Alondra Bentley presentó el pasado viernes The Garden Room en formato dueto en el Heliogàbal de Barcelona, concierto que sirvió para presentar formalmente el Músiques Disperses de Lleida, del que hablamos la semana pasada. Por RUBÉN IZQUIERDO
La autora de Ashfield Avenue mantiene en formato dueto la fortaleza folk de una trayectoria consolidada en 2012 con la publicación de tres nuevas referencias, entre las que sobresale la calidez emocional de The Garden Room, su mejor obra hasta el momento
Empecemos esta crónica con un recuerdo personal. La primera vez que vi a Alondra Bentley en directo fue en la Sala Moby Dick de Madrid, donde presentó Ashfield Avenue al poco de salir. Fue un concierto encantador, al que le supo dar una cálida puesta en escena, que me permitió descubrir los ricos matices que escondía aquel notable debut, apoyado en una soberbia instrumentalización que te trasladaba con una facilidad pasmosa a la campiña más británica.
Aquello fue, creo, en 2009, año en el que lanzó el álbum, abriendo un paréntesis de poco más de dos años, cerrado con la publicación en el segundo semestre del año pasado de hasta tres nuevas referencias: el continuista The Garden Room, la colaboración para Buscando a Eimish en colaboración con Nine Stories y el disco infantil Alondra Bentley Sings For Children: It’s Holydays! -sobre la salida consecutiva al mercado de sus tres últimos trabajos bromeó de hecho el pasado viernes en Heliogàbal, donde actuó para presentar el MUD 2013-.
Desde aquel encantandor concierto en Moby Dick Alondra Bentley ha visitado Barcelona en unas cuantas ocasiones, aunque el formato intimista concebido para esta ocasión, y las gratísimas sensaciones dejadas por The Garden Room invitaban a disfrutar de su (celebrada) vuelta a la Ciudad Condal nuevamente, sobre todo tras las excelentes sensaciones que su directo acostumbra a dejar entre los asistentes.
Superada la sorpresa de aquel primer directo, lo que queda ahora es un ejercicio folk propio de quien maneja al detalle sus códigos internos, algo de nuevo plasmado el pasado viernes.
Su paso por el Heliogàbal -«mi primera visita aquí«, tal y como ella misma recordó al principio del set- se produjo en formato intimista, acompañada por Nacho Ruiz y con el tracklist de The Garden Room como eje central, por más que intercalase algunas piezas del resto de sus obras, como la afable The break of dawn, extraída de su disco de temática infantil, cuyas introducciones fueron las más divertidas de la noche.
Junto a esas pequeñas incursiones al onírico mundo infantil tejido allí, Alondra recuperó pequeñas delicias de su debut como …, además de aprovechar la presencia de Nacho Ruiz, miembro de Nine Stories, para recuperar fragmentos de su colaboración conjunta en la citada banda sonora presentada a finales del curso pasado.
En cualquier caso, el grueso central del concierto lo ocupó The Garden Room, cuya relectura en formato dúo adquirió un tono del todo acogedor, dándole a temas como Don’t worry daddy un marcado toque intimista, muy en concordancia con el delicado aire folk de un disco que se sabe clásico -en esta casa gusta mucho la excelente pieza folk incluida en su último álbum que es My sister and me, simplemente encantadora-, entroncado de manera natural con la esencia misma del MUD, atento siempre a los detalles de su programación -valga de muestra el CD creado para presentar el festival, donde se incluyen dos temas en directo de In Gowan Ring y Lisa Piu, autores de dos de los mejores directos del pasado año-, dándole aquí la oportunidad a Alondra de volver a un festival «donde ya había tenido la suerte de tocar«, como ella misma recordó aludiendo a su paso por Lleida en ediciones anteriores.
En un concierto sin bises -o con «falsos bises, así nos quedamos más rato«, comentó divertida Alondra-, la cálida atmósfera de la puesta en escena tejida por Alondra y Nacho fue una constante que se alargó durante toda la noche, algo agradecido por la propia autora de I feel alive. «Gracias por vuestro silencio mientras tocamos y vuestras sonrisas, y por escoger nuestra propuesta entre tantas otras«, se arrancó agradecida una vez había deslizado ya parte de un repertorio que enganchaba ya en los tiempos de Ashfield Avenue, al que le puso la guinda con su particular homenaje al recientemente fallecido Kevin Ayers.
«Lo cierto es que preparamos las canciones antes: el otro día quisimos tocar un par de canciones suyas en el concierto que realizamos con músicos invitados y nos enteramos de la noticia en las pruebas de sonido, por lo que acabaron siendo un homenaje«, explicó antes de ponerle la guinda a la noche con la espléndida Religious experiencie (Singing a song in the morning), cantada en inglés y castellano, y adaptada al catalán de manera improvisada. El mejor modo de acabar con una sonrisa en los labios una velada con el encanto marca de la casa de Bentley.