Tras el sold out del pasado miércoles en Apolo Beach House repitieron presencia y triunfo en la jornada del Jueves, con algunas modificaciones en el setlist -la recuperación de Troublemaker fue quizá el principal cambio entre las dos noches- y la misma capacidad para encerrar al público en suburbuja ensoñadora, constatando el excelente estado de forma de su directo, a la altura de las notables marcas alcanzadas por sus últimos discos. Por RUBÉN IZQUIERDO
Consolidadísimos desde Teen Dream, Beach House tocaron el cielo el año pasado con Bloom, disco que habíamos podido disfrutar en formato festival -pasaron por el Primavera Sound- pero no en Sala. La semana pasada pudimos resarcirnos, descubriendo además la elegante y arrebatadora presencia de Marques Toliver. Nombre a seguir
Que la visita de Beach House era uno de los grandes alicientes para la recta final de este invierno que, ahora sí, parece acabarse ya, era una evidencia confirmada al poco de anunciarse el sold out para su concierto en la Sala Apolo de Barcelona, su primera visita en formato sala en mucho tiempo. La gente de Primavera Sound, promotora del concierto, reaccionó bien y programó una segunda noche al poco del mismo, lo que nos dio opción de disfrutar de nuevo de los autores de Bloom, Mejor Disco del año para la redacción de esta casa y grueso de un setlist que dejó espacio además para algunos de los hits más reconocibles de su disco anterior.
Los setlists de la doble noche de Barcelona variaron sensiblemente en cuanto al orden de los temas, aunque en sus dos veladas hubo opción de disfrutar de la mayoría de sus temas más representativos, haciendo bueno aquello de que el orden de los factores no altera el resultado vista la capacidad para emocionar que dejaron las dos veladas barcelonesas.
Y es que los de Baltimore dominan como poco los tempos de su música a la hora de trazar melodías atmosféricas con las que envolver al espectador en una especie de burbuja, que hace de sus temas la válvula de escape perfecta para esta realidad más bien tirando a gris que nos rodea, aplicando una fórmula perfecta que les consagra tanto en sus discos -Bloom sirve como ejemplo evidentísimo a lo dicho- como en sus videoclips o directos, sirviéndonos el concierto de Apolo en el ejemplo ideal de lo dicho.
A esa burbuja hay que añadir la cálida, discreta y acogedora propuesta escénica con la que se presentaron en su segunda noche en Barcelona, transformando el emblemático escenario de la sala en un sensible tapiz cuyas tonalidades cambiaban al son de los susurros de Legrand, cuya capacidad para trascender se mantiene intacta a medida que el dúo agranda su leyenda, sostenida en lo referente a su relación con el público de Barcelona en noches tan especiales como la que nos brindaron en el Poble Espanyol hace dos veranos o con su última visita a la Ciudad Condal, en el último Primavera Sound. Ambas visitas fueron, como se ve, al aire libre, así que el regreso al formato sala había despertado la suficiente expectación como para justificar los dos llenazos en la Sala
Conviene ser justos también con Marques Toliver, telonero de la noche y hacedor de un directo fresco e innovador que cautivó a quien optó por prestarle atención. No debe ser nada fácil abrir para un grupo como Beach House, menos cuando se sube en solitario al escenario acompañado por tan sólo un violín, único instrumento con el que llenó la sala dejando así un bonito recuerdo con el que se premió a la audiencia más madrugadora.
De presencia imponente y carisma arrebatador, Toliver supo hacerse un hueco en la noche alzándose sobre el murmullo propio de la sala que se llena, situándonos en el estado anímico preciso para encarar el torrente emocional que acostumbra a acompañar a Beach House. Puntuales a su cita, Alex Scally y Victoria Legrand aterrizaron con la citada (y acertada) puesta en escena ya comentada, visualmente efectiva a la hora de trasladarnos por los diferentes estados emocionales propuestos por los de Baltimore, evidenciando su excelente manejo de los códigos dream pop.
Wild, Troublemaker… el empaque emocional, casi sensorial, de los temas que integran las publicaciones más inmediatas de Beach House -Teen Dream y Bloom- hallan el camino a quien se dispone a querer seducirnos a través de la ensoñación, alternando así los temas del nuevo álbum con el de su más directo predecesor, tal y como lo explica la presencia en el set de temas como Norway -presencia obligadísima, claro- y Walk in the park, otra de esas invitaciones a la ensoñación más absoluta. Other people y Lazuli cerraron el primer tramo de la noche, con la partida ganada de entrada y la emoción lejos de ser contenida.
Silver house, The hours y On the sea nos guiaron por el eje central del concierto, con la banda -presentada en esta ocasión en formato trío- desplegando los mejores temas de su díptico particular. Legrand, expresiva desde los teclados aunque casi cerrada en sí misma, con una interactuación discreta con la sala, marcó los tempos enfilando la recta final del concierto con hits del tamaño de Zebra, uno de los clímax del disco anterior, y Wishes. Take Care y 10 Myle Stereo, con la aclamadísima Myth de por medio, sirvieron para cerrar el concierto antes de los dos bises con los que reaparición en plena ovación, integrados por House on the hill -un guiño al fan más fiel- e Irene, rúbrica final para la noche, un setlist modificado como decíamos en su orden respecto al presentado el día antes en la misma sala, dotado igualmente de un peso emocional lo suficientemente agudo para satisfacer a una parroquia devota, atrapada en ese discurso ensoñador marca de la casa que emocionó desde los primeros acordes de Wild.