Tras haber tenido ocasión de visionar el documental Let’s Get Lost en la última edición del Beefeter In-Edit Festival, hoy recordamos uno de los discos clave de la amplia discografía de Chet Baker. It Could Happen To You sintetiza a la perfección el talento de este brillante trompetista cuya deliciosa música se contrapone, necesariamente, a su tormentosa vida personal. Por ALBERTO J PUYALTO

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Los que no hayan tenido la ocasión de aproximarse a la figura de Chet Baker deben hacerlo, sin lugar a dudas, a través del documental de Bruce Weber. No hay mejor manera de obtener un perfil completo del músico y reflexionar sobre a los peligros escondidos tras la genialidad. Con un cierto tono poético -tan adecuado para hablar de una figura como Baker-, el cineasta nos presenta el retrato de un joven atractivo al más puro estilo James Dean, sobrado de talento y éxito, pero cuya fragilidad y tormentos personales le acaban hundiendo en un pozo de adicciones. Imágenes poderosas, en crudo blanco y negro, narradas en ocasiones por el propio músico, y a las que no cabe añadir nada más. Así que centrémonos en la música.

It Could Happen To You es probablemente una de las piezas esenciales de la amplia discografía de Baker y, a mi parecer, una buena manera de iniciarse en su obra. Las diez pistas que componen el LP recogen canciones amables, que funcionan también a nivel pop, con letras de gran sensibilidad y melodías fácilmente reconocibles. Los temas son de corta o media duración, con pasajes instrumentales más bien breves, aunque ricos en matices. Para los profanos en el género -entre los que me cuento-, el álbum es idóneo para establecer contacto con el West Coast jazz o cool jazz, variante más sosegada y alejada del be-bop, y representada principalmente por músicos blancos como Gerry Mulligan, Stan Kenton o Woody Herman.

Chet Baker, en una imagen promocional

En este sentido, las canciones de It Could Happen To You son un remedio altamente efectivo para el estrés. Degustadas en estas largas y melancólicas tardes otoñales, resultan perfectas para olvidar las preocupaciones y dejarse llevar. La voz de Chet Baker cautiva con su serena sensibilidad pues, sin poseer grandes dotes vocales, su tono suave y las sutiles variaciones que contiene conmueven al oyente desde el principio. La mejoría del músico en este ámbito es bastante notable respecto a anteriores grabaciones. Al mismo tiempo, el talento que le hizo famoso con la trompeta sigue brillando con luz propia, siendo especialmente evocador en las baladas intimistas en las que tan bien se desenvolvía.

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Las letras de los temas seleccionados están marcadas por la nostalgia y el desamor. El acompañamiento de piano a cargo de Kenny Drew sabe en todo momento conservar la serenidad y hallar el justo equilibrio con las partes vocales. Sam Jones como bajista y Philly Joe Jones como batería completan el cuarteto principal, aunque es necesario mencionar la participación de George Morrow en el bajo y Dannie Richmond en la sección rítmica de algunas de las pistas. Todos ellos colaboraron con Baker en la creación de un jazz sofisticado, que obtuvo una gran acogida entre el gran público y convirtió al trompetista en una auténtica celebridad.

En It Could Happen To You la calidad de todas las canciones es heterogénea. Destaca especialmente el tema que da nombre al álbum, así como los clásicos Everythings happen to me y How long has this been going on?. A mi juicio, merecen también una mención las pistas Do it the hard way con sus improvisaciones vocales y Old devil moon, dotada de sugerentes cambios de ritmo y arreglos de bossanova.  La redición del disco en formato CD en 2002 aportó algunas pistas notables al vinilo original.

Chet Baker, en sus años de apogeo

En el momento de la grabación del LP a finales de los 50, Baker era ya un regular consumidor de marihuana y heroína, pero las drogas no habían tomado aún el control de su vida. Esto no sucedería hasta mediados de los 60, cuando sería detenido en diversos países y recibiría la brutal paliza que le destrozó la boca. Sin embargo, incluso en el ocaso de sus días -a finales de los 80-, destruido ya por la droga externa e internamente, el músico de Oklahoma conservó esa innata capacidad para emocionar con su voz y su trompeta. Fue algo que ni el demonio de la heroína le pudo arrebatar.

Adentrándose en el largo historial de adicciones de Baker, resulta curiosa la ternura que uno puede identificar en sus melodías si las contrastamos con los episodios de una vida tan turbulenta. Ello habla quizá de su compleja personalidad y de la fragilidad escondida tras ese aire de joven rebelde, que acabó por hacerle buscar refugio tras las drogas. Sin embargo, la existencia de Chet no es más que otra lección del poder autodestructivo del hombre, de la paradójica tortura del genio que dispone de más y mejor talento que los demás. Un episodio triste, pero demasiado repetido a los largo del siglo XX. Su música, en cambio, es algo fuera de lo común, un legado inestimable que aún perdura y que escribe uno de los capítulos más brillantes de la historia del jazz. Con ella nos quedamos.

Portada original del álbum