Con nuestro número escrito a la vuelta de la esquina -la esquina está en otoño, para ser exactos- la sección de Lara A. Miranda se viste de gala para hablarnos de fanzines, recuperando algunos de los clásicos de toda la vida y recomendándonos el excelente trabajo de nuevos clásicos. Nos damos una vuelta por lo mejor de la cultura fanzine de la mano de LARA A. MIRANDA. [Fotografía de portada: Fanzine Shit Tüyü del TuyuCorp, Gijón]

El fanzine se nos presenta con una estética mucho más cuidada, queriendo, no obstante, mantener algo del espíritu garagero que tenía en principio como revista casera, hecha con pocos medios y sin claros objetivos comerciales.

Poco queda de la actividad fanzinera que se concentraba en el Rastro de Madrid allá por los ochenta, ahora el fanzine se ha recuperado para volver totalmente remasterizado. No hablamos por tanto de aquellos folios de A4 doblados en cuatro pliegues y fotocopiados hasta la saciedad, sino de revistas, en pequeño formato, que se han convertido en una extensión del panorama actual. El fanzine se nos presenta con una estética mucho más cuidada, queriendo, no obstante, mantener algo del espíritu garagero que tenía en principio como revista casera, hecha con pocos medios y sin claros objetivos comerciales.

La Liviandad del Imperdible

Atrás queda el ciclostil o la fotocopiadora. Ahora se realizan buenas impresiones, aunque siguen siendo en su mayoría en blanco y negro, y se nos vendan con un atractivo packaging o una portada adaptada a los gustos de un buen hipster. Sin embargo, la tirada sigue siendo bastante reducida, normalmente de unas cien copias, y si sale bien y se agotan, siempre se plantea una segunda edición con unas cincuenta o cien copias más, lo cual asegura el siguiente número del fanzine. Poco se mantiene de la periodicidad tan arbitraria de la que hacían gala fanzines tan míticos como La Liviandad del Imperdible, y más bien, se editan con una relativa regularidad. Normalmente  estacional o cada tres meses.

Pero si algo hay que resaltar sobre esta nueva ola de producción fanzinesca es la calidad del contenido. Mucho más ordenada, con una temática central entorno a la que organizar los contenidos, y una selección previa del material editado, con una maquetación más o menos estudiada y agradable al consumidor. Porque el fanzine ya no es gratis, el fanzine se vende. Ha dejado de ser gratuito, aunque existe algún caso aislado, para pagar lo mismo que por una revista del quiosco. Sólo que ésta es alternativa, outsider o cómo queramos decirlo… Dos, tres, cuatro, cinco o hasta seis euros pueden llegar a pedirse por un nuevo fanzine, precio que deriva, sobre todo, de los costes de packaging e impresión, número de páginas, contenido adicional…

Ilustraciones, fotografía, poemas, artículos o críticas llenan los nuevos fanzines que se concentran entorno a temáticas tan dispares como el lujo deportivo, los iconos queer, un barrio, o simplemente la mierda. Todos en formatos casi idénticos, pero con actitudes muy distintas, porque ante todo el fanzine es actitud. Actitud a la hora de presentar su información (o contrainformación), de venderse o de publicitarse.

Imagen del fanzine Orfidal

Ligado a este último punto, la publicidad, no nos encontamos con “publicidad” como tal, sino con fiestas de presentación. Una magnífica forma de dar a conocer tu fanzine. Mediante ello optas a la posibilidad de poder vaciar gran parte de tus copias, (y de los bolsillos de tus amigos y conocidos), de relacionarte y conocer gente a la que le interese el proyecto, conseguir colaboraciones o simplemente destapar la caja del moderneo local.

Mi opinión es clara. El fanzine hoy por hoy, es algo que ha merecido la pena recuperar, pero también coincido en que era necesario reformarlo en cierta medida. No me refiero con esto a realizar fanzines pijos -¿os imaginaís un fanzine editado por Zooey Deschanel?- sino a cuidar la calidad de lo que se ofrece, sin perder el espíritu D.I.Y , pero asegurándose de que lo que se publica guarda, al menos, cierta coherencia. Tanto en lo estilístico como en la temática, aunque ello suponga la venta del mismo.

La pregunta, por tanto, que se plantea llegados a este punto es, ¿en qué preferimos invertir cuatro euros? ¿en cañas o en un fanzine? Está muy guay eso de ser cultureta y comprar fanzines, pero ¿hasta qué punto sacrificamos los pocos euros que nos sobran de los maravillosos e inexistentes sueldos que tenemos? Se reduce todo a: cultura sí o cultura no.

Para ilustrar un poco el panorama fanzinero actual os recomiendo aquí tres, aptos para todo aquel/aquella que quiera leer algo distinto, entretenido y de buena calidad, para pasar un buen rato (solo/a o acompañado/a) y guardarlo al más puro estilo coleccionista:

ORFIDAL
Creado por Astor Nube Negra y Helena Exquis.

CLUB IMBERBE: 
El fanzine sobre cultura queer de la revista online Una Buena Barba.

MODO SHUFFLE:
Musiczine creado por Patricia Álvarez (Chiquita & Chatarra).