El pasado 27 de Abril Eels llegaban al Barts de Barcelona con todo vendido y un objetivo: hacer de la presentación de Wonderful, Glorious una fiesta, algo que logró sobradamente con un show eléctrico en el que no obvió hits pasados… al tiempo que nos recordó la importancia de fijarse pausas para el descanso: su I need a siesta es algo que sentimos ya como algo muy propio. Por RUBÉN IZQUIERDO. Ilustraciones de HAZTE LAPÓN, ISABEL DE OLANO, MARIA RAMOS Y VÍCTOR FRESO. Fotografía de portada de Isabel De Olano
- Eels presentaron su último disco con un Barts entregado, todo el papel vendido y varios bises. Los últimos casi 10 minutos después de haber acabado el concierto
- Para nuestra crónica sin fotografías contamos con ilustraciones de Hazte Lapón, Isabel De Olano, Maria Ramos y Víctor Freso
La publicación de Cosas Que Deberían Saber en España hizo mucho para Blackie Books, editorial que apostó por su lanzamiento, con el que logró una cálida acogida prácticamente de inmediato. Aquel fulgurante éxito relanzó la popularidad de Mark Oliver Everett en nuestro país, al tiempo que mucha gente llegaba a su vez a una editorial convertida ya de culto por una audiencia constante a la que ha sabido fidelizar desde entonces. Lo dicho viene a cuenta porque, cuando Mr. E apareció en el escenario de la Sala Barts, -¡qué bien se ajusta el antiguo Artèria a conciertos con la mística de los de Eels!- no pude evitar recordar alguno de los pasajes del libro, sobre todo aquel en el rememora una actuación intercalando las letras de entonces con acotaciones personales.
Y es que la música de Mr. E. -de visita en Barcelona de la mano de El Festival de la Guitarra organizado por The Project- la liturgia de su directo adquiere pleno significado si reparamos en el personaje, un autor mayúsculo, forjado a sí mismo a través de su intensa biografía, seguramente el único que puede plantear una escenografía como la que exhibe en la gira -toda la banda uniformada en chandal Adidas- y que nos parezca tan elegante como brillante. Lo segundo que pensé es que ni Norma ni yo llevábamos cámara fotográfica y que desde nuestros asientos -compramos dos entradas en el segundo piso- las fotos con nuestros dispositivos móviles eran del todo insuficientes. Así que, ¿qué hacer?
Días después, asumida la grandeza de disfrutar a Eels en directo –Wonderful, Glorious seguramente no sea su mejor álbum, aunque nadie dijo que deba alcanzarse la perfección en cada nuevo trabajo, y de todas formas el álbum alcanza sin problemas el Notable Alto en nuestras consideraciones- pedimos nuestro Twitter si a alguien le apetecía ilustrar la crónica con una única premisa: que Mr. E apareciese con su ya icónico chandal Adidas como vía para recoger la esencia de la noche. Nunca un error, el nuestro, nos regaló algo tan bonito, con una respuesta espectacular que puede disfrutarse justo a estas líneas: cuatro nuevos Mr. E para dar forma a nuestra crónica ilustrada. Muchas gracias a todos los participantes, más protagonistas que nosotros en la realización de esta crónica.
Volviendo a la noche, Eels arrancaron con una constante que seguirían durante toda la noche, alternando viejos hits con algunos de los temas de su nuevo álbum. Prizefighter, del icónico Hombre Lobo, sirvió para hacernos entrar en calor, siguiendo de inmediato con la nueva Kinda Fuzzy. Ya para entonces se marcaron las pautas de la noche, con Oliver Everett dominando la escena y la banda tirando de galones, en un concierto sin artificios que nos dejó un Mr. E expresivo en el directo y a una banda engrasada con la que llevó a cabo un simpático ritual del abrazo que le sirvió para ir introduciendo uno a uno a sus compañeros de trayecto.
Open my present, también de su nuevo álbum, y el cover de Fleetwood Mac Oh well completaron el primer tramo de la noche junto con otro tema del citado Hombre Lobo, la enérgica Tremendous dynamite. La fibra nos la tocó con una de sus canciones más preciosistas: imposible no emocionarse con That look you give that guy, uno de los mejores temas de Hombre Lobo, protagonista de un bonito homenaje en este primer tramo de la noche, ya sobradamente ganada. Ahí enlazaron con Dirty girl -notablemente revisitada en la edición de Meet The EELS, cuando rescataron el directo en el Town Hall de Nueva York aludido en Cosas Que…– y se cerró el círculo: la importancia del directo, la liturgia de disfrutar la música de Eels en formato teatro, lo explicado en el libro… todo estaba ahí, nítido e informal ante nosotros.
«Miro al público, al mar de rostros anaranjados por las luces del escenario, y me siento arropado«, explicaba entonces. «Estamos bien jodidos, pienso, y no hay mayor verdad que ésa. Todos tenemos alguna historia bien jodida en nuestras vidas, y no hay nadie viviendo el cuento de hadas que la tele nos hizo creer que vivíaremos de mayores, cuando éramos pequeños«, puede leerse en el que es uno de los mejores pasajes del -¿no se nota?- libro de cabecera de quien ésto escribe. Ignoro el bagaje emocional de un autor, el recorrido de emociones de alguien con el semejante repertorio de Oliver Everett ante noches como la del Barts, pero en temas como Dirty hall lo explicado en el libro enlaza con lo vivido en directo. Aunque estemos jodidos, que lo estamos, nos queda la magia: Dirty girl en un mar de luces, también de emociones, inundándolo todo.
Siguiendo la hoja de ruta musical (también emocional) de la noche, Mr. E y su abrazable banda siguieron con Peach blossom, uno de los hits de su nuevo álbum, la primera avanzadilla que lanzó cuando la banda confirmó su regreso. Siguieron entonces The turnaround y On the ropes, también de Wonderful, Glorious y Fresh feeling, palabras mayores si la consideramos como una de sus mejores canciones, especialmente desde el punto de vista emocional.
El último tramo del setlist propiamente dicho quedó introducido por The sound of fear, recuperado de Daisies Of The Galaxy– y New alphabet. La mítica Souljacker y la homónima Wonderful, Glorious cerró el concierto antes de los bises, previo paso de una larga ovación con la que el público supo responder al hábil ejercicio del reparto casi quirúrgico entre hits y nuevos temas presentado por Mark Oliver Everett y los suyos. Los bises, presentados como guinda, tuvieron una estructura casi tríptica, con dos regresos al escenario antes de los dos últimos temas cantados casi diez minutos después de dar por finalizada la noche. Para entonces los I need a siesta formaban ya parte de la mitología de la noche. El primer retorno estuvo introducido por la intimista I’m your brave little soldier, a la que siguió el tandem My beloved monster -hitazo de Beautiful Freak– y Mr. E’s Beautiful Blues, otro de esos temas con los que tocó la fibra en el Town Hall de Nueva York.
La noche podía haber acabado perfectamente ahí pero hubo una nueva salida para Fresh blood, y cuando la noche parecía finiquitada una tercera. Con medio Barts ya desalojado Eels regresaron y se marcaron dos últimas perlas: Dog faced boy y Go EELS, perfecto colofón para una noche enérgica, con la que Eels honraron su regreso, en una noche sin alusión para su penúltimo disco pero con una buena dosis de clásicos.