Annie Clark volvía con St. Vincent a una Sala Apolo que ha sido escenario ya de varios triunfos de la responsable de Strange Mercy, uno de los mejores discos del pasado curso al que conviene volver ahora, a colación de su celebrada nueva gira por nuestro país, que la llevará además de Barcelona por Madrid y San Sebastián. La autora de Cherleader renovó su idilio con la ciudad (y la Sala) en un tour de force al alcance de muy pocos elegidos, cimentando con su glorioso final un recuerdo que tardará en ser borrado. El de su recuerdo Crónica de RUBÉN IZQUIERDO. Fotos de RUBÉN IZQUIERDO y NORMA SOLANO

  • Sonado triunfo de St. Vincent en su regreso a Sala Apolo, apenas unos meses después de presentar Strange Mercy en el Primavera Club
  • Clark incorporó a su set list su último tema, el vitamínico Krokodil, en el que desató su vertiente más punk

St. Vincent ofrecieron un concierto para el recuerdo

A la hora de la verdad, poco importó que la propia Clark presentara Strange Mercy en esta misma sale hace apenas unos meses. La audiencia respondió bien y la Sala Apolo presentó un aspecto espléndido, a la altura de un show eléctrico y electrizante, en el que la líder de St. Vincent escenificó su idilio con la ciudad y con la propia Apolo -su primera visita la realizó como miembro de la banda de directo de Sufjan Stevens, hace ya unos cuantos años- en una demostración de fuerza escénica bien entendida y de carisma, que le valió para ponerse al público a sus pies y para volar, literalmente, sobre una sala entregada. Vencida la noche, conquistada la Sala, Annie Clark volvió a poner de relieve lo sabido de entrada: a nivel de carisma escénico, pocos pueden rebatirle a St. Vincent su reinado.

No había pasado mucho desde su triunfo en el pasado Primavera Club cuando se anunció el regreso de Annie Clark a Barcelona. Anunciada después de su visita inminente al Día de la Música en Madrid, fuimos muchos los que aplaudimos, felices, cuando Cloudy Dog anunció el paso de Clark por la Ciudad Condal. Convertida en una de las grandes protagonistas al final de la pasada temporada, cuando Strange Mercy entró con fuerza como uno de los mejores discos del año, un trabajo titánico que recogía buena parte de las virtudes de su disco anterior y que remarcaba el valor, notable, de un disco llamado a mayores cotas que los que dicta la media general.

Sucede además que Clark mantiene la virtud de elevar a categoría de culto sus directos, ofreciendo a sus temas, ya de por sí icónicos, un valor añadido de incontestable mérito, el del feedback del directo, la semilla plantada en el corazón de cada fan para aumentar el recorrido vital del disco en su traslación al directo. Lo que St. Vincent realizó ayer -sería injusto obviar a la banda, visto el derroche técnico con el que arroparon a la estrella de la noche- sería, en este sentido, un estupendo ejercicio de estilo que consagra la segunda vida del disco más allá de su formato físico.

Apenas unos meses después de su sonado paso por el Primavera Club, St. Vincent volvió a conquistar una Sala fetiche ya para ellos, de la mano de una extraterrestre Annie Clark

La noche, en este sentido, arrancó grande. Fue empezar a sonar Marrow y constatar que nos encontrábamos ante la Clark de las grandes ocasiones, aquella que logra empatizar como nadie con la Sala. Su característico baile, pequeños pasos que no son de este mundo, se fundían en el tiempo con esa entrada en trance tan propia cuando entraba en contacto con la guitarra, una puesta de largo pasional que encajaba como un guante en con la noche. Un modo de hacer y entender la música, en fin que convierten la propuesta St. Vincent en algo imperecedero.

St. Vincent, de triunfo en Apolo

Marcada la pauta, siguieron dos de los hits del nuevo disco. Cheerleader -estribillo subyugante incluido, magnetismo a flor de piel y Chloe in the afternoon, single encargado de abrir el disco y convertido ya desde entonces en uno de los fragmentos más reconodibles del álbum. Con buen ojo, Clark opó por la alternanza de temas, pasando de los presentes en Stranger Mery a los hallados en Actor sobre todo, configurando una setlist de gran empaque, cerrada a lo grande en su traca final.

Antes del mismo, lo que sucedió fue un concierto vibrante, que mantuvo siempre el nivel, prosiguiendo con Save me from what I’m y Actor out of work -uno de los picos emocionales de la noche- traídas de Actor, su disco anterior, firmado en 2009.

Clark, al inicio del concierto

Dilettante, del nuevo disco, y Black rainbow, nos recuperó a la Clark más pausada, decidida a levitar de nuevo con Cruel, uno de los pilares en los que se apoya su último trabajo discográfico, resuelto con una nueva exhibición de guitarra (eléctrica) que reafirmó lo cien veces apuntado: hablando de directos, pocas solistas pueden discutirle de tú a tú el trono a la buena de Clark, presta a trascender con sus hipnóticos movimientos, una danza mitad futurista/mitad extraterrestre que nos mantuvo a todos expectantes en cada gesto realizado, cada palabra dicha, en claro contraste con las pausas entre temas, con declaraciones de matrimonio variadas entre el público -imposible contar los «Marry me» que llegaban desde el fondo a las primeras filas, mezclados con los «I love you» que escenificaron bien el idilio de Annie con su público.

Surgeon -otro de los picos emocionales de un disco que apenas entiende de tiempos muertos- y Champagne year nos llevó de cabeza a la recta final de la noche, alargada con Neutered fruit y la Year of the tigger que la reencontraba con su vertiente más eléctrica,  siempre con un discurso propio bien elaborado y con una mística propia edificada alrededor de una carrera ya de alcurnia, subrayada con noches como la de ayer.

Un momento de la actuación en Apolo

Northen Lights y el maravilloso rush final del concierto brillaron con especial fuerza en un show sin fisuras ni bajadas de tensión, una exhibición eléctrica de la cantante natural de Tulsa, criada en Texas

Northern lights fue, en este sentido, uno de esos momentos que dignifican el periplo vital de Clark, un tema que se sabe hit y que, bien ejecutado por su creadora, se reservó para sí uno de los momentos más celebrados de la noche, con un solo de guitarra potente, fundida al fin con su guitarra, responsable en suma de los trances que nos fascinaron hasta el embelesamiento en el que caímos para entonces.

Annie Clark, ayer en Sala Apolo

Con el setlist casi cumplido, Annie se regaló a sí misma el cover ya recurrente de She is beyond, de Pop’s Group, donde empezaría el ritual culminado ya en el cierre, un Krokodil que la consagró en un final para el recuerdo, llevando a cabo un sonoro crowd-surfing sobre el público de alto voltaje, repitiendo así el ritual iniciado en el pasado Coachella, cuando ya sorprendiera con su agitadísimo directo, un final de inesperado sabor punk, perfecto broche de oro para un concierto que empezó arriba y acabó fuera de órbita, con Clark puesta en pie -literalmente- sobre el público feliz de su alumbramiento punk. Como punto y final, con permiso de los bises, resultó conmovedoramente furioso, elocuentemente embriagador.

Annie Clark, entregada durante todo el concierto