Aunque este año parece que no tendremos nuevo disco de Ainara LeGardon eso no quiere decir que no nos lleguen buenas nuevas relacionadas con la autora vasca. En fechas recientes, de hecho, presentaba nuevo vídeo realizado en colaboración con Álvaro Sanz, encuentro que nos sirve para volver a hablar con ella, meses después de recuperar con ella algunos de los pasos más recientes de su trayectoria musical, en una entrevista que nos concedió para la edición impresa de Shook Down.
Hablamos ahora con Ainara sobre su colaboración con Álvaro Sanz, una pieza conceptual con el recuerdo como telón de fondo que nos sirve de excusa para departir con la autora de Every Minute. Las fotografías que acompañan al texto son de Asier Gogortza y la galería completa puede consultarse aquí.
Acabas de presentar vídeo con Álvaro Sanz. ¿Cómo han ido las sinergias creativas entre ambos?
Álvaro y yo nos conocemos desde hace unos 20 años, y creo que hemos trabajado juntos casi desde el principio. Ha dirigido todos mis vídeos “oficiales” y es autor de la mayoría de mis fotos promocionales. Las sinergias creativas entre los dos fluyen de formas imprevisibles, y siempre tratamos de aprovecharlas.
En el texto de presentación del vídeo se habla de “desmembrar un recuerdo”. ¿Cuál es el leit motiv de la pieza?
A lo largo de esos 20 años Álvaro y yo hemos realizado multitud de viajes. Él finalmente se ha convertido en un expedicionario y aventurero profesional. Yo sigo realizando los viajes casi siempre como medio para transmitir mi música en otros lugares. Cuando la parte más aventurera de Álvaro confluía con mi necesidad de viajar para dar uno o varios conciertos, solía acompañarme para sacar fotos o filmar las giras. A menudo se producían momentos para nosotros inolvidables, disfrutando del camino y de la libertad de parar en cualquier lugar desconocido y hacerlo nuestro. Esa pieza recuerda uno de esos instantes, transcurrido hace 10 años.
La letra está cantada a capella. ¿Fue una decisión tomada desde el inicio o es fruto de las conversaciones con Álvaro? ¿Se persiguió siempre esa idea?
La canción corresponde a la que abre el disco “Every minute”, publicado en 2014. En un principio la imaginaba tal y como la grabé por primera vez para recordarla, en un cuarto de baño, dando palmadas y golpeándome las piernas como parte del pulso de la canción. Pero en la grabación del disco, a pesar de que los micros estaban allí para registrarlo, mis manos no dieron ningún golpe. Simplemente me senté en una silla y bailé tímidamente para llevar un cierto tempo mientras cantaba. Pensamos que si así me había salido, así debía quedarse en el disco.
El vídeo se grabó en El Granero. ¿Cómo fue la grabación?
Álvaro y yo desgraciadamente ya no contamos con tantas ocasiones como antes para vernos, viajar y trabajar juntos. Así que tuvimos que aprovechar la coincidencia de ambos impartiendo un taller en Sevilla para grabar allí. El Granero es un local que nos prestaron los amigos de Pony Bravo/ El Rancho, y que nos proporcionó casi de manera mágica todo lo que necesitamos. El resultado que podéis ver surgió en una única toma.
Personalmente es una pieza que me sugiere mucho. ¿Qué sensaciones buscabais?
Durante la preproducción de la pieza, buscábamos desarrollar una idea un tanto compleja en su concepto, pero cuya realización fuera simple. A partir de unos textos míos, que complementan la canción original, tratamos de “desmembrar” ese recuerdo contándolo de tres formas distintas. Me senté en la misma posición y bailé el pulso del tema tal y como recordaba haberlo hecho en la grabación del disco. Por un lado se escucha la voz cantada, con su letra. Por otro, se me ve moverme de forma acompasada con la melodía, pero sin embargo, los labios dicen algo en otro idioma, fuera de sincronía. Cuento la historia de otra manera, como si fuera el reflejo de lo que queda en la memoria tras tanto tiempo: de ahí que la cámara esté grabando siempre lo que ve en un espejo. Por último, una tercera capa de información está constituida por los subtítulos (que no son tales). Lo que aparece escrito en pantalla es un poema creado traduciendo sólo parte de la canción original y dotándola así de otro sentido. El resultado nos parecía perturbador y bello a la vez. Algo en lo que nada encaja y todo encaja. Pretendíamos romper los esquemas y patrones del género videoclip, que Álvaro ha trabajado tanto, y realizar una pieza más cercana a la videocreación o al videopoema.
Hace unos días pasaste por Bera, participando en Los Pliegues de la Voz, un experimento creativo auspiciado por el Festival Ertz. ¿Cómo llegas a él?
A través de la amable invitación del propio Ertz, en forma de una llamada telefónica de Xabier Erkizia. A pesar de que mis planes eran no involucrarme en más conciertos en estos meses (en los que estoy centrando toda mi energía en finalizar un libro sobre SGAE) era consciente de que tras la invitación de Xabier me esperaba una experiencia única. No dudé en apuntarme a ella.
Colaboras con muchos nombres en esta aventura, entre ellos El Niño de Elche. ¿Qué es lo que más valoras de jornadas compartidas junto a autores como él?
Ertz es un no-festival. Es un espacio inmaterial que cuestiona y busca en los recovecos de las relaciones entre el que escucha, y como dice Xabier, el que “escucha escuchar”. Como público me ha dado siempre la oportunidad de experimentar sensaciones completamente disruptivas. De hecho, creo que Ertz no tiene público. Tiene participantes. Una de las cuestiones que plantea es esa relación entre quien acude a experimentar algo y quien supuestamente ofrece esa experiencia (que acaba siendo irremediablemente tocado por los demás participantes, por el entorno, por el contexto tan particular que se genera). Algunos de los momentos que he vivido como público/participante han supuesto puntos de inflexión en mi manera de percibir, y en última instancia, de crear música. Paseos sonoros por el monte, banquetes sensoriales, masajes sonoros… Y, sobre todo, conversaciones. Ya sólo como asistente a sus propuestas, tengo muchísimo que agradecer a Ertz. En esta ocasión, para mi suerte, el experimento ha ido más allá: En “Los pliegues de la voz” nos han juntado a varias personas que indagamos en esos dobleces emocionales que existen tras las respiraciones y las cuerdas vocales, la palabra y la no-palabra. Nos han brindado un estudio de grabación a nuestra disposición durante una semana, y no sólo nos han permitido, sino animado (incluso retado) a probar qué pasa cuando, sin un objetivo concreto, pones a vibrar tu cuerpo junto al de otras personas. Puede que resulte algo interesante o puede que no, pero no existe el miedo al fracaso, puesto que este no tiene cabida en un contexto como Ertz. Esto es lo que más valoro de estas jornadas compartidas: la capacidad de haber creado, entre todos, un espacio semi-onírico sin reglas en el que todo ha sido aprender e incluso, por mi parte, enfrentarme a algunos desafíos latentes.
Imagino que el hecho de compartir sensaciones y grabaciones con autores con un estilo propio marcado, algo que también se da en tu caso, es un ejercicio muy enriquecedor pero todas las partes. ¿Os conocíais previamente?
La mayoría de nosotros ya nos conocíamos desde hace tiempo, incluso con algunos he tocado y mantengo una buena relación de amistad (Miguel A. García, Ibon R.G. e Iban Urizar -Amorante-, entre ellos). Pero concretamente con el Niño de Elche no había coincidido nunca, y es precisamente con quien, junto a Xavier Erkizia y Luca Rullo, más horas he pasado en esta semana: desayunos, comidas, cenas, y las conversaciones que las visten (en las que alguien te descubre o te recomienda algo, en las que descubres que tienes “cómplices” que hablan un lenguaje parecido al tuyo). Son muy importantes esos otros momentos en los que el REC no está pulsado, pero algo sin duda está pasando que quedará grabado en una misma. Lo que ofrecimos a puertas abiertas durante el fin de semana fue la plasmación de esas relaciones que se fueron creando entre nuestras voces y nuestros pensares. Una maravillosa oportunidad que no sucede todos los días…