Si, como dicen, el blues tiene alma, parece evidente que durante un tiempo estuvo reencarnada en la figura de este enorme guitarrista, Albert King. Técnica excepcional y sensibilidad confluyeron en unas manos prodigiosas. El disco que sugerimos hoy es una buena muestra de ello. Por ALBERTO J. PUYALTO
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Hay pocas experiencias más orgásmicas que escuchar un solo de Albert King. La calidez de sus interpretaciones y el inigualable tono de su célebre Flying V conmueven y excitan a partes iguales. Ello resulta especialmente notable si comparamos el minimalismo de sus improvisaciones con las de muchos otros guitarristas. King no precisó de grandes aspavientos para cautivar a su público: un sencillo repertorio de licks –caracterizado por un bending estremecedor– le resultó más que suficiente para escribir algunas de las páginas más apasionantes de la historia del blues.
Para los amantes del género, la figura de este genio de 1,90 m. de altura y más de 100 kgs. de peso es toda una inspiración. Su imponente constitución física, unida a una voz suave y aterciopelada, le valió el sobrenombre de The Velvet Bulldozer. El apodo quedaba justificado, además, por una innata capacidad para combinar sensibilidad y energía en su manera de tocar la guitarra. Y es que Albert King era un portento de la naturaleza en el sentido más amplio; sus actuaciones sobre el escenario denotaban ese carisma tan natural de los cantantes de color, pero también daban muestra de una técnica singular y refinada que pronto le convirtió en leyenda.
Al contrario que la mayoría de músicos zurdos, King nunca adaptó la guitarra invirtiendo el orden de las cuerdas, de modo que las notas más agudas de su instrumento se hallaban siempre en la parte superior de la guitarra. Al efectuar los bendings hacia abajo –en el sentido contrario al que resulta natural–, gozó de mayor flexibilidad que otros guitarristas, obteniendo además un vibrato destacable. Por otro lado, la fuerza de sus manos estiraba las cuerdas de un modo tan brusco que Lucy, su amada Flying V, emitía un sonido feroz, casi chirriante, que paradójicamente resultaba dulce como ningún otro.
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Todos estos detalles le otorgaron un cariz realmente particular como solista. Muchos otros guitarristas trataron de emularle, y algunos de ellos como Hendrix, Clapton, Gary Moore o Steve Ray Vaughan se vieron intensamente influidos por su manera de tocar, teniendo después la fortuna de compartir grabaciones o escenarios con King a lo largo de su carrera. En realidad, puede afirmarse que el blues no sería lo que es hoy en día sin sus valiosas contribuciones.
Paralelamente, la figura de Albert King es recordada por el peculiar modelo de guitarra que utilizó casi desde sus inicios. La historia de la Flying V tiene comienzo en 1959, cuando Gibson tuvo la idea de lanzar un modelo de corte futurista que no obtuvo una buena acogida comercial. Al poco tiempo dejó de fabricarse, sin embargo, cuentan que para King el encuentro había sido un auténtico flechazo. Ninguna otra belleza consiguió seducirle a lo largo de su carrera, y juró fidelidad a esta exótica maravilla. El modelo resurgió con fuerza en 1966 y su uso se extendió durante los 70, especialmente entre los guitarristas de hard rock y heavy metal. Pese a todo, la figura del músico de Mississippi sigue ligada para siempre a la Flying V y forma parte de la historia misma de Gibson.
El álbum que hoy traemos recoge algunas de las mejores grabaciones realizadas por Albert King durante la década de los 60. Tras su asociación con la famosa discográfica Stax, el músico cosechó importantes éxitos, la mayoría de los cuales aparecen recogidos en este LP.
Temas como Born Under Bad Sign o Crosscut Saw son ejemplos clásicos de un estilo inconfundible, en el que se puede intuir ya la futura evolución hacia un estilo más funky que King abrazaría en años posteriores. Otras canciones como You’re Gonna Need Me o Oh, Pretty Woman son muestras del característico sonido al que antes hacíamos mención, y en el que la Flying V ofrece solos dotados de una amplia paleta de agudos, con tonos saturados al más puro estilo vintage.
Finalmente, encontramos baladas notables como Personal Manager o As The Years Go Passing By que nos sirven para apreciar la melosa voz que hizo legendario como cantante. En definitiva, un álbum completo, con un título incuestionable, y que a mi parecer sirve a las mil maravillas para iniciarse en la música de este prodigio de las seis cuerdas.
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