«Si no vas a ser testigo, no mereces tener voz», abren Lullavy en «Quien esté ciego para ver«, el tema con el que arrancaba su primer LP, Ruina. El proyecto integrado por Saúl Ibáñez (voz, guitarra), Guillem Bonet (bajo) y Ernest Gómez (batería, visto previamente en Wann y Salina, poca broma) firmaba el pasado mes de octubre su trabajo más potente hasta la fecha, un disco en formato largo que aunaba el trabajo en común de estos tres músicos y amigos, poniendo de paso el colofón al proyecto iniciado en solitario por Ibáñez en su Sevilla natal.
Partiendo de referentes comunes como Sonic Youth o Fugazi, Ruina es la guinda de esta primera fase vital para la formación, una larga senda que arrancó en 2010 con el EP en solitario Cuatro (Discos Perdidos, 2010), que tuvo en el seminal Conjuro (Martinete Discos, 2014) su primer motor de cambio. Desde entonces han compartido bandas con bandas y proyectos afines (de Glitterhouse a Retirada!, pasando por Please Wait o Elora), sentando las bases para un trabajo presentado desde las vísceras en el que se conjugan las potentes letras que alumbran el camino con la compenetración musical del trío, todo ello para pasar con nota el trance de ese primer largo que se revela ya como una pequeña joya del circuito subterráneo de la ciudad. Tan honestos como necesarios, os dejamos con Lullavy y el camino que les ha traído hasta aquí.
Texto: R. IZQUIERDO | Fotografía de portada: CLARA ROMÁN
Actualmente os presentáis como formación en formato trío. ¿Qué tal si recuperamos los orígenes del grupo?
Lullavy empezó en Sevilla como un proyecto en solitario, en el que solo estaba solo, cantando con mi guitarra. En aquella época grabé el EP Cuatro canciones. La idea era apelar a la máxima sencillez posible, algo que no ha desaparecido a pesar del cambio de formación. Después vino el traslado a Barcelona, el single Mil espejos/Alarma nuclear (con versiones de Nudozurdo y Sundae), y entraron Guillem y Ernest. Lo primero que hicimos juntos fue el single en vinilo Conjuro, con eso la formación quedó establecida como lo que es hoy.
Entiendo que de las primeras maquetas en Sevilla a este Ruina ha habido un trabajo de maduración interna del proyecto.
Sí, supongo que es inevitable. Siempre vas aprendiendo, escuchando más música y mejorando en la medida de lo posible. El verbo madurar creo que a veces se usa a la ligera, y es fácil caer en la autocomplacencia cuando se usa con uno mismo, autoengañarse y pensar que ya ha llegado a cierta culminación, como si tuvieras algún plan maestro para la banda. Nosotros no lo tenemos y nos gusta que sea así, es mucho más divertido.
Ruina es el el primer largo tras varios años de defender el proyecto en diferentes formatos, como el single ‘Conjuro’, que comentabas antes. ¿Lo consideras el trabajo a definir el sonido del grupo?
Definir el sonido de un grupo puede ser un arma de doble filo. Preferimos pensar que es una foto de lo que es Lullavy ahora, porque las cosas pueden cambiar. Teníamos claro que queríamos acercarnos lo máximo posible a nuestro sonido en directo, que es donde mejor nos sentimos y más nos divertimos.
¿En qué han cambiado las canciones durante la grabación respecto a las maquetas previas? El hecho de haber entrado grabar o de probarlas con el grupo en el local, ¿hizo virar mucho el estilo?
Lo que más ha cambiado en el proceso de composición. Ahora el peso lo llevamos los tres: componemos de cero en el local, y lo hacemos probando, repitiendo, opinando y pensando los temas. Además, todos prestamos mucha atención a lo que tocan los otros dos, y nos inmiscuimos en ello. Puede sonar mal pero es muy rico, y evitamos el solipsismo en que se puede caer con el propio instrumento. Este proceso es lo que ha creado el estilo actual de la banda, y se ha dado de forma natural. Creemos que se nota en las canciones.
La importancia de las letras en Ruina es grande, es uno de los puntos fuertes de la grabación. Al margen de tus proyectos musicales escribes en varios medios. ¿Tratas de volcar en tus letras elementos de otras disciplinas?
Sí, escribo en algunos medios sobre música y he publicado algún libro. Escribir es importante para mí, sea la letra de una canción o cualquier cosa, me gusta cuidar la palabra. Sobre lo de incluir elementos de otras disciplinas, creo que todos lo hacemos, cualquier cosa que leo o escucho, cualquier conversación que tengo, puede ser susceptible de convertirse en parte de una letra, o darte ideas para empezar o acabar una. Es un proceso raro, impredecible, pero muy bonito. Por ejemplo la primera canción del disco, «Quien esté ciego para ver», coge el título de un poema de José Ángel Valente que dice «Quien esté ciego para verlo no merece vivir». Ese verso estuvo dándome vueltas por la cabeza años hasta que encontré la forma de «romperlo» y convertirlo en esa letra.
¿En qué crees que cambia tu rol como letrista respecto a los orígenes?
Principalmente siento más responsabilidad, porque no estoy solo en el escenario y los tres tenemos que poder sentirnos conectados a las letras. Ya no puedo hablar de cosas estrictamente biográficas, de mi relación de pareja o lo que sea. Por eso hablo más en plural en el disco, y por eso lo considero político, hay una intención de mirar al otro y de verse en él.
Vuestro sonido se define próximo al post-hardcore de los noventa. ¿Plasma influencias comunes de cada uno de los integrantes?
Sí, Fugazi, Nirvana, Sonic Youth, Come o Shellac son bandas que nos gustan a los tres aunque no todas puedan encuadrarse dentro de la etiqueta post-hardcore, claro. Pero también creemos interesante que cada uno tenga influencias propias y que dejan huella en la banda de forma tangencial. Nos influye en flamenco, el metal, la psicodelia, el pop, el rap, la rumba…
En la nota de prensa que firma Paloma Durán de Glitterhouse apuntáis que “Lullavy no trata de hacer música fácil y grata apta para todos los oídos”. ¿Qué encaje hay en la escena actual?
Ni idea, solo sabemos que hay muchas bandas que nos gustan, de Barcelona y de todas partes. Nos encanta tocar con quien sea que nos guste, donde nos llamen y siempre dando el mejor concierto posible.
Volviendo a los orígenes, las grabaciones de tu época en Sevilla eran más crudas, sentando una evolución que llegará a Martinete.
Sí, todo más desnudo, pero entonces no era una banda además le tenía cierta alergia a los arreglos y demás. Lo de Martinete fue más un intento de colectivo o sello que no terminó de arrancar.
Me gustaría hacer un pequeño recorrido por vuestro circuito de directos. Habéis tocado con bandas amigas como Glitterhouse, Opatov, Please Wait o Elora. ¿Cómo veis vuestro encaje el circuito local?
Es un circuito muy rico, con muchas bandas haciendo cosas buenas. Con algunas nos une una amistad, como Glitterhouse o Elora, con quienes hemos tocado muchas veces. A otras las conocimos al tocar con ellas y nos encantaron, es el caso de Please Wait. Con grupos así tocando por aquí, lo único que le apetece a uno es compartir escenario con ellos y estar cerca. Por nuestra parte, a cualquiera que le guste nuestra música, le estamos agradecidos.
Elora de hecho es un grupo que tiene una forma de trabajar que me gusta mucho. ¿Crees que compartís una determinada visión sobre la escena o el circuito underground?
No lo sé, pero son muy buenos. Tienen un sonido increíble en directo y tocaremos con ellos las veces que haga falta. Marco siempre ha estado interesado en nosotros y nos conoce desde hace mucho. Además, siempre que se tercie volveremos a versionar «You Suffer», de Napalm Death.
La rabia es en cierto modo un motor vehicular del disco. ¿Fue una prioridad para ti realzar ese tipo de sentimientos sobre otros a la hora de preparar las canciones?
Es cierto que el enfado y la rabia están muy presentes, pero llegaron de forma espontánea tanto en las letras como en la música.
Paradójicamente acabáis con «La contención», un antónimo a ese proceso. ¿Por qué?
En el plano musical nos parecía la correcta para cerrar el disco, es la más larga y la que tiene un desarrollo más lento, más apropiado cuando estás sumergido en el disco. A pesar del título, no aboga por la contención, la letra dice «allí no me contendré, ni olvidaré la tristeza ni los detalles», que visto así me parece casi rencoroso, vengativo. Buscábamos algo tenso, aunque eso lo buscamos siempre.
Ya acabo. ¿Cómo vislumbras la evolución del proyecto en lo sucesivo?
Seguir tocando y haciendo canciones. En un par de meses grabaremos algo nuevo, todavía nada largo. Nos encanta el proceso de composición, y es algo que puede empezar en cualquier momento y cualquier ensayo.