Y llegó su hora. M Ward sacó ayer al mercado su última joya, un A Wasteland Companion que estará, seguro, entre lo mejor del año cuando toque hacer listas y recopilar. Hay en Ward algo que es especialmente digno de admirar: su capacidad para sacar álbumes atemporales, trabajos discográficos de similar nivel -todos elegantemente por encima de la media- repartidos a lo largo de la última década sin prestar excesiva importancia a nada que escape de su particular cosmovisión. Más que de su época, los discos de M Ward responden a un sello de autor tan inconfundible como innegociable. Un trabajo casi alquimista que le (re)confirma como lo que es, un autor mayúsculo. Tres años después de enamorarnos con Hold Time, antes del gran boom de She & Him, vuelve a hacerlo ahora. Con más fans y el mismo estilo. Esas cosas no se negocian. Por RUBÉN IZQUIERDO
- Séptimo disco de estudio para M Ward en su quinto trabajo para Merge Records desde 2003, cuando colaboran por primera vez
- El disco se ha grabado en ocho estudios y cuenta con colaboradores habituales como Zooey Deschanel, John Parish y Howe Gelb
- La minigira europea hará una breve parada en Francia y Reino Unido sin pasar por España
Hold Time y Post-War empezaban con dos canciones maravillosas. For beginners y Poison cup le valían a Ward para empezar a dibujar dos trabajos excelentes, de elevado tono lírico desde la primera canción. Algo de eso hay también en Clean state. Unos acordes claros y sinceros y el inicio de la melodía le valen para ganarnos, introducirnos en su universo personal -algo que por otra parte refuerza en la belleza de sus vídeos, de los que ya hablamos aquí-, una marca inconfundible. La autoría como base para todo lo demás.
En eso se ha convertido el responsable de Chinesse translation. En un autor, alguien que quiere evocarnos desde el principio su esencia, a la que mantiene intacta a lo largo del LP. Lo hace en Primitive girl y en Me & my shadow, tema que empieza con un suave rasgueo para devenir en un firme torrente instrumental, reforzado por la presencia de una Zooey Deschanel que termina de ganar protagonismo con Sweethearts.
A M Ward le vale recuperar la esencia más pura de su sonido, la que brotó en Post-War, para alzar una de los mejores trabajos del curso, y todo ello con una sencillez que desarma
Si en los dos vólumenes presentados por el dúo vemos casi siempre a Deschanel asumiendo el mando, Sweethearts nos muestra el reverso de la colaboración por más que, mediado el tema, Deschanel lance un guiño al proyecto de dos asumiendo por momentos el protagonismo vocal. Completado el primer tercio del disco el objetivo está cumplido. Somos tan felices como lo éramos en Hold Time: la burbuja de Ward se mantiene inmune al paso del tiempo y nos sigue cobijando en estallidos como el de Primitive girl.
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M Ward, Sweethearts
La recuperada I get ideas sigue la línea del anterior tema antes de reencontrarnos con la esencia del mejor Ward en The first time ran I away, uno de los picos emocionales del disco en el que el bueno de Matt recupera su vertiente más íntima, a la que no abandona en A Wasteland Companion, corte que da nombre al disco y que termina de validar la propuesta de Matt, su apuesta por seguir puliendo la pureza de un sonido al que no necesita darle un valor innovador para destacar.
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Y es que allí donde otros necesitan estridencia a M Ward le vale la reivindicación de lo clásico, un buceo por la esencia del rock’n’roll de toda la vida, con guiños a músicas y sonidos de épocas pasada -algo que también sucede en She & Him y en cierto modo en Monsters of Folk, aunque en su proyecto personal puede redoblar la apuesta por lo clásico. Clásico que no simple: A Wasteland Companion tiene, decíamos, mucho de alquimista clásico, algo que se explica y se entiende si observamos la letra pequeña del disco y leemos, admirados, como Ward cocinó el disco en ocho estudios con ocho ingenieros de sonido, contando con las colaboraciones de la citada Deschanel y de autores del peso de Steve Shelley, Howe Gelb o John Parish, nombres de culto para un clásico instantáneo, una obra de arte que no quiere serlo, que nace humilde y crece sin necesidad de alzar la voz. ‘The day is today‘, nos canta en Crawl after you, una llamada la trascendencia alcanzada con armas marca de la casa: guitarra de raza, susurros con los que acariciar nuestros sueños y un sonido que nos devuelve a casa mecidos por los violines de la mencionada Crawl.
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M Ward, Crawl after you
Fiel a sí mismo, el disco rezuma una bohemia nostalgia por momentos, se deja bailar en otros y rebrota grande siendo simplemente lo que es. Un disco de M Ward, la primera gran falla tectónica con la que explicar el año.
Ha logrado M Ward, comentábamos admirados al principio, algo tan complicado como esencial a lo largo de los últimos años. Partiendo de géneros sagrados en la tradición norteamericana, del rock’n’roll primigenio al folk de base, acunar un sonido reconocible, discos a lo Ward, si se permite la disgreción de elevarlo a género o categoría. Todo lo dicho está también en Pure joy, último tema de A Wasteland Companion, canción de manual en la cosmovisión del de Portland que nos congracia con nosotros mismos.
Y es que el nuevo disco de M Ward está hecho, más que para ser escuchado, para ser disfrutado como lo que es. Un milagro de luz delicada en un mar de neblina, y todo ello sin haberse molestado siquiera en crear su mejor disco. A Wasteland Companion es simplemente un regalo a los sentidos, un regreso a la esencia rock/folk marca de la casa -las concesiones al pop post She & Him quedan reducidas prácticamente al cameo de Deschanel-, en un disco que tiene en parte algo de autohomenaje. Así se entienden las colaboraciones con viejos amigos como Parish y Gelb, con los que ya había colaborado en Transitor Radio, cuando empezaba a hacerse grande de veras antes de su gran eclosión con Post-War. No hace falta alcanzar la perfección para convertirse en un clásico. Basta con ser fiel a la esencia. Y de eso M Ward sabe un rato.