Marina Abramovic nace en 1946 en Belgrado, capital de Serbia. Hija de padre y madre militares, adquiere de ellos la disciplina, la fuerza y la perseverancia. De su abuela, el otro gran pilar de su infancia y educación, la espiritualidad. Es así cómo, en The Artist is Present se conformaron, con el paso del tiempo, las “tres Marinas”: La heredera del carácter militar de sus progenitores de un lado, la mística por otro, y finalmente la tercera, la Marina que surge de la suma de ambas, la que reflexiona y toma conciencia sobre el discurso que posteriormente materializa en sus obras. Por LARA A. MIRANDA
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Para poder apreciar y establecer un juicio sobre lo que el documental intenta trasladar al público que acuda a verlo, es necesario tener en cuenta ciertas cuestiones acerca de la producción de la artista. Empezando por la gran importancia que toma el cuerpo dentro de las obras de Abramovic, tanto a nivel físico como representativo. El cuerpo es el sujeto y el objeto en la performance. Éste pasa por ser, primero –la herramienta-, parafraseando a la artista, y puntualizando, no obstante que –la voluntad es lo más importante-, puesto que es lo que hace que una pieza permanezca a lo largo del tiempo. A todo esto se suma un componente que nos traslada a una de las facetas citadas al principio: el espíritu. Gracias a él, y sumado a la fuerza que el sujeto adquiera tanto a nivel físico como mental, –el cuerpo puede con cualquier cosa-, sostiene ella.
Desde sus primeras piezas, como Art must be beautiful, la serie de Rythm, o Freeing the voice / Freeing the body, pasando por su época de producción junto a Ulay, (que abarca desde el 75 hasta el 88), donde sus performances abarcan las temáticas derivadas de la dicotomía hombre/mujer (Relation in movement, o The Lovers), se defiende la idea de que el arte debe ser verdadero. Tal y como hubiese señalado décadas antes el polémico Piero Manzoni…
Según Abramovic no existe mejor forma para demostrarlo que la performance. Legitima esta afirmación diciendo que dicha técnica,se diferencia del resto de disciplinas artísticas en el hecho de que «en la performance tienes un cuchillo y un cuerpo, y que si te cortas, sangras. Mientras que en el resto, tienes un cuchillo de plástico y ketchup».
Este compendio de intenciones, frases, y discursos se ponen de manifiesto dentro de la performance que Marina Abramovic llevó a cabo en el MoMa con motivo de la retrospectiva que el museo organizó en 2010 (de marzo a mayo), con el comisario Klaus Biesenbach a la cabeza del equipo. Durante los tres meses que duraba la exposición, varios artistas jóvenes volvieron a representar algunas de las piezas más famosas de la artista. Éstas suponían un recorrido por toda su trayectoria, tanto en solitario como en la época en que trabajó con Uwe Laysiepen (Ulay), pudiendo citar obras como Nude with skeleton, Luminosity, o Imponderabillia. Mientras que Abramovic realizó la performance más larga de toda su carrera.
Por medio del film la pieza y el proceso de creación y preparación se hace accesible a cualquier espectador/a que quiera contemplarla, añadiendo un aliciente: el de ser capaz de observar también las reacciones del público, e incluso de la misma Marina.
The Artist is Present es la obra capital de Abramovic, una declaración que lleva al extremo todo su compromiso con la performance y el arte. En tres meses, permaneció sentada vistiendo tres vestidos (rojo, azul y blanco) completamente lisos, que le cubrían por entera brazos, piernas y cuello. Desmaquillada, peinada con una trenza sencilla a un lado de su cabeza. Inmóvil, prácticamente por completo, con mirada fija, hacia el espectador, que decidía ponerse frente a ella. La intencionalidad se volcaba sobre el espectador, que asumía el papel de receptor dentro de la obra, de la que pasa inmediatamente a formar parte desde el momento en el que se establece el contacto visual con la artista, que asume el rol de emisora.
El mensaje que se quiere transmitir es algo tan puro como la presencia. La sensación, la energía que desprende el acto de “estar”, y por consiguiente hacer testigo directo y sensitivo, al receptor de lo que el arte de la performance supone: resistencia, perseverancia, valor, emoción, sacrificio, riesgo… Sin embargo, Abramovic tomaba a su vez un doble papel, puesto que como en toda comunicación, también recibía una respuesta, que constituía la reacción directa de aquella persona situada frente a ella. Una conexión definitivamente magnética, que terminó con cientos de personas exhaustas, extremecidas, tristes, llorosas, felices e incluso, orgullosas.
En esta ida y venida de sentimientos y trasvase de emociones, la artista padeció dolores, cansancio, desgaste psicológico, hasta el punto en que el director de la muestra, Biesenbach, le propuso abandonar la obra. Como era de esperar, Marina Abramovic no aceptó, ni si quiera consideró, dicha posibilidad. Esta pieza no era una declaración de intenciones como lo hubieran sido el resto de sus obras, sino la demostración de cómo la performance se puede llegar a convertir en vida, y la vida en arte, a la vez que se permite explorar en su genealogía. The Artist is Present pasó a ser durante ese trimestre el aire que la artista respiraba. Tan sólo eso.
Este documental es el ejercicio de reflexión acerca del valor de la performance como arte, como técnica, como medio expresivo… Pero sobre todo como la forma en que Marina Abramovic ha logrado poner los dos pies dentro de la Historia del Arte. No se sabe aún si como, algunos la llaman ya, “la abuela de la performance”, pero sí como una artista capaz de arriesgar incluso su propia vida por dar a conocer sus posicionamientos, llevando su identidad y su cuerpo al límite, haciendo tomar conciencia… Aunque nunca como hasta ahora. Abramovic ha conseguido llevar el público a la catarsis total.