Como ya es sabido, el mundo no ha acabado. Los Mayas se equivocaron, Rajoy y su equipo siguen haciendo lo imposible para demostrar que los visonarios tenían razón, los de Gandía Shore nos ayudan a ampliar nuestro vocabulario con sus «nano«, «tete» y «teta«, mientras se chuzan como si no hubiera un mañana y los de Desigual nos venden su ropa a la par que reinventan el feminismo. Por JESSE OAKS
Aunque esto podría ser la introducción para hablar sobre fotografías de meteoritos estrellándose en algún sitio, fotos de campaña electoral bienavenida, de fotos «tuenti» con morritos o abdominales fuera o de biografías de fotógrafas feministas, voy a hablaros de algunas de mis heroínas favoritas.
Quién me haya ido leyendo durante todo este año (Gracias Shook Down por seguir dejándome entrar aquí a soltar lo primero que me pasa por la cabeza), se habrá dado cuenta de que soy un poco freak. He escrito sobre fotografías de muertos que a mí me han parecido encantadoras, fotógrafos de lo más rarito, campañas de publicidad aterradoramente inmorales, he hecho mi particular homenaje a Marilyn, he tirado de filmoteca mental para comparar carteles, tocado la tecla eclesiástica a mi manera, etc.
Podía haberme limitado a informar sobre concursos de fotografía, copiar y pegar biografías de fotógrafos archiconocidos o a desvelar técnicas. Pero no, he preferido mostrar un poquito de mí a través de mis artículos y construirme mi propia mini red social a mi manera. Si Lady Gaga tiene la suya propia, el resto también podemos!.
Dicho todo esto, para acabar el 2012 me niego a hacer el típico resumen y voy a desvelaros algunas de mis heroínas favoritas. Por que me apetece y por que sus fotografías contribuyen y mucho a que su personajes perduren o intriguen.
De pequeña me chiflaba leer, ver en la tele cosas guays (que tiempos aquellos en los que la tele aún te entretenía) y disfrazarme de mis personajes favoritos. Aunque la cosa no ha cambiado mucho, pero sí ha madurado, ese espíritu Vintage que me da sombra todo el rato, me impide renovar a algunas de ellas. De pequeña sólo me fascinaban por sus hazañas, o sus poderes. Con el tiempo, tengo una visión más madura, gracias al dios que sea, y ahora me fascina el personaje, su construcción y el entorno en el que se desarrolla.
Mi primera heroína real, fue la Barbie Rock and Roll. Con su pelo largo y rubio, las planchas ochenteras en el flequillo, su banda de rock con tías súper guays y monísimas, su novio imponente que no la dejaba ni a sol ni a sombra, las multitudes la aclamaban… El personaje en sí me fascinaba por que sabía hacer de todo, y todo lo hacía más que bien. ¿De dónde sacaba el tiempo? Por que la tía tocaba en grupo de rock que daba giras por todo el mundo, era veterinaria que ejercía en su propia clínica, daba clases en el colegio, curaba a las personas, modelaba por las mejores pasarelas del mundo, tenía un grupo de amigas fantástico con el que se iba de vacaciones día sí y día también, era una hermana mayor maravillosa y la novia perfecta.
Tenía una vida plena, 18 carreras universitarias terminadas con matrícula de honor y ejercía con éxito cada una de ellas, un año con 365 días como el resto de los mortales y todo con veintipoquísmos años. Estaba claro. Yo de mayor quería ser la Barbie. Cuando crecí, llegué a una conclusión: o la Barbie vivía en una especie de agujero temporal que la permitía hacer 300 cosas en el mismo día repartida por todo el mundo, o no era real. Así que la metí en el saco con Papá Noel, Los Reyes y el Ratoncito Pérez y lo cerré. Aunque me pensé hacerla un saco aparte, porque oye, el Ratoncito Pérez y los demás como personajes físicos no existen, pero la parte material de su magia la hacen los padres. Y eso quieras que no, minimiza el impacto negativo de saber que nunca los conocerás en persona, pero los regalos siguen cayendo.
Así que una vez superado el trauma de «la Barbie no existe, y tampoco son los padres» y descartarla, me busqué a otra heroína: Samantha de Embrujada o Bewitched, como queráis. Lo tenía todo: Es rubia, guapa, carácter fácil de llevar y tranquilo, complaciente, viste bien, un marido insoportable al lado y una nariz que cuando se mueve consigue lo que quiere.
Ya está, le iba a pedir a mis padres a través de los Reyes Magos o de Papá Noel una nariz mágica. Se acabó hacer los deberes, limpiar mi cuarto, pagar por viajar, esperar a que mi madre me renovara el armario a su gusto… Necesitaba esa nariz como fuese. La vida iba a ser maravillosa cada vez que la moviera, y con suerte, encontraría un marido que me hiciese un lista de tareas cada mañana y me coartara de ser yo misma.
Además, si aprendía a mover bien la nariz, quizá consiguiera encontrar el agujero temporal donde vivía la Barbie y entrar en su grupo de amigas. Pero entonces, apareció Endora, la madre de Samantha. Una señora que pestañeaba o chascaba los dedos, y ala! el mal estaba hecho.
Perseguía a su hija día tras día para intentar convencerla de que fuera ella misma por que no había nada malo en ello. Reconozco que al principio pensé que Endora era la mala malísima de esta historia, pero luego me di cuenta de que era la mejor. Era una señora de más edad que la prota que luchaba por que su hija no cayera en el error de pensar de que por amor, hay que renunciar por completo a sí misma y sacrificarse por el bien marital (o patriarcal). Heroína reemplazada.
Llegué a la conclusón de que si quería ser una heroína de las mías y encajar en el estereotipo, tenía que empezar por teñirme el pelo. Y oye, si ya iba a tener que emplear todo mi tiempo en ser perfecta, no podía perderlo en oxigenarme. Así que, me busqué a una un poco más sencillita: Wonder Woman.
Esta mujer era fantástica realmente. Morena, como yo, y cuando se tenía que poner en acción, no tenía más que poner los brazos en cruz dar vueltas a lo demonio de Tazmania y voilá! Aparecían dos pulseras, una corona de no sé que material y un mini atuendo que en conjunto, la hacían invencible. Pero claro, sólo era una heroína cuando había que salvar a alguien, el resto del tiempo, era una mujer comedida y sencillita que ocultaba todo el rato quién era en realidad. Eso y el hecho de que tuviera que andar medio desnuda en el fragor de la batalla, no me terminaban de convencer. Así que la descarté como ejemplo a seguir, pero me la quedé como ejercicio estético. Algo es algo.
Después de esto, encontré a Lily Munster. Una mujer rara casada con un hombre raro, tiene dos hijos raros, vive en una casa rara y en general, tiene una vida rara. Esto ya me empezaba a convencer. Esta mujer era lo que le apetecía, su marido la apoyaba, dejaba crecer a sus hijos libremente y los convencionalismos que había a su alrededor le parecían absurdos y muy extraños. Era la comidilla allá por dónde iba y le daba igual. No parecía tener que esforzarse en ser nadie en concreto más que ella misma, ni necesitaba encajar en ningún estereotipo.
Así que si quería ser Jesse Munster, no tenía que teñirme el pelo, ni renunciar a nada, no necesitaba ningún poder mágico ni poca ropa. Tampoco tenía que salvar a nadie excepto a mi misma llegado el caso. Ah sí, con esta me quedaba en el número uno de mi Top 10 de Heroínas propias.
Ya de adulta me encontré con Barbarella. Otra rubia despampanante que no tiene exactamente poderes mágicos, sino que resulta que es eficiente en el planeta donde vive y que casualmente, éste corre peligro y le encomiendan la misión de salvarlo. Aunque hemos vuelto al rol de salvadora, en este caso no me importa demasiado, porque Barbarella lo hace a su manera, y su manera me gusta. Se dedica a seguir las pistas del malvado que tiene la llave de la salvación y por el camino se entretiene. Descubre el placer carnal y lo practica con quiere, cuando quiere y como quiere a pesar de las muchas críticas que va recibiendo. Y al final no sólo consigue cumplir con éxito su misión, sino que reinventa el término pareja. Le da una oportunidad a la mala malísma y se van volando juntas a hombros de su hombre angelical a comer perdices los tres juntos. Ella sería la imagen perfecta de la campaña: Hago lo que quiero con mi pelo.
Aún sigo buscando heroínas que añadir a mi Top 10, por que últimamente ando escasa. Aunque he de decir, que estoy pensando en incluir a Botella y a Aguirre, por que a demás de tener apodos pegadizos (no me digáis que no os suena a Batman y Robin), tienen el poder de la invisibilidad. Aparecen y desaparecen a su conveniencia. Según sea el tipo de chaparrón que caiga y siempre son ellas mismas, digamos lo que digamos.