Cuando se estrenó Psicosis en 1960, Alfred Hitchcock era ya un director de prestigio que había rodado joyas como Rebeca (Rebecca, 1940), La Sombra de una Duda (The Shadow Of A Doubt, 1943), La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954) o Con la Muerte en los Talones (North byNorthwest, 1959). Su talento como maestro del suspense estaba más que contrastado, e incluso le había permitido dar el salto a la pequeña pantalla con el programa “Alfred Hitchcock presenta…”.Pero mientras la crítica americana había sido notablemente injusta con algunas de sus películas, en Europa se hacía una defensa a ultranza de su obra, encumbrando al cineasta inglés como uno de los mejores de la historia. Por ALBERTO J. PUYALTO.
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Psycho (1960). Director: Alfred Hitchcock. Guión: Josefh Stefano. Intérpretes: Anthony Perkins, Janet Leigh, Vera Miles
Con este debate aún en marcha, Hitchcock rodó una de sus obras cumbre y su primer verdadero éxito de taquilla: Psicosis. Mediante una eficaz campaña de marketing, la productora había lanzado un tráiler donde el director hacía una visita guiada por los principales y más escabrosos escenarios de la película, hablando abiertamente de los crímenes que en ellos se habían cometido. De este modo, Hitchcock se había asegurado la creación del suspense más puro ya antes del estreno: la certeza de que los espectadores manejarían una información previa de la que carecerían los personajes de ficción. Ello, unido a su decisión de prohibir la entrada a los cines a todos aquellos que llegaran una vez iniciada la proyección, alimentó la curiosidad de las masas, que no quedaron defraudadas.
El largometraje resultó innovador en muchos aspectos. La influencia de la televisión estaba presente en algunas de sus escenas, hasta el punto que se considera Psicosis como el primer gran telefilm de la historia (sin que ello tenga la connotación negativa que posee en la actualidad).De hecho, el equipo técnico usado por el director para la película era el mismo que trabajaba en su programa de televisión. La originalidad del sistema narrativo es una buena muestra de ello; elsupuesto papel protagonista ocupado al principio por Marion Crane (Janet Leigh) queda difuminado por diversos giros en la trama, que nos ofrecen nuevas perspectivas de otros personajes. La mayoría están construidos sobre una ambigua base moral pero consiguen que nos identifiquemos con ellos, aunque sea por unos instantes. Hitchcock, además, hace uso de sus habituales artimañas narrativas para implicarnos en la historia, explotando los planos subjetivos –que alternan la imagen del personaje con la imagen de lo que éste ve– para envolver al espectador con una facilidad asombrosa.
Junto a todo lo mencionado, en Psicosis existe un ingrediente esencial, y hasta cierto punto nuevo en la filmografía del director, que convierte la película en una auténtica obra maestra: el terror. Todas las posteriores cintas del género han bebido consciente o inconscientemente de este film. Hitchcock demostró no estar encorsetado en el suspense y poseer una capacidad fuera de lo común para suscitar el miedo en su público, faceta que explotaría con el mismo acierto en la posterior Los Pájaros (The Birds, 1963).Como no podía ser de otra forma, sus métodos para estremecer eran pioneros desde muchos puntos de vista.
Por primera vez un film de terror no utilizaba exclusivamente hechos objetivos para asustar al espectador, sino que jugaba con el perfil psicológico de los personajes, permitiendo al público sacar sus propias conclusiones. El acomplejado Norman Bates –interpretado con brillantez por Anthony Perkins en el mejor papel de su carrera–, resulta más inquietante por la deducción que uno extrae de sus palabras que por lo que se muestra en la propia pantalla. Por otro lado, ¿quién puede olvidar la figura de esa casa recortada bajo la luz de la luna, albergando terribles misterios que uno sólo puede imaginar? Este sutil arte para sugerir alcanza la perfección en el personaje de la madre de Bates, cuya estremecedora figura a contraluz en la ventana aterroriza más que cualquier expresión de terror explícito. ¿Y qué decir sobre el último plano de la película…?Bien, ese lo omitiremos por si alguien ha cometido la osadía de no haber visto aún esta maravilla.
Paradójicamente, Psicosis tuvo que lidiar también con la censura, pues mostraba imágenes nunca antes proyectadas en la gran pantalla. La lencería de Janet Leigh o la sangre corriendo por el desagüe eran elementos que anunciaban una revolución cultural en ciernes, pero que resultaban todavía demasiado provocadores. Algunas de las escenas contenían una violencia inédita en el Hollywood de finales de los 50.Desde la perspectiva actual, dicha violencia carece de interés si se aísla del contexto previo diseñado por el director; huyendo de las secuencias clásicas, Hitchcock desconcierta de tal modo al espectador que el clímax, cuando llega, resulta mucho más terrible. El mejor ejemplo es la famosa escena de la ducha, de la que en realidad queda ya poco por decir: el director y su equipo de fotografía (John L. Russell) tomaron planos de Marion desde perspectivas ligeramente diversas y con pequeñas elipsis temporales –una técnica denominada jump cut, poco común en el cine de la época–, construyendo así una progresiva sensación de inquietud que permitir intuir acontecimientos. La sofocante banda sonora de Bernard Hermann conduce a un desenlace escalofriante, que concluye con el macabro pero poético plano en espiral del ojo. Una lección de CINE con mayúsculas para la posteridad.
Como ya era costumbre, Hitchcock realizó su habitual cameo apareciendo como transeúnte frente a la oficina donde trabaja Marion. También su hija Patricia Hitchcock aparece en la película, encarnando el papel de la otra secretaria de la oficina. Del mismo modo, son dignos de mención los geniales títulos de crédito diseñados por Saul Bass, cuyo talento marcó tendencias con films como La Tentación Vive Arriba (The Seven YearItch, 1955), Vértigo (Vertigo, 1958) o Anatomía de un Asesinato (Anatomy of a Murder, 1959). Por último, cabe destacar que, junto a la nominación de Hitchcock y Janet Leigh, la película estuvo nominada a los Oscar en el apartado de fotografía y dirección artística, aunque no se llevó ninguna estatuilla.
En posteriores entrevistas, el director manifestó que rodar Psicosis fue para él un auténtico divertimento, pero es innegable que éste es un film complejo, donde cada escena, cada detalle, cada plano, tienen su razón de ser. Se han realizado pormenorizadas autopsias y análisis freudianos sobre la película que a menudo rozan lo absurdo. Parece evidente que la obra de Hitchcock está marcada por su compleja personalidad, pero de un modo similar al que lo están las obras de tantísimos otros artistas. Al parecer, la finalidad del cineasta al rodar esta cintano era trasladar mensaje alguno, sino entretener y emocionar. El propio director lo resumió a la perfección en sus entrevistas con Truffaut:
«…mi principal satisfacción es que la película ha actuado sobre el público y es lo que más de interesaba. En Psicosis el argumento me importa poco, los personajes me importan poco; lo que me importa es que la unión de los trozos del film, la fotografía, la banda sonora y todo lo que es puramente técnico podían hacer gritar al público. Creo que es para nosotros una gran satisfacción utilizar el arte cinematográfico para crear una emoción de masas. Y, con Psicosis, lo hemos conseguido…”
Puedo imaginar la felicidad del director si supiera que, 53 años después del estreno de esta película, muchos siguen sin poder ducharse tranquilos. Y es que la turbación que destila esta Psicosis la ha convertido en un producto imperecedero. En su autoproclamada vocación por entretener, Hitchcock creó una de las obras claves de la historia del cine y nos condenó a mirar eternamente tras la cortina.
Tal vez fue esta declaración de principios lo que hizo que la crítica trivializara alguno de los films y quela Academia de los Oscar se obstinara en negarle la estatuilla. Pero el tiempo demostró que los Cahiers Du Cinema franceses tenían razón, que Hitchcock era un auténtico visionario y que sus películas iban más allá del puro entretenimiento. La complejidad de sus largometrajes, sin embargo, no debe hacernos olvidar su confesada finalidad a la hora de rodar. Más que analizar su obsesión por las rubias o sus perversiones secretas, lo que se me antoja fascinante de su obra es el virtuosismo técnico desplegado, la innovación narrativa, la perturbadora estética de unas imágenes poderosas, icónicas, cuya excelente factura ha dado de mamar a tantos otros creadores. Fotografías de archivo de Psicosis (Warner Bross, 1960)