A finales del pasado invierno Granada asistía al nacimiento de Estévez, formación pop que se presentaba formalmente con El Suelo Muy Atrás, primera referencia además del nuevo sello discográfico El Pájaro Gordo. Repasamos los orígenes de la banda. Por RUBÉN IZQUIERDO

  • El debut de Estévez es la primera referencia discográfica de El Pájaro Gordo
  • La banda cuenta con la presencia de Daniel Gominsky (Elastic Band) y supone el debut de su solista, Mati Balboa

Granada siempre ha mostrado una relativa facilidad para absorber nuevos grupos en su imaginario colectivo, así que si la procedencia es garantía Estévez sale de la partida con eso ganado. A eso hay que sumarle una voluntad decididamente fresca -hablamos de pop, al fin y al cabo- y una madurez remarcable en el aspecto lírico, que hace de su primer disco un trabajo a tener en cuenta.

A ello ayuda también la presencia de Dani Gominsky, antiguo integrante de, entre otras, Elastic Band y uno de los impulsores de este proyecto, cristalizado con la edición de El Suelo Muy Atrás el pasado mes de Marzo, cuando lo presentaron en sociedad en la Sala Boogaclub de Granada. El debut de Estévez, además, suposo la primera referencia de El Pájaro Gordo, así que bienvenidas sean las propuestas que traen bajo el brazo la aparición de nuevos sellos con los que engrandecer la escena y la oferta musical existente.

Imagen promocional de la banda // Estévez Band

Imagen promocional de la banda // Estévez Band

A la presencia de Gominsky y el citado origen granadino de la banda como aval hay que añadir como punto a destacar la reveladora presencia de Mati Balboa, solista del grupo, vinculada aquí a su primer proyecto musical. El suyo acaba por ser debut sorpresa, pasando con nota la reválida del debut y dotando a las melodías del álbum de una marcada personalidad con la se refuerza la propuesta de la banda. Junto a ellos, Pablo Peláez figura a la batería, Dr. Montañés a los teclados y José López Montes al piano, el monocordo, los teclados y la guitarra electroacústica. Francisco Molina completa el quinteto desde la guitarra eléctrica, la acústica y la mandolina.

Con todo, las doce canciones del proyecto entremezclan estados de ánimo, haciendo que el álbum funcione bien como carta de presentación desde un pop nada conformista, que parte de un género a priori dulce pero revertido de contrastes, gracias a una base rítmica con personalidad y un  sentido acelerado -el disco pasa en un suspiro- en el que se mezcla la ilusión del recién llegado, Balboa, con el oficio del que ya se ha visto en varias lides, Gominsky, llevando esos contrastes también a las letras. Y es que el aspecto lírico del álbum no resulta para nada conformista, quedando apegadada a la realidad que nos rodea, mostrando un equilibrio preciso que hace de este álbum, en fin, un sólido ejercicio de estilo con varias capas de lectura.

[youtube id=»044PZ2_khMU» width=»600″ height=»350″]

Buceando en la web de la banda, encontramos de hecho la hoja de ruta vital de la banda, hasta lograr el sonido resultante:

En un principio este proyecto era totalmente experimental: riffs amontonados sobre pequeños loops, algunas bases de aire sensentero, partes electrónicas y algunas melodías sueltas para voces. Una búsqueda que terminó la primera vez que Mati cantó uno de esos bocetos, disipando todas las dudas y dando coherencia al revoltijo.

En el mismo texto, Gominsky abunda sobre el rol desempeñado por Tati en su primera experiencia profesional al señalar que  en ningún caso parece «una debutante», siendo una parte fundamental en la composición y aportando muchas de las melodías de las canciones, así como las armonías vocales y las letras de dos de los temas, Subida y no espero más.