Agonizaban los 60 cuando Fleetwood Mac, considerada una de las mejores bandas de blues británico de todos los tiempos, abandonó parcialmente su purismo para dejarse influenciar por la psicodelia imperante en la escena musical. Peter Green, líder del grupo, encontró en sus experiencias con el LSD la clave para otorgarle a su música una dimensión desconocida y engendrar un disco revelador. Por ALBERTO J.P
Peter Green, líder, guitarrista y vocalista de la banda británica de blues rock Fleetwood Mac, encarna perfectamente esta peligrosa doble vertiente que supuso la utilización de las drogas
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Es bien sabido que las drogas jugaron un papel decisivo en la cultura (o en la contracultura) de los años 60. Todas las facetas del arte se vieron tremendamente influenciadas e impulsadas por el consumo de estupefacientes. En el ámbito musical, por ejemplo, se asistió a uno de los períodos más fecundos de nuestra reciente historia; la ruptura con etapas anteriores abrió un mundo completamente nuevo basado en la experimentación, una etapa creativa sin precedentes que, sin embargo, no puede ser comprendida sin el uso indiscriminado de la marihuana, los ácidos y otras muchas drogas.
A principios de los 70 se descubrió que esta fuente inagotable de inspiración tenía, pese a todo, su lado oscuro. Las muertes de grandes talentos como Jimmy Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison obligaron a tomar conciencia del peligro que acechaba tras los abusos, marcando a su vez el final de una época irrepetible para la música.
Peter Green, líder, guitarrista y vocalista de la banda británica de blues rock Fleetwood Mac, encarna perfectamente esta peligrosa doble vertiente que supuso la utilización de las drogas. Por una parte, el LSD abrió su mente permitiéndole madurar grandes discos que le encumbraron como figura clave del blues de los 60; por otra, el consumo de ácidos le generó graves problemas psicológicos que contribuyeron al desarrollo de una esquizofrenia a mediados de los 70.
Then Play On, tercer álbum de estudio de esta banda nacida en 1967, refleja en cierta manera este viaje entre dos territorios. Si bien los primeros trabajos del grupo se habían asentado en el blues más tradicional -con versiones de clásicos de Elmore James, Robert Johnson, etc.- en este LP se aprecian cambios importantes. El disco presenta trazos psicodélicos, con pasajes casi místicos que recuerdan a una música de corte medieval, pero con un sonido asentado todavía en la guitarra blues, donde Peter Green y Danny Kirwan realizan un trabajo extraordinario. Completaban la formación Mick Fleetwood a la batería y John McVie al bajo (Jeremy Spencer, tercer guitarrista del grupo original, apenas participó en este disco).
Tanto las piezas Searching for Madge y Fighting for Madge como el famoso tema Rattlesnake shake son una buena prueba de este sonido enérgico, crudo, en el que la mítica Les Paul de green deja algunos riffs inolvidables. Por el contrario, Although the sun is shining y When you say son ejemplos de temas más melancólicos, marcados por la originalidad de la composición y un carácter casi espiritual. La combinación de estos estilos y la riqueza musical de todas las pistas acaban por formar un disco imprescindible que no debe faltar en cualquier colección de música que se precie.
Resulta difícil negar que la originalidad del LP se asienta en las revelaciones que Peter Green obtenía de los ácidos, sin embargo, a ello se unía también un talento más que contrastado. El intérprete había destacado desde edades bien tempranas, llegando a sustituir al mismismo Eric Clapton en John Mayall & The Bluesbreakers. Una técnica refinada con la guitarra eléctrica, con un exquisito dominio del vibrato y una sensibilidad especial para el blues le valieron pronto el reconocimiento del gran público. Incluso el propio BB King destacó su valía como solista. Además, el líder de Fleetwood Mac mostró también buenas aptitudes para la composición, escribiendo temas de éxito como Man of the world o Black Magic Woman, popularizado después por Santana.
Pero el exitoso camino tomado empezó a torcerse poco después del lanzamiento del Then Play On. Los abusos con las drogas habían ejercido ya grandes cambios en el carácter de Green: se había dejado barba, vestía con una túnica blanca y portaba siempre grandes crucifijos colgados del cuello. Cautivado por una suerte de misticismo de difícil comprensión, el líder de los Fleetwood se diluía poco a poco. En la letra de la famosa Oh well -quizá el tema más destacable del álbum, pues alcanzó el nº 2 en la lista de éxitos británica-, se adivinan ya algunos de estos cambios de personalidad que acabarían desembocando en un triste desenlace:
Now, when I talked to God I knew he’d understand
He said, «Stick by me and I’ll be your guiding hand
But don’t ask me what I think of you
I might not give the answer that you want me to»
En 1970, en plena gira europea, el artista sufrió un mal viaje de LSD que le mantuvo fuera de órbita durante tres días seguidos. Según comenta él mismo, jamás regresó de ese periplo; obsesionado por la espiritualidad y hastiado de la popularidad que había alcanzado la banda, hizo un disco experimental en solitario, The End of the Game, y decidió dejarlo todo. Después, salvo contadas colaboraciones, desapareció del panorama musical debido a serios problemas mentales.
Como veamos, el precio pagado por Green para alcanzar la inspiración fue demasiado elevado. Pese a ello, los años han convertido a este último LP de los originales Fleetwood Mac en una verdadera leyenda, en un ejemplo perfecto de cómo el las drogas podían azotar la creatividad colectiva para transformar determinados géneros musicales. Por eso mismo, Then Play On me parece una obra esencial y realmente efectiva a la hora de comprender las luces y sombras que cubrieron el final de los dorados años 60.