La Martina es la Tieta de Serrat a día de hoy. Y así fueron pasando, una tras otra, un sinfín de historias relatadas por la increíble voz de Xavi Masdeu (hola, fans de Arròs Covat).

Público difícil, todo hay que decirlo. Con la sinceridad por delante lo primero que preguntó Joan fue “Qui està aquí per al canço Jo Mai Mai i qui no ha sentit mai tot el disc sencer?” Y era la gran mayoría. La humildad fue la línea conductora de todo el recital. Cantaron Jo Mai Mai dos veces, con tiempo suficiente para que en la segunda tonada el público cantara a viva voz sintiéndose parte de la historia de “Él” y Judit. Y hubo guiño final. Reconocieron que no se iban a ir del escenario, “no som suficient famosos com per marxar i estar segurs que voleu que tornem”. Y un bravo y una reverencia por tanta sinceridad. Y se van del escenario. Y ves como el público toca de pies a suelo y vuelve a conectar con la realidad.

La Iaia, en una imagen promocional para el lanzamiento de su primer disco

A partir de ahora apostaré por los conciertos de silla plegable y entornos naturales. A partir de ahora apostaré por los planes espontáneos de domingo

Tanta naturaleza nos deja a todos un poco desubicados. Estirar piernas, una caña en la barra, y corre que salen ya al escenario “esos jóvenes de Vic que dicen que suenan muy bien”.

Y triángulos luminosos en el escenario. Es el logo característico de La Iaia que llevan a todos los concierto. El humo, las luces, esos triángulos, los árboles y se hace de noche. Un tanto místico todo. Y Ernest Crusats, esa voz tan singular que como in-experta sonora sólo puedo decir “¡dios, como canta, como suena!”, demostró que a parte de cantar lo suyo es meterse al público en el bolsillo. Fue contando la historia que hay detrás de cada canción. Conectó con el publico. Hizo bromas. Se les veía cercanos, cómodos. Y cada canción era un momento único. Las letras son de esas que tocan-en-lo-más-hondo.

No sé como explicarlo sin parecer una bleda sensiblona, pero lo que se vivió en ese concierto lo he vivido en pocos. Conexión total entre público y banda. Silencios oportunos ante canciones como Ella cus, una oda a las mujeres, o L’última nit que te traslada a la fuerza de las historias de dos. Y la gente cantó, incluso a algunos se les fueron los pies y se acercaron a las primeras filas a bailar en La platja, Jo vull ser la meva iaia o Explosió.

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Hubo tiempo también para Wa yeah!, versión bonita de Antonia Font, creando momentos únicos con el xilófono sonando en solitario, con una fuerza excepcional. Y Sota l’arbre la canción más bonita que he escuchado nunca en directo. Y la gente seguía sentada en las sillas, pero con ganas de más. Y en un ataque de proximidad desenchufaron instrumentos y saltaron a la pista de baile. En dos segundos estaba el trío con sus instrumentos cantando entre el público, en un corro perfecto, familiar, cálido, cantando a una. Y eso en pocos conciertos se vive.

A partir de ahora seguiré a estos grupos allí donde vayan. A partir de ahora apostaré por los conciertos de silla plegable y entornos naturales. A partir de ahora apostaré por los planes espontáneos de domingo.

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[In-Expertas Sonoras son Andrea Gómez y Anna Pacheco]