Configurada como un documental con tintes de ciencia ficción , la película de Mauro Herce se presenta como un ente extraño de difícil clasificación. Herce con una trayectoria a sus espaldas como director de fotografía se estrena esta vez como director. Por ANA MARTÍNEZ

La película ha tenido ya un recorrido por multitud de festivales, consiguiendo el premio especial del jurado en el festival de Locarno. Y es que la cinta de Herce se convierte en un juego hipnótico de imágenes de difícil clasificación, imágenes que quedan en el limbo de una especie de imaginario interior que dan la sensación de estar inaugurando algo nuevo.

Dead Slow Ahead nos acerca a la travesía de un enorme buque de carga, sus magnitudes, su arquitectura, sus formas, nos adentran en un viaje que parece el de otro mundo. Las máquinas filmadas con detenimiento; las enormes dimensiones de las salas de almacenaje o de las cubiertas; los paisajes que rodean el buque y entre todo, la anecdótica presencia humana que aparece como algo lejano e inaccesible.

Nos posicionamos como entes extraños frente a imágenes que nos resultan sólo familiares por su parecido a las arquitecturas de la ingeniería aeroespacial de la ficción. Herce configura una mirada que está muy cerca de la ciencia ficción, fascinado por la máquina y sus tempos, como lo hiciera el futurismo vanguardista de principios de siglo. A estos dos elementos se suma un cierto recuerdo al ejercicio de la trilogía Qatsi de Godfrei Redgio. Aunque en esta ocasión en lugar de acelerados, lo que observamos son planos, en su mayoría fijos, que miran con detenimiento y sin prisas.

Herce sabe crear una atmósfera fascinante a través de una impecable fotografía y composición, a lo que se une la cadencia repetitiva de su banda sonora: un ejercicio de composición magnífico por su calidad inquietante, e incluso, amenazante, que a la vez se encarga de revelar la enormidad de las imágenes que contemplamos.

Se le puede reprochar a Herce que a pesar de tener un lenguaje visual contundente e hipnótico, exista una cierta sensación de falta de hilo que nos invite a la reflexión más allá de la pura fascinación por lo contemplado. El mismo Herce declara que no hay ningún “ánimo de denuncia o panfleto sociológico”, pero esta huida hace que se eche en falta un cierto giro de reflexión que dote de peso a la cinta, evitando que caiga en lo esencialmente formalista.

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Se le puede reprochar a Herce que a pesar de tener un lenguaje visual contundente e hipnótico, exista una cierta sensación de falta de hilo que nos invite a la reflexión más allá de la pura fascinación por lo contemplado. El mismo Herce declara que no hay ningún “ánimo de denuncia o panfleto sociológico”, pero esta huida hace que se eche en falta un cierto giro de reflexión que dote de peso a la cinta, evitando que caiga en lo esencialmente formalista.