En plenas fechas navideñas, la tradición nos obliga a recurrir a los villancicos. Pero tranquilos: echando la vista atrás, esas odiosas canciones repetidas año tras año se convierten en temas cautivadores con los que disfrutar de la música sin dolores de cabeza. El gran Dean Martin nos muestra el camino. Por ALBERTO J. PUYALTO

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Odio los villancicos. No comprendo si son los nervios de las compras a última hora o el sabor empalagoso de las voces infantiles, pero siento un rechazo visceral hacia ellos. Como imagino que muchos padecéis del mismo mal, hoy propongo una fórmula efectiva para aderezar nuestras veladas con música navideña sin martirizar a los invitados. La solución, como es habitual, consiste en rebuscar entre los viejos vinilos.

Hubo una época en que la publicación de los Christmas Albums era un acontecimiento largamente esperado por el público. Grandes artistas como Bing Crosby o Elvis Presley consiguieron un éxito tremendo con trabajos de este tipo, y aunque algunos intérpretes actuales se atreven todavía con los villancicos, el género ha caído un poco en desuso perdiendo parte de su carácter original.

Puestos a escoger un álbum clásico de Navidad, no puedo decantarme más que por alguno de Dean Martin. De entre todos los crooners que me apasionan, y con permiso de Frank Sinatra, debo reconocer que este es sin duda mi favorito. A quien no esté familiarizado con su figura le bastará escuchar cualquiera de sus canciones para descubrir que ha oído mil veces su voz en películas y anuncios publicitarios de todo tipo.

Dean Martin, en una imagen icónica

Dean Martin, en una imagen icónica

Dean Martin nació en Ohio en 1917, en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Durante su adolescencia desempeñó diferentes trabajos e hizo algunas incursiones en el mundo del boxeo, pero fue en el circuito de nightclubs donde alcanzó cierto éxito profesional como cantante y humorista. Además de destacar por su cálida voz de barítono, Dino destilaba simpatía allí donde iba. Su figura de galán incorregible, aficionado al tabaco y al alcohol, le granjeaba fácilmente el cariño de los espectadores y la admiración del público femenino. En realidad, era un papel que le resultaba fácil de interpretar; su propia vida personal respaldaba lo que se advertía en el escenario, y esa fama de seductor empezó a convertirse poco a poco en un filón sobre el que cimentar toda una carrera.

Sin embargo, el verdadero salto a la fama no se produjo hasta su asociación con el humorista Jerry Lewis, con quien realizó diversos números cómicos por Estados Unidos. La buena acogida del público propició la aparición del dueto en el programa The Ed Sullivan Show, lo cual les catapultó al estrellato. Después de esta actuación, la pareja fichó por la Paramount, donde realizó numerosas películas, y apareció con asiduidad en un famoso programa de la NBC, alcanzando gran fama a nivel nacional.

Dean Martin (izq), con el Rat Pack

Dean Martin (izq), con el Rat Pack

Tras consolidarse como actor y cantante, Martin pasó a formar parte del célebre The Rat Pack, un grupo de músicos y amigos de la escena hollywoodiense creado en torno a la figura de Humphrey Bogart. Como si estuvieran en el salón de su casa, Frank Sinatra, Sammy Davis Jr. y Dean Martin –el núcleo duro de la formación–, fumaban, bebían y contaban chistes sobre el escenario mientras interpretaban sus mayores éxitos.

A menudo las actuaciones de los intérpretes eran anunciadas individualmente semanas antes, introduciendo después “cameos” del resto de los miembros en un ambiente sumamente informal. Fue una época brillante, de grandes excesos y conciertos en lujosos casinos de Las Vegas, cuyo recuerdo sigue sirviendo de referencia cuando hablamos del glamour americano de los años 50.

Por aquel entonces, Dino poseía ya una sólida carrera como intérprete que le permitía deleitar a sus fans con éxitos como Everybody Loves Somebody, Sway o Ain’t That A Kick In The Head. Además, el cantante explotaba como nadie sus orígenes italianos, ofreciendo canciones muy al gusto de la época que le vincularían eternamente con la cultura italoamericana. That’s Amore, Volare, On An Evening in Roma o Mambo Italiano son piezas clave que contribuyeron a construir esa concepción romántica que el público americano sigue teniendo sobre nuestro viejo continente.

Paralelamente a estas actuaciones con The Rat Pack, Martin siguió apareciendo en diversas películas de Hollywood –ya sin la compañía Lewis–, interpretando normalmente papeles cómicos, aunque también de carácter más dramático. Durante los 50 y los 60 destacan El Baile de los Malditos (1958) de Edward Dmytryk, Río Bravo (1959) de Howard Hawks –donde Dino interpretó la canción My Rifle, My Ponny And Me–, Ocean’s Eleven (1960) de Lewis Milestone o Bésame Tonto (1964) de Billy Wilder.

A lo largo de esas décadas, Dean Martin grabó también varios LP’s con canciones navideñas alcanzando un éxito notable. De hecho, esos trabajos le convirtieron en uno de los intérpretes de villancicos más populares de toda América, y sus versiones de Let It Snow! Let It Snow! Let It Snow!, Rudolph The Red-Rosed Reindeer o White Christmas siguen siendo las más escuchadas en casi todo el mundo.

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En el disco de 1959 A Winter Romance, las piezas clásicas se mezclan con baladas románticas de temática invernal como Winter Wonderland o Canadian Sunset, que ofrecen algo más que puros villancicos. Martin se muestra en este álbum como lo que es: uno de los mejores cantantes románticos de todos los tiempos, y mi reticencia a la música navideña cede inevitablemente ante su conmovedora voz.

Es posible que a muchos os suceda lo mismo; de lo contrario, si este gracioso LP –de horrible portada, por cierto–, sólo sirve para que descubráis a un cantante realmente fascinante, ¡alabados sean los villancicos! Sea como sea, buena música y felices fiestas para todos.

Portada, poco afortunada de A Winter Romance

Portada, poco afortunada de A Winter Romance