The Pains of Being Pure At Heart eran ya una banda fantástica cuando editaron Belong. Recuerdo pocos casos como el suyo, a pocas bandas con un catálogo de hits ya importantes con tan solo un disco en el mercado, pero es que su debut homónimo de 2009 -hubo antes un EP, también homónimo, en 2007, que incluía ya algunos de los temas presentes en su ópera prima- dejó un gran legado musical, capaz de sazonar ya desde el principio una notable setlist. Come saturday, Young adult friction, The love is fucking around, A teenager in love o Hey Paul configuraban una carta de presentación notoria, situando al grupo en la lanzadera de bandas destinadas a reivindicar el shoegaze -ahora felizmente en una dulce segunda juventud, inconcebible sin la irrupción de los Pains– con su inconfundible y nostálgico toque personal.
The body es, en este sentido, uno de los temas que mejor funciona en el nuevo directo de los brooklynitas. El poso melancólico que Kip Berman le insufla al corte crece y crece, gracias al entente con sus compañeros. Aplicado al vídeo, el resultado es conmovedor
Belong fue la mejor continuación posible que pudieron darle a su debut. Era más maduro, mostraba una evolución de la banda claramente marcada, sobre todo en el directo, y dejó para el recuerdo nuevos hits como la propia Belong, Girl of 10.00 dreams o My terrible friend. Tiendo a quedarme, no obstante, con la melancolía triste de The Body, una de las mejores canciones que ha sabido tratar el paso del tiempo y las heridas de los momentos ya perdidos en fotografías de papel sepia. Trasladada a su videoclip pasa de notable a excelente, de nostálgica a invitación del llanto, al altar de esos pocos temas destinados a explicarnos el paso de una vida, un recuerdo olvidado, la cicatriz de una herida más que cerrada, salvaguardada de lo emocional.
De los Pains, sobre todo después de sus dos últimos explosivos en Barcelona -el de Sala Apolo al poco del estreno de Belong fue especialmente intenso- se ha escrito mucho en los últimos meses, especialmente en lo relativo a lo mucho que han mejorado en los directos, una mejoría que para nada desmerece sus pasos anteriores, por más que potencie la importancia de un grupo que tenía hasta entonces en sus trabajos de estudio su mejor arma.
Es probable que los de Brooklyn -en su defensa, para quien critique el boom demográfico de dicho barrio neoyorquino, hay que apuntar que destacaron antes del boom brooklynita de los dos últimos años- hayan tenido un proceso doloroso en lo relativo a su mejora, aunque el salto de calidad entre los conciertos de 2010 y el visto en Apolo (también en Razzmatazz poco después, cuando regresaron ya consolidados) nos haga ver que todo valió la pena.
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The body es, en este sentido, uno de los temas que mejor funciona en el nuevo directo de los brooklynitas. El poso melancólico que Kip Berman le insufla al corte crece y crece, gracias al entente con sus compañeros. Aplicado al vídeo, el resultado es conmovedor. «I can’t feel it anymore/I want to hurt like it did before/We shouldn’t sin«, canta Berman ante unas imágenes que alternan la vida actual de sus protagonistas con las de un verano común, en la perdida niñez, donde todo resultaba más sencillo. De los veranos largos, canícula estirada en plenas vacaciones estivales, a las responsabilidades adheridas a la madurez. «Tell me again what the body’s for/’cuz I can’t feel it anymore/I lost mine and I need yours,/It’s only skin, we could swim«, se replica a sí mismo antes de rematar el asunto, doloroso, con un casi insoportable «I can’t feel it anymore/I can’t feel it anymore/Tell me again, tell me again…» con el que cierra el tema atrapado en esa melancolía perfecta del todo evocadora.
Todos tenemos, o todo deberíamos tener, canciones como The body donde encontrar refugio. Una playa, un recuerdo, al que no catapultar en el alud de los olvidos.