En la Francia de DeGaulle la censura estaba a la orden del día, algo que, que junto a Malraux, había contribuido a crear un clima cada vez más comercial y poco implicado dentro del mundo de la cultura. La política de subvenciones era un hecho constatable de ello, pues, tan sólo los proyectos que garantizasen un éxito cristalino en taquilla eran aprobados y avalados. El campo cinematográfico quedaba superpoblado por las películas procedentes de Hollywood y el cine francés de papá. Por LARA A. MIRANDA
No era sorprendente que a partir de noviembre Gijón se llenase de gente procedente de miles de puntos del planeta que se daban cita en el festival, ya no sólo por su programa de proyecciones, sino también por las actividades paralelas que se desarrollaban durante este período, tales como exposiciones, conciertos o conferencias ofrecidas bajo la dirección del FICX
En febrero de 1968 se produjo un hecho que constituye un salto cualitativo en la historia del cine contemporáneo europeo: el Affaire de la Cinémathèque o el Affaire Langlois. Suponía la sustitución de Henri Langlois como director de la Cinemateca, a la que los poderes públicos achacaban una serie de gastos y actividades innecesarias cuyos gastos habían de recortarse. Tras esta maniobra se escondía por supuesto el hecho de que al gobierno de DeGaulle no le gustaba que los cineastas, y menos personajes con las convicciones de la talla de Jean Luc Godard, encontrasen un lugar al amparo del gobierno donde poder desarrollar unos films extremadamente críticos con el orden mundial. Eso por un lado, por otro, Malraux quería acabar con la actividad cinematográfica derivada a partir del surgimiento en los años 50 de la Nouvelle Vague. No convenía un cine comprometido, distinto, y tampoco era favorable para ellos permitir un lugar público, bajo su mandato, a manos de un profesional tan marcado como Langlois.
Tres meses después de la publicación del cese de Langlois, la defensa de su permanencia en el puesto de director de la Cinémathèque, (como co-fundador que era) y de la importancia capital de ésta como centro de creación y difusión del cine fue inminente, tanto dentro como fuera de Francia. Si nos retrotraemos nueve meses aproximadamente a Gijón, Asturias, nos encontramos con un caso bastante parecido. Algo a lo que a mi, en algún momento, y bajo la más estricta influencia de los Cahiers, me gustó y me gusta llamar: L’Affaire Cienfuegos.
Cuando el pasado año gana en Asturias el partido derechista formado por el ex-popular F. A. Cascos, se producen «una serie de catastróficas desdichas» para el mundo social y cultural, empezando por el desmantelamiento de órganos de difusión de la comunicación a nivel autonómico (como es el caso del la TPA o la Voz de Asturias) y siguiendo por la Semana Negra o el Festival Internacional de Cine de Gijón. Cascos, en su gran sabiduría cultural, coloca como concejal de cultura en Gijón a Carlos Rubiera, que en estos últimos meses se ha encargado de superar a Malraux con creces.
El Festival de Cine de Gijón era una cita marcada en el calendario de todxs aquellxs amantes del cine de calidad, donde sabían que podrían encontrar proyecciones no comerciales, que destacaban por su calidad y su compromiso con el público, cultivado a lo largo de sendos años por Jose Luis Cienfuegos. Films procedentes de festivales como el de Berlín, el de Sevilla, el de Venecia, Cannes e incluso Sundance, del que el de Gijón se había acuñado popularmente como el «Sundance español«.
Jose Luis Cienfuegos, a lo largo de su carrera como director del festival supo dotar a este de su indiscutible calidad, de su seriedad, de premios comprometidos, tanto con directores consolidados como con otros emergentes. Este señor puso a Gijón en el mapa con negrita para todxs los amantes del buen cine, dándole anualmente una inyección al Norte de oxígeno.
No era sorprendente que a partir de noviembre Gijón se llenase de gente procedente de miles de puntos del planeta que se daban cita en el festival, ya no sólo por su programa de proyecciones, sino también por las actividades paralelas que se desarrollaban durante este período, tales como exposiciones, conciertos o conferencias ofrecidas bajo la dirección del FICX.
Después de una última impecable edición 49 del FICX, se decide destituir a Cienfuegos por Nacho Carballo, hombre de cine (digamos) que destaca más por sus contactos con el partido reinante en este nuestro pueblo Ástur, que por su talento a la hora de coger una cámara cinematográfica. La decisión, al igual que pasó con Langlois, fue impuesta, sin contemplaciones o derecho a protesta. Cienfuegos era echado a patadas mientras a Carballo se le extendía un contrato de alta dirección que implicaba unos costes altísimos si se le decidía despedir antes del plazo que el contrato estipula, garantizando su puesto como director por largos años.
Rubiera y el resto de cargos culturales implicados cedieron ante la lista de la compra de Nacho Carballo, que previamente ya se había ganado a pulso que se cuestionase su seriedad como profesional gracias a publicaciones públicas en Facebook (nadie está a salvo) donde se jactaba de su «triunfo» (sucio) sobre Cienfuegos, usando expresiones que no voy a plasmar aqui porque me parecen de peor gusto que el inventario de vienes de la DuBarry. Además Carballo contaba con grandes producciones a sus espaldas, con obras como Desayuno con Cabrales, título del cual Capote hubiese estado más que encantado de compartir… Tan encantado como Merkel pudiese estar de comerse una ensaladita con Hollande.
Por su parte, Jose Luis Cienfuegos salió en silencio del festival, sin hacer declaraciones, hasta unos días después, cuando, con los ánimos calmados decidió dar un comunicado de prensa donde explicaba políticamente correcto, su visión de la situación. Actualmente, ello le ha llevado a dirigir el Festival de Cine de Sevilla, donde parecen saber lo que hacen…
No faltó tiempo, para que, a las pocas horas de conocer el comunicado, los seguidores del festival se pusiesen en pie de guerra y emprediesen toda una serie de ofensivas para intentar corregir la acción de Foro Asturias y de Rubiera. Se abrieron peticiones en change.org y Actuable pidiendo la vuelta de Cienfuegos, se organizaron protestas, manifestaciones, concentraciones y movilizaciones en contra de la violencia al mundo de la cultura y por la vuelta del anterior directivo. Del mismo modo, surgía un manifiesto firmado por figuras del mundo del cine y la cultura que defendían la negativa contra el cambio en la directiva del festival, entre los que figuraban Pedro Almodóvar, Montxo Armendáriz, Bertrand Bonello, los Trueba, o Víctor Erice.
En el proceso de la Cinemateca, concluyó a finales de abril pocos días antes de la irrupción de los sucesos de mayo del 68, que marcó el triunfo contra la «cultura gaullista» y que en el caso asturiano, fue completamente al contrario. El festival toma el rumbo en esta importante edición 50, bajo la mano de un director que declara que «los festivales de cine se crearon para dar proyección turística a las ciudades«.
Con esto, Nacho Carballo nos deja claras sus intenciones, a parte de un desastroso cartel por parte de Mariscal, que más bien parece el de una agencia de viajes, y un logo que estará muy bien para anunciar yogures desnatados, pero no festivales de la talla del de Gijón. Una marca más de a época «carballista«, dado que el festival tenía como punto ofrecer todos los años un cartel innovador, fresco, que solía ser obra de algún/a nuevo/a creador/a.
Contamos con un amplio recorte en las proyecciones tanto a nivel de sección oficial, como en el resto de categorías, asi como se ha visto especialmente engordada la oferta de cine de animación, que está muy bien, pero no sólo de animación y 3D vive el hombre (y la mujer). Puesto que el arte no concibe dimensiones, sino mundos, señor Carballo. La tendencia comercial está completamente instaurada en el festival, donde las actividades paralelas, han dejado de serlo, para devenir actividades paralizadas, bajo la premisa de un director que dice querer dar más proyección al festival por ver su realidad «estancada«… ¿Más incluso que su relación con Garci? Lo dudo, puesto que el cineasta de Tapas, no quiere saber absolutamente nada de Carballo cuando se le pregunta por aquel proyecto que tuvieron entre manos.
Invito a que todxs aquellxs seguidores del antiguo régimen del FICX emprendan un viaje hacia los años pasados, y hagan balance. O dejen las salas vacías para expresar su desacuerdo… O salgan a la calle hasta que el gobierno ceda, como se hizo una vez en Francia. El problema es que en España nos cuesta hasta acabar de leer artículos de mediana extensión como este… ¿Y que queremos entonces? Pues está muy claro, quejarnos desde el sofá o desde la butaca del 50 FICX.
No sé vosotros, pero yo, ya tengo reservadas bata de cola y castañuelas para el año que viene. Nos vemos Sevilla.
O Valladolid, o Las Palmas… Cualquier cosa antes que este festival mutilado.