Asomarse a una obra de estas características constituye una empresa tan épica como debió serlo la propia concepción y creación de la misma. Podrían llenarse páginas y páginas sobre The Dark Side of The Moon sin lograr trasladar una mera idea de lo que supone la escucha de este disco; nos hallamos ante uno de los LPs más exitosos de la historia, con cerca de 50 millones de copias vendidas alrededor del mundo y el récord absoluto de semanas en las listas de éxitos (15 años desde su lanzamiento en marzo de 1973). Intentaré, pese a todo, ofrecer un humilde guía para este viaje alucinante. Un artículo de ALBERTO J.P.
Cúspide del rock progresivo, obra conceptual de inconcebibles dimensiones, la repercusión de The Dark Side of the Moon desbordó incluso a sus propios creadores, quienes reconocen hoy en día que su único objetivo era por aquel entonces “hacerse ricos y famosos”. Y que duda cabe de que lo consiguieron.
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Tras haberse dado a conocer al público inglés como una talentosa banda psicodélica y entregar algunos discos realmente notables como The Piper at the Gates of Dawn o A Saucerful of Secrets, Pink Floyd sufrió un duro revés en 1968 con la salida de Syd Barrett de la formación a causa de sus problemas con las drogas, que derivaron en una incipiente enfermedad mental. La banda quedó huérfana de compositor, de guitarrista y se diría que hasta de talento. Barrett había sido un auténtico guía espiritual para el grupo (años más tarde se trataría de homenajear su influyente figura con la famosa Wish You Were Here), pero finalmente, tras varios discos algo más discretos, los Pink Floyd se redescubrieron a sí mismos y lanzaron un trabajo monumental que definiría su camino futuro.
The Dark Side of the Moon fue grabado en los míticos estudios de Abbey Road en dos sesiones en junio del 1972 y marzo del 1973, sin embargo, gran parte de las canciones ya habían sido interpretadas en giras anteriores, perfeccionando las versiones hasta alcanzar los impresionantes resultados recogidos en el LP.
Este álbum es, a mi entender, la obra conceptual por excelencia. Su auténtico acierto es que trata temas universales sobre el ser humano y su revisión resulta siempre de actualidad. El disco recrea una completa visión existencial sobre hombre en la sociedad moderna que abarca aspectos como la locura, la muerte, la empatía, la codicia o el paso del tiempo, y lo hace sobre una base musical riquísima que, además, resultó verdaderamente revolucionaria en su momento. Roger Waters suplió el espacio dejado por Barrett en lo que composición se refiere y David Gilmour le sustituyó a la guitarra, erigiéndose como una nueva leyenda de las seis cuerdas.
Lo primero que hay que decir es que The Dark Side Of the Moon no es el típico disco que uno escucha en el coche o en el ipod mientras va en el metro. Creo que la famosa portada con el triangulo refractando luz multicolor debería haber recogido incluso unas instrucciones de uso: tumbarse en la cama, apagar las luces y escuchar a medio volumen. Y es que sólo buscando el contexto adecuado se consigue alcanzar con Pink Floyd la cara oscura de la luna. Los matices sonoros son innumerables y flotan a lo largo de todas las pistas: palpitaciones, gritos, voces y frases extraídas de respuestas a preguntas realizadas por Roger Waters al equipo de grabación sobre la locura, la violencia y la muerte. Cada pieza encaja con la siguiente, construyendo una obra casi perfecta, pero que requiere cierta entrega por parte del oyente.
El abanico de estilos musicales es también amplísimo. El disco arranca con una pista instrumental que deja paso a Breathe, marcada por el efecto chorus del acompañamiento y la voz de Gilmour utilizando la técnica del doubletracking. Posteriormente, en la sobrecogedora On the Run encontramos una combinación de filtros, osciladores, reverbs y sintetizadores VCS 3 que nos conducen por una increíble espiral sonora, cuyo conjunto huele demasiado a la música electrónica actual. Quizá esta es la mejor muestra del carácter visionario de la formación inglesa, siempre en continua experimentación; de hecho, muchas de las canciones del álbum son el resultado de trabajos de improvisación que la banda había llevado a cabo en directo. Durante el proceso de grabación se adquirió un equipo innovador que permitió dar rienda suelta a ese proceso de libertad creativa con excelentes resultados.
La siguiente canción es, bajo mi punto de vista, la mejor de todo el álbum. Time se inicia con una coral de relojes sonando al unísono que resulta sencillamente genial. Hoy en día podemos imaginar las enormes dificultades que entrañó una apertura de este tipo sin el uso de las actuales tecnologías; cada reloj tuvo que grabarse de manera individual en una cinta con múltiples canales, en un trabajo de considerable precisión. Pese a todo, no podía existir mejor inicio para un tema que habla de la frustración que sentimos ante el inexorable paso del tiempo tras abandonar la adolescencia:
Tired of lying in the sunshine / Staying home to watch the rain / You are young and life is long / And there is time to kill today / And then the one day you find / Ten years have got behind you / No one told you when to run / You missed the starting gun…
Su revisión, a punto de llegar a los treinta, se me antoja un tanto deprimente pero demoledoramente real:
And you run and you run / To catch up with the sun / But it’s sinking / Racing around /
To come up behind you again / The sun is the same / In a relative way / But you’re older /
Shorter of breath / And one day closer to death / Every year is getting shorter / Never seem to find the time…
El mensaje, sin embargo, también arroja algo de luz: el tiempo se nos escapa, pero cada día es bueno para empezar a vivir de nuevo. Cuando el talento de Waters para la composición nos deja reflexionando sobre la cuestión, la guitarra de Gilmour nos rescata mediante uno de los solos más célebres de la historia que te hace contener la respiración, combinando un estilo con raíces blues con un tono espacial y reverberante como antes nunca se había oído.
La pista acaba enlazando con los míticos acordes de piano de Richard Wright en The Great Gig in the Sky y la improvisación vocal de Clare Torry sobre los mismos. Cuentan que la joven cantante se hallaba sumamente nerviosa antes de entrar al estudio debido a la reputación de la banda con la que estaba apunto de colaborar. “Piensa en la muerte o en algo horrible, y canta”, fueron las únicas indicaciones del teclista, pero cuando Torry salió del estudio pidió disculpas, avergonzaba por el desastroso trabajo que acaba de realizar. Para su sorpresa, el equipo estaba tan entusiasmado que incorporó el corte a la versión definitiva que oímos en el álbum.
La siguiente canción, Money, fue el resultado de las exigencias de la productora de hallar un single con el que popularizar el disco ante el gran público. El sonido de la máquina registradora al inicio de la canción es ya legendario. Este blues de extraños compases con variaciones rítmicas incluye un solo de saxo de Dick Parry y una nueva muestra de la inconmensurable guitarra de Gilmour. Su sonido aquí es más salvaje que nunca: pura adrenalina con la que contener de nuevo el aliento. ¡Otro solo así y no llegamos al final! Por suerte, las progresiones con influencias de jazz de Us and Them nos dan un respiro mediante una melancólica melodía que fue rechazada por Michelangelo Antonioni como banda sonora para una de sus películas. “Es bonita, pero demasiado triste, ¿no crees? Me hace pensar en… una iglesia”, le dijo director a Wright, autor de la composición. Por ello, la pieza fue incorporada al álbum y los acordes de jazz del órgano Hammond han resultado ser uno de los pasajes más exitosos del disco.
A nuestro viaje le quedan aún tres breves paradas, Any Colour You Like, Brain Damage y Eclipse, en las que el ingeniero de sonido Alan Parson acaba de poner el colofón a un disco exquisitamente editado. «There is no dark side in the moon, really. Matter of fact, it’s all dark” dice una de las frases que se escuchan hacia el final. Y no hay verdad más absoluta; sin embargo, la excusa nos ha servido para dar un paseo fascinante y perturbador de la mano de uno de los mejores grupos británicos del pasado siglo. Cada vez que regreso tomo mayor conciencia de la genialidad de los hombres que concibieron este viaje. Y la suerte es que puedo repetirlo cuantas veces quiera colocando de nuevo la aguja al principio del vinilo.