Ya lo advirtió Harold Bloom, probablemente el crítico más influyente en la actualidad: junto a Don Delillo, Thomas Pynchon y Cormac McCarthy, Philip Roth es uno de los mejores novelistas de su tiempo. Con más de una treintena de libros publicados a lo largo de cuatro décadas, este eterno candidato al Nobel ha sido distinguido con una panoplia de reconocimientos, desde el Premio Pulitzer hasta el National Book Award, pasando por el PEN/Faulkner o el flamante Príncipe de Asturias de las Letras, que le será concedido el próximo 26 de octubre. Por JOAN CHECA

Némesis, el último trabajo del escritor norteamericano, tal vez sea el mejor vehículo para introducirse en la obra de un clásico contemporáneo, dueño de una prosa tan lacerante como inteligente, a veces morosa, pero siempre crítica con el individuo y su deshumanización.

El marco de esta historia cruda y desangelada transcurre en la Newark natal del autor, durante el verano de 1944. Su protagonista es Bucky Cantor, un joven de 22 años que trabaja como monitor deportivo en un colegio judío. En ciernes de comprometerse, diligente con sus discípulos y nieto ejemplar, el chico, sin embargo, no es feliz: le traumatizan su orfandad y la deficiencia visual que le impide servir en la Guerra del Pacífico. Pero su reguero de conflictos se someterá a una nueva encrucijada con la llegada de la poliomielitis, una enfermedad devastadora que se contagiará como una epidemia entre su alumnado. Espaciadas al principio y en cadena después, las muertes de los chavales replantearán las prioridades del protagonista, quien dudará de su sentido de la responsabilidad e incluso de la existencia de Dios.

Precisamente, la pérdida de la fe es uno de los ejes temáticos de esta obra audaz y perfectamente construida, en la que tanto la preeminencia de un Ser Supremo (“toda biografía está sujeta al azar, y empezando por la misma idea, el azar –la tiranía de la contingencia– lo es todo. Creo que el señor Cantor se refería al azar cuando censuraba aquello que él llamaba Dios”, pág. 182) como la propagación de la polio son una metáfora de la lucha entre la razón y los sentimientos que, como es habitual, dominan a los personajes de Philip Roth. La densidad del relato, cuya aridez se transformará en una nueva amenaza gracias a la notable traducción de Jordi Fibla, convierte a esta novela en un memorable estudio sobre la imponderabilidad y la providencia. En una gran invención que, a diferencia de la enfermedad hoy en día, está llamada a sobrevivir a generaciones y generaciones de lectores.

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