Hace unas semanas Vandalog, web de referencia sobre arte urbano a nivel internacional, publicaba un artículo que reabría el eterno debate (pero no por ello menos necesario) sobre el papel que el arte urbano debe jugar en la sociedad. En estos tiempos de comercialización y marketing feroz, ¿sigue cumpliendo el arte urbano el papel social que tenía en sus inicios?. Por CARMINA RODRÍGUEZ
El artículo en cuestión habla sobre el caso del ASAF 2013 (Athens Street Art Festival), un festival de arte urbano organizado en junio con el objetivo de tratar el tema de la crisis económica y la situación social del país heleno, así como discutir el papel movilizador y de cambio social que el arte urbano puede jugar en una época de crisis como la que atravesamos. Hasta aquí todo bien, parece una propuesta más que interesante. El problema llega cuando la organización del evento decide no incluir a ningún artista ateniense en un festival realizado en Atenas. Ante esto, Bleeps, un conocido artista urbano griego, decide hacer un mural para quejarse sobre la comercialización y la politización del arte urbano.
Todo esto hace brotar diferentes reflexiones. En primer lugar, no pensemos que esto nos es algo ajeno. El arte urbano ha pasado a lo largo de las últimas décadas de ser algo ilegal y subversivo a ser parte del paisaje cotidiano de muchas ciudades. España cuenta ya con un buen puñado de artistas reconocidos internacionalmente y, a la vez, se está convirtiendo también en el germen de grandes desastres e incoherencias que ponen de manifiesto que el papel de denuncia que se le supone a esta disciplina está en serio peligro. En este sentido, Málaga se está convirtiendo en un ejemplo paradigmático de cómo no gestionar un proyecto en torno al arte urbano. Pero ya hablaremos de este tema con más profundidad.
Como decía al inicio, éste es un debate ya bastante tratado, pero que estará más y más presente en la medida en que el arte urbano se siga convirtiendo en fenómeno de masas. Quizá la aportación más irónica y a la vez más acertada la hacía Banksy, uno de los grandes responsables/culpables de esta globalización que el arte urbano ha sufrido en los últimos años. Consciente de que, en contra de su objetivo inicial, sus obras se están convirtiendo en objetos de culto, el artista inglés grabó en 2010 la película/documental Exit through the gift shop. La cinta, que aún no sabemos si iba en serio o era una gran carcajada de Banksy en nuestras caras, trata de manera satírica este tema, que tiene aun más calado en países como Inglaterra o Estados Unidos, donde el arte urbano cuenta con mayor tradición.
Al hilo de todo esto, surgen muchas contradicciones inherentes al panorama actual del arte urbano. En primer lugar, nos estamos encontrando con multitud de exposiciones de arte urbano en museos. El hecho en sí de encerrar en interiores obras que están hechas para estar en la calle es, cuanto menos, llamativo, pues no deja de ser extraño ver en un museo obras concebidas para ser vistas en la calle. Es el caso de la exposición At home I’m a tourist, la colección privada de Selim Varol que ha pasado por algunos museos europeos con muchísimo éxito. Selim Varol es un coleccionista alemán que durante los últimos años ha conseguido hacerse con una espectacular colección de obras relacionadas con el arte urbano. ¿Coleccionar arte urbano? Sí, eso mismo. Hace unos meses la exposición recaló en Málaga y, pasada esa sensación rara inicial de ver un Banksy colgado en la pared de un museo, la colección da mucho de sí.
En ella se podían ver desde obras de artistas tan consagrados como el propio Banksy, JR, Os Gemeos u Obey, hasta bearbricks diseñados por Daniel & Geo Fuchs. Éstos últimos, al salir por la tienda de regalos, se podían comprar en ediciones limitadas que llegaban hasta la módica cantidad de 1100 euros. Y aquí nos encontramos con dos nuevas reflexiones: ¿son los bearbricks arte urbano? Rotundamente no. Pero ocurre como en cualquier disciplina o arte que empieza de manera minoritaria y acaba llegando al gran público: se acaba metiendo todo en el mismo saco, a veces como estrategia comercial y a veces por pura ignorancia. Ya lo debatimos en Shook Down en relación a la música independiente. En este caso concreto se trata de una mezcla entre mercadotecnia y una nula labor de comisariado por parte del museo. Por otra parte, ¿es lícito cobrar (o pagar) estas cantidades de dinero por una obra de arte urbano a la que se le presupone un trasfondo social? Aquí entramos, entre otras cosas, en el terreno y a la vez interesantísimo debate de las ediciones limitadas, que también tendremos ocasión de tratar.
Evidentemente es, como todo, una cuestión de opiniones y por tanto de múltiples respuestas. Pero, más allá de eso, no podemos olvidarnos que estamos hablando de arte urbano, y éste debe tener un mínimo de coherencia y de responsabilidad tanto por parte del artista como de los que lo gestionan, más si cabe en los tiempos que corren, en los que tanta urgencia hay de responsabilidad social. Tampoco quiero irme al extremo y decir que todo el arte urbano tenga que ser una denuncia social explícita, pero sí que debe aportar algo. Se me ocurre, como muestra, el trabajo del francés OakOak, que hace pequeñas bromas integradas en el mobiliario urbano que seguro que consiguen arrancarle una sonrisa a quien pase por al lado…
Ojo, que no estoy diciendo que los artistas tengan que trabajar gratis, mucho menos cuando participen en proyectos, ya sean públicos o privados, donde se manejan cantidades importantes de dinero. Los artistas, del tipo que sean, tienen que encontrar una manera de ganarse la vida con lo que hacen. Como fotógrafa (y seguro que esto les sonará a otros muchos creativos, como diseñadores o ilustradores, por ejemplo), estoy más que acostumbrada a que lleguen amigos/vecinos/primos lejanos/amigos-de-la-infancia-que-ni-recordaba que aparecen de debajo de las piedras y que piden trabajos gratis. “Pues ya que vienes, ¿tráete la cámara, no?” es un clásico en el caso de los fotógrafos.
En mi opinión, y aunque seguro que hay más de un aprovechado por ahí, creo que se debe más, de manera general, a que nos falta cultura visual que a una deliberada mala intención. Aunque hay muchos artistas urbanos que hacen muchos proyectos por inquietud, por interés en determinados temas sociales o por simple diversión, el ideal romántico del artista queda ya lejos y el hecho de hacer un trabajo que te guste no quiere decir que no deba ser remunerado. Nada más lejos de la realidad.
Sin embargo, si alguien se dedica al arte urbano, debe encontrar un equilibrio y una coherencia personal que consiga que su mensaje social no quede desvirtuado por cuestiones tanto económicas como éticas. Volviendo a Banksy, que es un caso bastante paradigmático, recientemente hemos visto cómo se ha subastado, no sin mucha polémica, una de sus obras más representativas: Slave labour. La obra, que se retiró del muro sin saber muy bien cómo ni por quién, se subastó por 750.000 libras el pasado mes de junio. Es decir, un mural que critica el trabajo de niños asiáticos en condiciones inhumanas, vendido por una cantidad obscena de dinero. ¿Contradictorio, verdad?
Nada ha tenido que ver Banksy con todo esto, que ya ha dejado bien claro en muchas ocasiones estar en contra de todo esto, y por supuesto que quedan artistas que mantienen su integridad a pesar del éxito internacional. Además de los ya mencionados Banksy y JR, son buenos ejemplos el español Escif, que está reflejando muy activamente la realidad social actual, o el mexicano Saner, un artista muy implicado con los acontecimientos de su país y muy vinculado con la arraigada tradición muralista mexicana. Permaneced atentos porque pronto tendremos oportunidad de realizar una colaboración con él.
En el lado contrario, encontramos casos como el de los bearbricks o el del también paradigmático, aunque en el otro extremo, Obey. Shepard Fairey, el artista bajo el pseudónimo de Obey y autor del famoso póster de Obama que tanto se usó en su primera candidatura a la presidencia (y con una curiosa historia, despierta sensaciones encontradas que vienen de la extraña mezcla entre trabajos muy comprometidos socialmente y el imperio, sobre todo textil, que ha construido alrededor de ellos. O lo que es lo mismo, el artista, Shepard Fairey, queda enterrado por la marca, Obey.
El arte urbano se encuentra en plena efervescencia y con multitud de frentes abiertos. Y aquí los iremos tratando.
Créditos de las fotos:
- Banksy: foto de su web www.banksy.co.uk
- Bleeps: foto de su web bleeps.gr
- Daniel & Geo Fuchs: bearbricks. Carmina Rodríguez, imagen de la exposición de Selim Varol, At home I’m a tourist, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga
- Escif: foto de su cuenta de Flickr
- Jr: Carmina Rodríguez, imagen de la exposición de Selim Varol, At home I’m a tourist, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga
- OakOak: foto de su web oakoak.canalblog.com
- Obey: imagen de Wikipedia
- Saner: foto de su cuenta de Flickr
Webs
- Banksy: http://www.banksy.co.uk
- Bleeps: http://bleeps.gr
- Daniel & Geo Fuchs: http://www.daniel-geo-fuchs.com/
- Escif: http://www.streetagainst.com/
- JR: http://www.jr-art.net/
- OakOak: http://oakoak.canalblog.com
- Obey: http://www.obeygiant.com/
- Saner: http://saner.com.mx/