Marc O’Callaghan es uno de los autores más creativos del momento, al menos para quien esto firma. Este inicio subjetivo nos sirve para introducirnos en el universo artístico del impulsor de aventuras como Coàgul o el 50% de +++, proyecto del que hablamos en el número 5 de esta publicación, y que aparcamos temporalmente para centrarnos en exclusiva en su rol como mente creadora de Coàgul. Con discos como La Forja Centrípeta (BFE, 2015) Marc ha ido perfilando poco a poco toda la liturgia que desprende el proyecto, punto de partida para nuestro encuentro en Dead Moon Records hace ahora unas semanas. Hablamos con él sobre su último disco y sobre los diferentes pasos realizados hasta convertir el proyecto en la cautivadora ceremonia litúrgica que es hoy.
TEXTO: RUBÉN IZQUIERDO | FOTOGRAFÍAS: MARINA DE LUIS
Me gustaría empezar la entrevista preguntándote por tus orígenes musicales. ¿Cómo fueron los comienzos para Marc O’Callaghan?
Tocaba en un grupo de grindcore, Crani Escèptic. Pasé también por un grupo de black metal y otro de heavy rock, cuando tenía catorce años, aunque de los tres el único con el que llegamos a sacar material físico fue Crani Escèptic. Lanzamos algunos singles y splits, y ya muy al final un LP.
Todo antes de Coàgul.
Sí, aunque simultáneamente a Coàgul tocaba en Herpes, un grupo de noise.
Leí en una entrevista que empezaste en Coàgul en parte porque te apetecía trabajar solo.
En cierto modo sí: Coàgul empezó por la necesidad que sentía entonces de trabajar solo. Llegó un punto en el que quería hacer cosas por mí mismo, sin depender de nadie y sin tener que ponerme de acuerdo con otras personas. De todas formas, más allá de los grupos en los que toqué antes, ya hacía tiempo que iba grabando por mi cuenta, cosas que se quedaban en lo anecdótico pero que me sirvieron de base.
¿Guardaste ese material?
Aún guardo aquellas canciones, sí. Son temas con los que no he hecho nada, pero al no formar parte de ningún proyecto musical concreto no me veo presentándolo a los sellos. De todas formas fueron canciones importantes para mí, porque influyeron en lo que acabaría siendo Coàgul, en el sentido que fue un período de prueba y de investigación, un paso previo que me ayudó a probarme como músico y a trabajar cada tema de diferentes maneras antes de darle las formas definitivas que tomaron.
Un período importante, pues.
Sí. Piensa que las cuatro que incluí en L’Any dels Excessos las había hecho de mil formas antes de llegar al formato con el que finalmente salieron. Grabé con guitarra, con ordenador… Fue al coger el sinte cuando se quedan ya las versiones de Coàgul.
¿De dónde viene Coàgul?
Viene de Solve et Coagula, un dictado alquímico. La traducción sería disolver y coagular. Si lo piensas, el proceso alquímico es aplicable a casi todo, por lo que funciona como una metáfora.
Precisamente quería hablar de la importancia de los símbolos. En tu obra veo una doble simbología: la gráfica de las portadas y la religiosa.
Bueno, sí y no. En el tema de las portadas se da más un estilo gráfico más que una simbología en sí, es algo más conceptual.
¿Y cómo trabajas el simbolismo?
La idea es lo último a lo que llego. Antes va la capa del símbolo como expresión de una idea. La manifestación más externa puede darse con símbolos, acciones transformáticas, la música misma… Puedes tener mil soportes técnicos para plasmarla, por lo que me gusta ver el símbolo como el intermediario entre la idea platónica y abstracta y lo físico, la manifestación de lo trabajado. Al final se trata de ir de la esencia a la manifestación. Y el símbolo actúa como el enlace.
Otro punto importante que me gustaría tratar es el de tu directo. Creo que has pasado por diferentes etapas, en las que has trabajado con sets diferentes.
Podría decirse que sí, que he tenido más de un set. En realidad el que uso ahora es el que utilizaba al empezar, con sintes Korg. Entremedio sí que hubo una época diferente, en la que el sonido venía de la retroalimentación de una mesa de sonido. Cuando conectas en una mesa de sonido una salida y una entrada se genera un feedback interno, y de la modulación de ese sonido surgieron algunas canciones. De todas formas fue un período muy breve, que abandoné para volver al original. El de ahora me gusta porque tengo un control mayor y puedo generar estructuras más geometrizadas, pensadas para que funcionen con una estructura determinada. En el formato anterior se jugaba más con la improvisación.
Me gustaría centrarme ahora en tu carrera ya como Coàgul, hacer un repaso del grueso de tu discografía.
Con 21 años saqué Wargasm!, muy al inicio de Coàgul. Para entonces ya tenía las canciones de L’Any dels Excessos prácticamente listas, pero con Wargasm! edité ya bajo el nombre de Coàgul. Fue un lanzamiento pensado para una asignatura de la carrera de Belles Arts, Llenguatges de l’Art.
¿Qué recuerdas de aquello?
Era una asignatura curiosa, con una presentación abierta a múltiples formatos. Ejecuté la idea en la presentación, tomando las características que han determinado el directo de Coàgul: proyección de imágenes muy seguidas, el sinte, la manera de gritar, el delay, la manera de acercarme al público… todo viene de allí. Wargasm era eso, y de alguna manera sentó las bases para lo que vendría después. Fue una pieza monoconceptual, en la que me centraba y explotaba al máximo una idea concreta, el goce de la destrucción, pero vista como una destrucción alegre y gozosa. Siempre lo explicaba diciendo que era como cuando dos niños se pelean riendo: que los ves contentos pero se dan de ostias. Buscaba ese impulso destructivo.
Una constante en tu carrera ha sido la de alternar un circuito más accesible con otro mucho más underground, del que en cierto modo vienes.
Con el tiempo quizá sí que se podría decir que ha habido una doble vertiente, aunque yo no lo he vivido así: me he limitado a tocar donde me han pedido que toque. Después del Sónar volví a tocar en locales con muy poca gente, y ni busco ni excluyo un tipo de concierto determinado.
Esa manera de trabajar casa muy bien con la autogestión. ¿Cómo recuerdas la gestión de tus primeros conciertos?
El primer concierto que di fue en un centro social okupado de Sarrià. Era un sitio al que iba con amigos. Los que vivían allí eran colegas comunes y era muy fácil montar cosas. Nos dejaban el sitio y montábamos historias.
¿Cuáles recuerdas con más cariño?
Con Pol de Totonizer montamos varias historias. De hecho el primer concierto como Coàgul fue con Totonizer y Herpes. Recuerdo también bolos con Homenatges, donde tocaban Arnau Sala y Adrián de Alfonso. En muchos sitios la idea venía de conocidos que te proponían tocar, y a través de eso vas creando red y conociendo gente. Toqué también en varias tiendas como Discos Paradiso. Hubo una época en la que montaron muchos conciertos experimentales allí, antes de que la sala del fondo perdiese el escenario.
¿Los primeros lanzamientos fueron autogestionados?
A nivel de discos los primeros CDs que saqué eran Verbatim. No estaba nada puesto en la autoedición, así que era todo bastante improvisado. En las últimas cosas que me he autoeditado el proceso es el mismo, solo que tomas una mayor conciencia de trabajo y cuidas los detalles. Al final es una cuestión estilística: la práctica es la misma.
El encaje en los sellos también ha sido natural, ¿no?
Casi siempre se ha dado a través de una propuesta. Una de las primeras fue Janitor, con Heaven and Hell. Fue una tirada muy pequeña, ¡de 8 copias! Fue una edición muy currada, hecha con papel de lija… casi podías hacerte la manicura con la portada (risas). Con Ozono Kids, el sello de Arnau Sala, sacamos una cinta, y luego salieron dos splits con Dvnkel Reich. Una salió con Afeite al Perro, el sello de Jose HAZ, y la otra con Demondrone Records.
Creo que un trabajo especialmente importante fue el primero que sacaste para Màgia Roja.
Fue una recapitulación de los trabajos editados durante la primera época. Se regrabaron canciones de la primera etapa para presentar la compilación, por la que estuve trabajando en varios cambios. Me vieron en varios conciertos a través del LEM y otras movidas del Gràcia Territori Sonor y se animaron a sacarlo.
Más o menos coincide con tu paso por el Sónar. ¿Qué recuerdas de aquello?
Pues lo recuerdo casi como un espejismo. Podría parecer que por tocar en un gran festival te cambiará la vida, aunque luego ves que eso no es así, ni mucho menos. No lo veo como un punto de inflexión, por más que disfrutase mucho con aquella experiencia. Es un concierto del que guardo un buen recuerdo, pero no lo veo como un punto determinante en mi carrera.
Un concierto que creo que sí que te marcó fue el del MP7. Antes de hablar de aquel concierto, me gustaría saber tu vinculación más directa con el noise como género.
Creo que puede decirse que sí, que hay lazos con el género, sobre todo a la hora de explicar de dónde vengo. Tanto de la música que escuchaba como lo que te comentaba del mixer… todo aquello estaba de alguna manera relacionado con el noise como género. De todas formas creo que era una relación mayor a la actual. La música que hago, a nivel de sonoridad, es heredera de aquello, pero a nivel de estructura es más canción. Hay una estructura, una melodía, unos ritmos… En ese sentido me alejo más. Supongo que para un público más habituado al noise lo que yo pueda hacer es más “pop”, y al revés.
Volvamos a tu carrera. ¿Qué otros puntos consideras importantes en tu trayectoria?
La residencia en L’Observatori Astronòmic de Castelltallat fue otro punto que me marcó. De allí salió el Coàgul Eclíptic, un trabajo totalmente autoeditado de 23 copias. Allí está la primera versión de “Cobriu-me de Flors”, regrabada recientemente en formato flexi.
Para BFE sacaste “Anatema” y “Absolució”, dos canciones de casi 15 minutos.
Cuando preparo canciones para cassette me gusta la idea de que el sonido ocupe toque la cara. Concibo cada cara como una masa, y suelo preguntar de cuánto será la cinta para que cuadre. El Trimestre dels Excessos es el único en el que no se cumple esa premisa.
Con BFE has sacado varias referencias.
Entrar en BFE fue bonito. La propuesta vino de él mismo; recuerdo que tardé mucho en acabarlo. Las compuse expresamente y le di muchas vueltas. Tardé mucho en poder completarlas.
Creo que el simbolismo ha jugado un papel obviamente decisivo en tus discos. Para un neófito como yo, ¿cómo explicamos todo lo que sucede alrededor de Coàgul?
La importancia de la tradición primordial es importante en mis discos. El esoterismo, para mí, es el punto en el que convergen todas las religiones, el núcleo en el que cada religión es una manifestación externa diferente de un mismo conflicto.
¿Crees que hay gente que llega al simbolismo gracias a tus discos?
Creo que se dan los dos casos: gente que no estaba interesada en el simbolismo y a partir de Coàgul ha empezado a investigar y personas que llegan a Coàgul por lo que pueda utilizar yo como recurso. De todas formas, ya que sacas el tema me gustaría puntualizar algo: la utilización de símbolos no se da para hacer una exposición de conocimiento gratuito. Mi intención, que no siempre queda clara o se cumple, es encontrar los vínculos entre los símbolos eternos, arquetípicos o cósmicos con la realidad más inmediata y contingente. La realidad más común se puede interpretar en clave simbólica: buscar el entroncar la realidad más actual, caótica y desvinculada con el hecho de que todo es consecuencia de una concatenación de historias, desde los orígenes del tiempo a las capas del ser.
¿Eso conecta con la ilustración automática que prácticas en paralelo?
Puede que haya alguna conexión. Cuando dejas vía libre al inconsciente puede transmitirse eso. También depende de cómo lo analices. Al principio, por ejemplo, dibujaba a saco, y era después, a la hora de ponerle título, cuando llegaba la interpretación final.
¿Y con el directo crees que se da esa conexión?
Hay una parte de automatismo, sí. De abrir y dejar vía libre a lo irracional.
¿Te has visto desde fuera?
Sí, pero no de una manera recurrente o consciente. Sí que es cierto que en momentos muy épicos, como cuando toqué en la capilla del MACBA, he tenido la sensación de ser casi un ser paralelo que no sea yo y decir, joder… La situación, el público: verlo todo como una representación del mundo de lo arquetípico más que lo cotidiano. Pero vamos, que no se da a menudo (risas).
Antes hablábamos del concierto en el CCCB para el mp7. ¿Qué conciertos te han aportado más a nivel personal?
Seguramente ese es el más importante que he hecho, el más épico y relevante. Mucha gente del público era conocida, y tuve la sensación de que allí existía un contexto fijo, muy determinado. La sensación general fue… no sé, muy de tribu, muy de pertenecer a un contexto del que me sentía parte. Me quedo también con los conciertos de La Hipoteca, al principio de todo. Por como era el sitio y por el ambiente. Y el de Luchador fue muy bonito, por todo lo que representó para todos los que íbamos normalmente a la tienda. Recuerdo que un tío me dijo que le había dado una responsabilidad para con la vida con ese concierto. No sé a qué se refería pero, joder, tuvo una revelación.