En abril de 1992, Christopher McCandless abdicó del mundo. Rompió sus tarjetas de crédito, quemó los pocos billetes que conservaba en efectivo e hizo desaparecer cualquier tipo de documento que facilitase su identificación. El joven McCandless, hijo de una familia acomodada y con un futuro prometedor a nivel académico y profesional, se consagró a la búsqueda apasionada, romántica, de la Norteamérica más salvaje. Fue un viaje sólo de ida.
Jon Krakauer, periodista especializado en temas alpinos, se hizo eco de su romántico, y a la larga fatal, viaje con Alaska como punto final en un premiadísimo artículo para la revista Outside. Fue un texto emocionante, sentido y sincero, en el que quedaba expuesta la naturaleza del viaje, los miedos y obsesiones de McCandless y el recorrido emocional de un trayecto plasmado a través de descorazonadoras notas con las que exteriorizó su hoja de ruta emotiva y sentimental.
Cuando Sean Penn compró los derechos del libro para adaptarla al cine –Hacia Rutas Salvajes es su mejor obra como Director, y entronca con la no menos excelente 127 Horas firmada por Danny Boyle el año pasado, un precioso díptico donde lo salvaje se funde con lo natural- los que leímos en su momento el texto de Krakauer supimos que estábamos ante un acontecimiento especial.
Las buenas sensaciones que transmitía el proyecto, a Sean Penn había que sumar la presencia del emergente Emile Hirstch como actor principal o de la pre-Amanecer Kirsten Stewart (¡oh, los tiempos en los que la Stewart parecía destinada a ser la nueva musa indie!) se le unió un anuncio esencial. Eddie Vedder, líder y vocalista del grupo Pearl Jam, se haría cargo de su banda sonora. Las canciones que Vedder compuso para el film de Sean Penn fueron las primeras compuestas fuera del grupo, y ofrecen una versión más intimista en el sentido que la cinta lo es.
Escuchado el disco, uno no puede más que congratularse por la apuesta de Vedder a la hora de hacer algo más allá de una banda sonora funcional. Más allá del argumento -la mayor parte de los temas quedan bien encajados en la historia, sobre todo Society o el Guaranteed que nos ocupa-, el líder de Pearl Jam creó un conjunto de canciones que le vuelven a reivindicar como arquitecto de canciones, un compositor de corte intimista en el que las ansias de libertad del protagonista inundan el LP a lo largo de todos sus cortes.
Vedder actúa así como la voz exterior de McCandless. Como él, emprende un viaje de libertad -en su caso estilístico, once canciones que le liberan de sí mismo-, por el que ganó el Grammy y el Globo de Oro a la Mejor Canción Original en 2008. Guaranteed es un susurro, una canción bella e hipnótica, a la que no cuesta imaginar como anotación a pie de página de las notas de McCandless. Acompañado de una única guitarra, Vedder susurra una preciosa letra que retrata con precisión el mapa sentimental del protagonista de la trama.
El sentido libertario de Guarenteed conmueve tanto por su lírica, preciosa, conmovedora, como de una melodía minimalista edificada con un rasgueo de guitarra con el que acompaña un inesperado giro vocal en su trayectoría como solista. «la mitad de sus vidas le dicen buenas noches a una esposa a la que nunca conocieron«, canta antes de advertir aquello de «no te acerqués o tendré de marcharme», pensamiento puro McCandless con el que Vedder congenia a lo largo de todo el disco.
«Nunca fui lo que ellos piensan«, sigue después al tiempo que añade «tengo mi indignación«, señales de inconformismo para una banda sonora irreductiblemente libre. El legado de Into The Wild va (mucho) más allá de Guaranteed. Ese nuevo estilo, la concepción más íntima de sí mismo, dio paso a Ukelele Songs, el disco que publicó el pasado mes de mayo y del que hablaremos en próximas fechas.
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