Tarde del jueves. Salir corriendo de la oficina para tomar la primera de las tres dosis de El  Diferencial y abandonar la radio como quien huye del anticiclón para asistir al concierto de Pegasvs, una de las bandas que de bien seguro van a alterar esta primavera. Una primavera protagonizada por un hombre, una mujer y dos máquinas. Por IRENE MASOT

Un momento del concierto de Pegasvs el pasado jueves // SERGI MIRÓ

Con un Music Hall rozando el lleno, Pegasvs eligieron despertarnos con Atlántico. Y  para ello, tan solo hizo falta que Sergio tocara las tres primeras notas de ese teclado sintetizado que da sentido al pop electrónico característico de la banda.

Empezábamos bien identificado en cero coma el tema que iba a abrir una noche de  máquinas analógicas. Tras un tímido “Bona nit” de Luciana, pudimos presenciar un seguido de canciones que, más o  menos conocidas por los allí presentes, no dejaban ningún tipo de duda de que Pegasvs  es la fusión perfecta y la máxima expresión de los antiguos proyectos de los dos  integrantes de la banda.

Sonaron No volverán y Brillar. El dúo no podía estar haciéndolo mejor. La voz sintetizada de Luciana (acompañada por los coros de aquellos que nos aprendimos sus letras días después de que la banda colgara en la red sus demos) predicaba Brillar para siempre. Y de momento, Pegasvs tiene brillo asegurado hasta Junio, tras confirmarse sus actuaciones en el San Miguel Primavera Sound y en el Sónar.

Inmortal, Sobre las olas, El sol de medianoche… nos hayábamos en un concierto de retrospectiva pop, recordando grandes grupos electrónicos ochenteros. Sus temas, prácticamente instrumentales, se constituyen en una sólida base rítmica envuelta con sonidos analógicos y aleatorios.

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Esperábamos ansiosos El final de la noche. Y no por final, sino por protagonizar la noche. Y tanto esperar, llegó. El single de presentación de Pegasvs, de la mano de  Canada, es, a mi parecer, la guinda del pastel. La exquisita y pulcra representación del  humilde tecno-pop de su álbum debut homónimo.

La sala entera cantamos La melodía del afilador y bailamos al compás (si es que existe  y es posible) de un sintetizador con el que Sergio disfrutaba haciendo verdaderos malabarismos. Cual inyección de energía, su dream pop nos hizo bailar. A todos. Porqué es primavera. Y  eso, a pesar de muchos, es eléctrico y esperanzador.