¿Era necesario un nuevo remake de una obra universal tantas veces adaptada como Cumbres Borrascosas?. ¿Aporta algo nuevo al mito Heathcliff Andrea Arnold?. Y hablando de la cineasta, ¿ha sido leal con sus propios principios estéticos a la hora de llevar a cabo su primera adaptación literaria o ha caído en el encorsamiento de los tópicos? Preguntas complejas con infinidad de respuestas posible. Mientras dejamos que cada uno extraiga las que crea convenientes, acerquémonos a su última aproximación. Por ART VANDELAY

La niebla de Yorkshire, un protagonista más en el film de Arnold

Ficha Técnica: Wuthering Heights, 2011
Dirección y guión: Andrea Arnold
Intérpretes: Kaya Scodelario, James Howson, Solomon Glave, Shannon Beer, Steve Evets.
Fecha de estreno: 30/03/2012

Un granjero de Yorkshire, durante un viaje a Liverpool, encuentra por las calles a un chico sin hogar y se lo lleva consigo a casa para que viva allí como parte de su familía, en los ailsados páramos de Yorkshire, donde el chico forja una obsesiva relación con la hija del granjero

[youtube id=»kUWOCd894-Q» width=»600″ height=»350″]

Algo extraordinario pasó en la ceremonia de los Óscars de 2005, cuando la Academia puso a competir en pos del Óscar al Mejor Cortometraje de Ficción a dos talentos asombrosos como el de Nacho Vigalondo -competía con su célebre 7:35 de la mañana– y Andrea Arnold, que hacía lo propio con Wasp. Casi siete años después de aquello los caprichos de la cartelera han querido que ambos estrenen sus últimas propuestas cinematográficas con apenas siete días de diferencia en España. Vigalondo estrenaba el pasado mes de marzo su celebrada Extraterrestre, y siete días después Arnold cerraba el citado mes con su último film, una versión muy personal de Cumbres Borrascosas  con la que la autora de Tank Fish se examinaba tras los éxitos logrados con anterioridad.

En su peculiar disputa por el Óscar ganó Arnold, aunque en realidad podría decirse que lo hicieron los dos, sobre todo por lo bien que han sabido llevar su carrera desde entonces. De Vigalondo ya apuntamos la semana pasada lo bien que ha sabido sostener su carrera tras el boom que suposo 7:35 de la mañana y el acertado equilibrio que le ha dado a su filmografía, siempre a caballo entre el humor y la ciencia ficción, felizmente unidas en su última propuesta, mientras que Andrea Arnold se ha hecho fuerte con el cine social dotando a sus films de denuncia una sonada vía autoral que no desprecia en su última película, puede que el reto más complicado de su carrera al tener que hacer frente a un clásico tan aposentado en el imaginario colectivo como el de Cumbres Borrascosas.

Heathcliff y Cathy, de jóvenes al inicio de la trama

Muy apreciada por la crítica a la hora de hacer frente al citado cine de denuncia -las referencias a Ken Loach han sido constantes en la promoción de Cumbres Borrascosas– y con un estilo visual inconfundible, apoyado en el nervio que da la cámara en mano, metodología que según ella ha comentado le ha ido más que bien a la hora de dar tranquilidad a los actores no profesionales que han intervenido en el film, Arnold tenía en Cumbres Borrascosas el considerable reto de mantener la esencia de su cine partiendo de un material ajeno tan manido como el de la novela de Emily Brontë, reto del que sale indemne haciendo suyo el relato tanto en la forma como en el fondo.

Así, Arnold desprecia el acadeicismo y nos presenta sus Cumbres Borrascosas despojada de elementos barrocos o superficiales hasta niveles extremos. Su versión carece de banda sonora, muestra muy pocos diálogos (los personajes hablan poco, y cuando lo hacen nos sacuden en el alma con proclamas desgarradoras) y se presenta como un ejercicio sensorial de primer orden, donde la naturaleza se nos muestra de modo salvaje y todo -el barro, los animales, la neblina misma que cubre la granja donde se desarrolla la trama- se asocia para estrechar el círculo del drama que sacude a los personajes.

Kaya Scodelario, en una imagen promocional del filme

La cineasta decidió, con buen ojo, separar el núcleo de actores profesionales y amateur según la escala social de los mismos, una apuesta valiente y arriesgada que le sirve para acentuar el lado más salvaje de la familia de Cathy -el entorno de Heatcliff, a fin de cuentas- y los más amanerados de los Linton, interpretados por actores profesionales, decisión que le sirve además para plantear temas universales ya presentes en el libro original y vigentes hoy con desgarradora actualidad: las desigualdades sociales, el racismo y temas que Brönte consideró esenciales a los que Arnolds no ha querido renunciar. «La novela era gótica, feminista, socialista, sadomasoquista, freudiana, violenta y visceral«, cuenta la cineasta en las notas de producción al tiempo que apunta que, «aunque ningún intento le haría justicia al libro, había que probarlo«.

Comenta a su vez Arnold que uno de los elementos que más le fascinaron desde siempre la novela era el elemento «salvaje» introducido por Heathcliff -y presente también en la asilvestrada Cathy, algo que despierta las críticas del pueblo y el desasosiego de su padre-, algo sobre lo que no ha podido dejar de reflexionar a lo largo de los años. «La presencia de lo extraño, el invasor… quise hacer la película por Heathcliff«, comenta mientras señala como clave para entender el film, y con él la novela, es el de plantearse «como le trataron de niño, la brutalidad, y en que le convierte todo ello«. Para la directora, que Cathy revele en el libro que ella misma es «Heathcliff» prueba que en realidad Brontë también lo es. Y con ella, todos podemos serlo.

La celebérrima novela de Brontë ocupa por derecho propio un espacio sagrado entre los grandes de la literatura. Algunas de las versiones vistas en los últimos años no le hacía la justicia que su misma grandeza merecía. No es el caso de esta. Con Andrea Arnold, el mito vuelve donde se merece, la naturaleza recupera su estado agreste y las miserias del ser humano siguen allí donde Brontë las dejó. En las neblinas de la cumbre.

Cartel de la película para el mercado anglosajón