Ya hace algún tiempo que en la cinematografía surcoreana los aficionados al thiller más clásico tienen su principal campo de refugio. Na Hon-Jin realizó en 2010 una de las producciones más alabadas por aquellos lares, rescatada ahora por Mediatres Estudio para gran regocijo de los amantes del género. La cinta es la segunda de Hon-Jin después de la aclamadísima The Chaser, de la que rescata ahora a buena parte de su elenco y equipo artístico para repetir fórmula y resultados. El veredicto: una auténtica obra maestra, a la que ni su largo metraje termina por mermar su resultado. Una reseña de ART VANDELAY.
Ficha Técnica: The Yellow Sea. Corea del Sur, 2010.
Dirección y guión: Na Hon-Jin.
Intérpretes: Ha Jung Wo; Kim Yun Seok; Cho Seon Ha; Le Chul-min.
Fecha de estreno: 05/01/2012
Cuando Na Hong-jin reventó la taquilla local con The Chaser, la incógnita era saber si lograría sobrevivir al monumental éxito de su ópera prima o si caería en las garras de los cineastas locales que no logran dar continuidad a su filmografía. Pero la buena acogida de su debut llegó nada menos que a los responsables de Fox International, con lo que las puertas a una nueva película se abrieron de lleno. Na Hon-Jin se hizo rodear del elenco artístico y técnico, garantizándose la continuidad de Ha Jung-wo como actor principal y de Kim Yun-seok como perfecto antihéroe para los dos roles principales de la trama.
La historia de The Yellow Sea comienza en la zona fronteriza que une a China, Rusia y Corea del Norte. En ese peculiar enclave geográfico malviven los choshunk, descendientes de los coreanos que huyeron de su país durante la ocupación japonesa y que se dedican en su mayor parte a la economía sumergida o a actividades ilegales de diferente calibre. Gu-nam es una de esas personas. Trabaja como taxista en Yanji, donde intenta ganar dinero para pagar las deudas contraídas por su mujer con la mafia local después de que ésta sufragase los gastos de su viaje a Corea del Sur. Los intentos de Gu-nam por hacer frente a los pagos topan con las deudas que acumula en el juego y con la pérdida de su empleo como taxista, lo que le lleva a aceptar, desesperado, un encargo del jefe mafioso Myun. Éste le ofrece saldar la deuda que mantiene a cambio de viajar a Corea del Sur y acabar con un reputado profesor y medallista olímpico de reconocido prestigio.
Gu-nam acepta a regañadientes, aprovechando el viaje para tratar de contactar con su mujer, de la que no sabe nada desde su partida. Tras planificar el encargo durante varios días, los hechos no salen como estaban previstos y se ve abocado a una desesperada huida de la mafia local, la coreana y la policía.
Una de las grandes virtudes de la cinta es la capacidad del cineasta coreano para diseñar auténticas coreografías de arte en las escenas de acción. Largamente ovacionadas durante su proyección en el Festival de Cannes, las persecuciones a las que somete a su personaje principal son de largo lo mejor de una trama que logra con acierto el no caer en falsos maniqueísmos a la hora de presentar a los personajes. Ello lo logra a través de una trama estructura en capítulos -su configuración episódica nos recuerda al díptico Kill Bill de Quentin Tarantino, de la que también toma la relación entre el personaje principal y aquellos a los que debe perseguir-, con un tono frío y áspero que le permite distanciarse de los protagonistas principales y abocarlos a su suerte -en su mayoría fatal- de manera contundente.
La película tiene en la relación entre Gy-nam y el señor Myum, un super-villano que se queda para sí algunas de las mejores escenas de la cinta, su punto álgido. El resultado es un thriller excelente, trepidante y de degustación complicada pero efectiva. Merece la pena dedicarle las más de dos horas y media que dura.
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