“Si todos disfrutasen por igual del lujo y del ocio, la gran masa de seres humanos, a quienes la pobreza suele imbecilizar, aprenderían muchas cosas y empezarían a pensar por sí mismos”

George Orwell, 1984

Hablemos sobre mecenazgo. Hablemos sobre la otra gran alternativa que el gobierno plantea ante la espectacular y apocalíptica subida de IVA que ha impuesto en cultura. ¿Verdaderamente sigue existiendo la posibilidad de que alguien apadrine tu carrera artística? Algunos pensarán que esto ya está desfasado, que no existe la figura del mecenas, y mucho menos artístico. Ya ningún muerto/a de hambre que se dedique al arte podrá salir de su miseria, que muchos ignorantes, consideran bohemia. Porque yo siempre he dicho, que a todos nos gusta ser bohemios, pero si podemos ganar dinero suficiente para comprarnos un sofá, una cama y un microondas, mejor. Por LARA A. MIRANDA

El hecho es que el mecenazgo existe, y éste no se limita simplemente al patrocinio de artistas, sino que también se extiende hacia competencias como el de las becas o las subvenciones, sobre todo a nivel privado. Son numerosas las entidades españolas que ofertan becas (cada vez más pequeñas y en menor número), desde bancos hasta instituciones de carácter estatal (las que menos) y privado (hablamos de museos o fundaciones particulares). Pero no hay que pensar por ello que el cariz de estas ayudas sea desinteresado y por mero amor al arte, no, es que con la Ley actual de Mecenazgo el patrocinio de este tipo de ayudas, las empresas desgraban un 60% de sus impuestos para las personas jurídicas y un 70% para las personas físicas. Con esta medida, ya vigente en Francia desde hace años, se supone que todos ganan, tanto el artista como el mecenas. Además de que la nueva ley, aún en borrador, sostiene apoyar el llamado micromecenazgo, esto es, donaciones a pequeña escala que devuelve el 100% de los primeros 150 euros donados y se incrementa gradualmente si la ayuda se fideliza con un 2% por cada año ofrecidas.

Lorenzo de Medici, la superstar del mecenazgo

La idea de esta reforma, es incrementar la filantropía, concepto que no queda especialmente claro es la sociedad actual, y menos dentro de las élites y los potentados con paraísos fiscales en el extranjero. La palabra filantropía proviene del griego, filos– amigo/ antropos– hombre, de donde el significado consiguiente es: amigo del hombre, el que busca ayudar al hombre. Hoy por hoy, y más ligado al negocio (porque lo es) del mecenazgo, este término se aplica como “yo te pago, yo te digo qué has de hacer y cómo”. Puesto que quien hace la ley hace la trampa, y este cepo siempre perjudica al necesitado. En este aspecto, los que salen perdiendo son los artistas. Todas estas prestaciones o subvenciones, específicamente cuando provienen del ámbito privado, buscan orientarse hacia unos beneficios, algo que les revierta su inversión, y estas ganancias han de asegurarse. Por tanto, ya no hablamos de una ayuda desinteresada, por interés cultural u artístico sino que estamos hablando de la especulación de bienes y producción cultural, donde el artista y su obra se convierte en el enlace para que el mecenas se enriquezca aún más.

Este último punto, no estaría del todo mal, si ello revirtiese de alguna manera en el artista, de manera que le ofreciese una mejora de condiciones paulatina, y a largo plazo. De forma justa, si el mecenas ve aumentadas sus ganancias, éstas habrían de afectar del mismo modo al artista que se las proporcionó por medio de su trabajo.

Sin embargo, el tema no termina aqui, sino que se han creado unos premios al mecenazgo con el fin de premiar la desinteresada labor de estos magníficos pseudo- filántropos (porque no tienen otro nombre), además de clubes de amigos y juntas de protectores. Siendo así, no puedo evitar evocar en mi cabeza una reunión de banqueros, señoras de, y hombres fraudulentos que declaran sus ganancias en Suiza, tomando té earl-grey y discutiendo sobre la publicidad que les hará parecer más samaritanos y cómo está el tiempo en Mallorca. Si bien uno de los puntos de esta ley es el de fundir la colaboración pública y privada, entonces, debemos añadir a esta reunión del tea- party del mecenazgo a algún cargo estatal, de los que creen que es necesario por ejemplo, y por qué no, españolizar el arte (todos a pintar sevillanas y  olé).

Wert delante de un cuadro que no entiende

De todos modos, no debemos hacernos muchas ilusiones, puesto que el Ministerio de Hacienda, que es el que al final decide si rebajar los porcentajes de las ayudas, porque en los últimos años las empresas han decidido optar siempre antes por proyectos que incentiven la ciencia, la investigación o las obras sociales antes que en cultura. Pero claro, aqui se plantea un controvertido interrogante, ¿a caso el arte no es investigación, ciencia y obra social? No debemos dejar de enseñar a estos señores con traje que el arte, no sólo son telas pintadas por azar divino, sino que entrañan (al menos casi siempre) una idea, una concepción, un estudio previo, y una reflexión que se ofrece unas veces más y otras menos, didáctica. El problema se encuentra, en el modo de gestión, puesto que la mayoría de centros de difusión de las artes tan sólo obstaculiza en muchos de los casos, el acceso al buen entendimiento del arte contemporáneo y sus lenguajes. Pues lo que no es de recibo, es exponer un Pollock o un Rothko sin explicar absolutamente nada… Y de la misma manera, cualquier otra obra pos-moderna. Si se adjudican el patrocinio de obra contemporánea han de ser consecuentes y responsables del mismo modo, para explicar y ofrecer propuestas didácticas para que el arte de nuestro tiempo sea entendido por todos/as. Porque sino, ¿qué tiene de filantrópico ofrecer algo a la humanidad que no sea entendido por ésta? Sería, y es, una labor, inútil, sino se finaliza con una labor de enseñanza y conocimiento documental. El arte siempre es testigo de su tiempo, y representa las circunstancias de su sociedad, de una forma u otra. Derivado de ello, la responsabilidad de estos mecenas recae especialmente, no sólo en financiar la actividad de taller del artista, sino también la de difundir su idea y espíritu crítico dentro de la faceta estética y teórica.

Wert en el Museo Sorolla. Sigue sin entender nada

Puede que el futuro del mecenazgo sea el de no existir, y democratizarse, de modo que si yo quiero patrocinar una actividad, no tenga porqué ser una terrateniente sino que con una suma mensual, de mayor o menor cifra, pueda ayudar a desarrollar un proyecto que me despierte interés. Estamos empeñados en institucionalizar las ayudas, y mantener un control exhaustivo sobre éstas, pero sólo por el hecho de tener bien vigilados los beneficios que producen a los que las ofrecen. Puede que el mecenas contemporáneo deba cambiar su perfil, empezando por volverse más coherente, y sobre todo más justo para con el artista y su trabajo, dado que visto lo visto, siguen teniendo la imagen del pintor(a)/escultor(a)/fotógrafo(a), que no da palo al agua y se dedica al arte porque es un(a) perdido (a). Sólo que a lo largo de los años, con el fin de ocultar su profundo conservadurismo, han optado por disfrazarse de progres y poner cara de entender lo que quiere decir una raya sobre un cuadrado azul, aún cuando siguen prefiriendo tener un Constable encima del sofá…

Simplemente puede que tan sólo debamos cambiar de gobierno, y apostar por uno que a parte de mirar por irse de paellada, mire por el arte y la cultura…