Este año vais a ser 30.000 ahí dentro”, nos advierte en tono confidencial el guardia de seguridad del cámping. Como que te entra calor al oír ese dato y más si te engancha entrando a un viejo estadio (La Vieja Condomina) cargando una tienda two seconds, la nevera con pechugas de madre preocupada y una maleta de dos días, pero “de vete a saber tú si el tiempo se gira y voy a necesitar ocho modelitos más”. Una crónica de IN-EXPERTAS SONORAS: ANDREA GÓMEZ y ANNA PACHECO

El fin de semana empieza bien, bueno mal. Muy precipitadamente nos plantamos ahí el jueves, a imagen y semejanza del año pasado, con la sorpresa de “uy, este año el jueves no vamos a abrir el cámping hasta el viernes a las 12”. Ah bueno, ningún problema, las acampadas en la calle están de moda, espera que recorro los 655 kilómetros de vuelta hasta Barcelona y mañana vuelvo. Pues no. Porque unas son muy apañadas, y pensaron ¿si? ¿queréis recortar en personal y abrir un día más tarde? Pues aquí en la puerta que acampamos, cual concierto de Justin Bieber en horas tempranas. Y que se quite Samanta Villar de en medio que ya podemos decir que hemos dormido en una calle de Murcia. Y tras este momento de indignación al estilo ‘Señores del SOS 4.8, no todos somos de Murcia, gracias’, a las 12 del viernes entrábamos muy dignos al cámping.

Entrar en el cámping significa cosas. Cosas como que, de repente, ya estás en ese microclima de festival que te hace creer (muy dolorosamente) que ya es verano. Pero estamos en mayo. Aún así la gente en dos minutos saca bikinis, pareos, monta las tiendas en un periquete (qué gracia lo de los dos segundos de montarla y los 32 minutos de desmontarla). Y dices “hola” al Polyclean y qué tal y que si se acordará de ti el año pasado. Y a pasar horas ahí metidos, porque este año el festival hacía horario de RECORTES y sólo abría por las tardes. Así que no había tanto SOS voces ni tantas exposiciones ni tanto culturismo gafapastil de buena mañana. Ahí lo que se lleva es el ‘gradarismo’, término acuñado por cualquier SOSer. Básicamente consiste en matar las horas sentado en esos asientos de plástico esperando que ocurra algo. La gente, por lo general, suele comunicarse de tienda a tienda a “grito pelao” y los chicos gritan a la chicas que salen de la ducha enseñando el culo. Y mientras tanto, tú, como espectador, puedes limitarte a comer un trozo de fuet o  tomarte el gintonic de las cuatro. Y entonces llega un señor Dj (perdonen desde aquí el desconocimiento, pero no se dió a conocer) encima de una furgoneta de Red Bull y, como si se tratara de un discípulo pipiolo de Dj Amable, se dedicó a amenizar el día con temazos pedazos propios de la lista ‘todos los éxitos indie del ayer y el hoy’ de Lastfm. También amenizó la hora de la siesta, desde aquí un cálido abrazo.

Y bueno, como siempre, al tema. Podríamos hacer un diario de “Mi vida en una Quechua” pero lo dejaremos para otro día. Hablemos del festival, que es lo suyo. El festival. Ahí había mucha gente. Y cuando decimos mucha gente es más de lo normal. Con 28.000 abonos vendidos, según la organización, el SOS de este año prometía ser un “agarrate a tus amigos, porque como los pierdas, te quedas solo hasta el domingo[1]. En los grandes conciertos como The XX o M83, ojo con saltar y clavarle el codo a ocho personas de una tirada. ¿Es bueno o malo? Para la organización y los tiempos que corren y la música (ya de por sí maltratada) buenísimo, para los que estábamos acostumbrados al SOS, como ese festival familiar de pocos amiguetes y espacio vital para respirar, pues es un golpe duro.

Kakkmaddafakka al completo, haciendo de las suyas

Kakkmaddafakka al completo, haciendo de las suyas

Pero no pasa nada. El viernes amanece bonito como de ponerse muy guapos con vestidos y faldas de muchos colores. Y arrancamos con Kakkmaddafakka, a los que teníamos muchas ganas y no solo por el hecho de ser noruegos, que eso siempre es un plus. Empiezan con una canción del nuevo disco, Bill Clinton (precioso videoclip con nuestro precioso marido y actor Michael Cera). Bien. Cada vez que hacen “uuhh uuh don’t get me wrong, she got nice style too…” sólo queremos que sigan ahí y que si todo el nuevo disco va en esta línea, devoción hasta el fin de sus días. Touching y Make the first move despertaron los ritmos bailables del público, porque si algo tienen por la mano este grupo de multitudes encima el escenario (eran 6, en modo hiperactivo) es eso. Bailar/nos hasta el fin de sus días, con esos dos coristas-danzantes que parecen salidos de un videoclip de Rafaella Carrá. Gracias por esos movimientos. Hasta aquí el momento groupie. En fin, no. Porque le siguen Restless y Your Girl, una detrás de la otra, en lo que es casi podemos definir como una explosión de felicidad muy pura. Nosotras, entornando cabeza derecha-izquierda-derecha-izquierda. Y ahora un salto y ahora otro. Y el teclista que se nos queda sin ropa (¡sin ropa!) ahí en medio del escenario. ¿Sabéis cuando un grupo disfruta más del concierto que los propios asistentes? Pues así de contagioso. Y para acabar un guiño, cambio de registro, as en la manga en forma de “Haló” de Beyonce por parte de uno de los coristas que creemos que sufrió un arranque por el calor murciano. Y sí, se confirma, el público del SOS 4.8 se sabe las letras de Beyoncé. Postureo rules. En cualquier caso, todo nuestro Amor les profanamos. A los seis.

Teníamos dolor de barriga, nervios, malestar. The XX, por fin, ahí, en su postura entre seria, tímida y erótica… tan entrañables y de riguroso negro, con luces por el suelo, mucho humo y oscuridad. Romy y Oliver en primer plano y Jamie en un pequeña pedestal como director de orquesta con sus movimientos rápidos, efectos y tinglado. Y jugaron con las luces, y con los sentimientos, porque esas percusiones y esas voces son de llegar muy dentro y piel de gallina. The XX, primeros reyes del SOS.

Primeros reyes del SOS

Acotaciones de In-Expertas Sonoras para el concierto de The XX

Después de esto uno ya se podría ir a casa y darse por servido, porque está gente de The XX no será de conciertos al aire libre ni grandes formatos, ni los reyes de la fiesta, ni la alegría explosiva pero…¿y qué? Si alguien puede ofrecer un directo tan bien cuidado en un festival y levantar al público con voces dulcificadas que hable ahora o calle para siempre.

Y 12 de la noche “¿solo son las 12?”, un clásico. Aún queda. Tenemos grandes expectativas con Hola a todo el mundo. Nosotras, siempre arduas defensoras de los águilas imperiales -entiéndase en el buen sentido, claro-, de las banda-orquesta -a lo Arcade Fire multifestivo- que salen con capas al escenario  y se pintan los ojos  de rojo y azul. Nosotras, eternas protectoras de los violines y las panderetas y todo lo que suponga un canto a la vida. A nosotras, dejémoslo claro ya, nos gustan los bosques y la magia. Y nos quedamos sin nada de eso. Adiós a los cánticos aventureros, a estela castiza, al himno león comunión y las odas de campanillas. Y nos diréis: “sabíais a lo que ibais”. Ultraviolet Catastrophe (2012) ya pintaba a oscuridad. Y os contestamos: “pues no, no sabíamos a lo que íbamos”. Porque, ante todo, nos gustan las bandas que no se arrepienten. Que vuelven a los clásicos -y más si son genialidades como los suyas- sin remordimientos. Porque, señores, estamos en un festival y a todos no nos encanta tu nuevo disco. No nos obliguéis. Presentádnoslo, pero sin presión. ¡Dadnos tiempo! Jopé, que sois buenos, que os queríamos, que os queremos. Y nos da igual enfrentarnos a todos los de ‘uy, pero si han evolucionado’, ‘se han reinventado, ahora eso sí es música de verdad’ o ‘son los Explosions in The Sky castizos’. Pues muy bien. Vale. Pero para las servidoras que escriben este artículo, los Hola a Todo El Mundo de hace dos años eran algo genuino, único y brillante de aquí, de casa. Hatem Prayer, Making Your Mum Your Best Friend, Inuit Tale, Número Nadie. En fin, que nos quedamos tristes y muy faltas. Por suerte, nos contentaron con Choose your own adventure para cerrar. Mitiquisimo, pero insuficiente. Queríamos más. [Ya nos haréis llegar los correos bomba a nuestra dirección, fans del nuevo disco] Y a otra cosa mariposa.[2]

Crystal Fighters // Fotografía cedida por SOS, Equipo Helmet

Crystal Fighters // Fotografía cedida por SOS, Equipo Helmet

Como íbamos con ganas de capas brillantes, cintas en el pelo y purpurina por los aires lo de Crystal Fighters fue como medicina en sobre. Y ahí estaba Sebastián como profeta de una nueva religión con una casaca de lentejuelas y sus movimientos de brazo cual pastor con discurso de amor eterno. Letras gigantes en el fondo dieron comienzo a una vieja conocida, Solar System, que convirtió al público en una masa uniforme que no paraba de dar saltos locos. Champion Sound y Follow continuaron ese viaje delirante en el que todo el grupo parece embarcarse y que es de fácil contagio. Y a la gente que le encanta corear esas letras y ellos que se crecen. También hubo presentación de algunos temas del nuevo disco, Cave Rave, que sale el 27 de mayo (¡ya! ¡ya!) como Wave que con su pegadizo estribillo de We are in the same wave no bajó las revoluciones del público. Y serviría como estudio científico sobre cómo conseguir una buena acogida de un nuevo tema la llegada de Love is all I got. El público la esperaba, impaciente. Y fue una verdadera explosión. Una versión menos electrónica y más contagiosa sonó en Murcia y gustó. Final de meterse al público en el bolsillo con At Home y Plage, que podría ser el himno festivalero por excelencia de buen rollismo, sol y sensación de casi-verano. Y salida triunfal, un I love London que vuelve histérica a la gente con ese ‘hola me llamo mimi’ que ya es un clásico. Bien servido, bien celebrado, bien bailado, y un buen pasárselo bien de un grupo con carne de festival.

Lo de Modeselektor ya era otra fase. Otro nivel. Es la hora de la electrónica, cuando acaban las voces en directo y entran las bases de sintetizadores a porrillo. Este año ha habido grandes nombres dentro del subcartel de la electrónica, para algunos una buena apuesta, para otros un uso y abuso de este formato. Son altas horas de la noche: ¿qué queréis si no es bailar fuerte? Nosotras habíamos visto a Modeselektor en el Sónar del año pasado y es como muy difícil definir en palabras semejante apoteosis de beats. Esto es lo que llamamos en el mundo moderno: la locura. “Hija, no tomes drogas”. Vale, madre. Mientras algunos desertan, como servidora 1, servidora 2 no quiso dejar el listón bajo en eso de “aquí se aguanta hasta que reviente un gemelo”. El dúo alemán no trajo nada nuevo, visto un live, vistos todos, aunque estos locos experimentales del techno siempre sorprenden con algún giro entre temas.

Y en el escenario Jagger, los Djs ElyElla con remixes variopintos desde Yeah Yeah Yeah a Mumford and Sons, pasando por Die Antwoord o el clásico “I love it” de Icona Pop. Eso está muy bien, a las seis de la mañana anima a cualquiera. Y en el tercer escenario, el SOS Club -reservado para DJs y electrónica- ese espacio pequeño entre piscina y tabla de mezclas, estaba Zoólogico Club, capaz de revivir a los muertos y tener entre el público gente con pelucas raras y disfraces de animales. Lo suyo es un festival propio, bien conocido por los madrileños fieles a la Sala Marco Aldany (suertudos). Y tras esta ruta del bakalao por los últimos estragos musicales de la noche del viernes, hora de volver a casa, al cámping, a la tienda. Y bueno, intentar no equivocarse y acabar en la tienda two seconds color verde número 2.345. Por aquello de no levantarse al día siguiente con quien no toca.

Guardar la pulsera este año lleva premio!

Guardar la pulsera este año lleva premio!


[1]Reflexión necesaria: amigos, en el SOS, los iPhones mueren y el whatsapp te abandona. Eso te deja en un estado de indefensión total, pero (y aquí está lo maravilloso) te evita de mensajes auto-humillantes a las 4 de la mañana. Eso es bien.

[2] Reflexión necesaria (II). Hace poquísimos días llegó a nuestros oídos el grupo  “La casa del árbol” (muy nuevo) gracias a un amigo nuestro y genial descubridor de perlas (hola, Xavi). El grupo, proyecto paralelo del batería de Hola a todo el mundo, Joshua Díaz, junto con Dan Hammond, es un SÍ muy grande. A estas alturas, no hace falta decir que el neohippisimo nos va demasiado. Alegría pastoril y muchas ganas de verlos en directo. Esto va ser el himno de nuestra primavera, señores y señoras. Este grupo se merece un ramo de flores. Un gran ramo de flores.