En Bilbao, el plan está claro: Los pintxos y el txakolí son los protagonistas. El Casco Viejo de la capital de Vizcaya es una joya muy bien conservada por los bilbaínos, y esconde muchas sorpresas –y muy agradables- para todos aquellos que quieran deleitar el sentido del gusto. La ciudad, además, tiene una personalidad única y encantadora. Sólo presenta un problema: el momento de abandonarla se nos hará muy complicado. Por PICOTT GIRL.
Para los que se inician en la asignatura ‘Bilbao’, una buena manera de empezar es dirigirse a la Plaza Nueva, en Casco Viejo, y muy cerca de la parada de metro que lleva el mismo nombre. Allí encontramos un clásico, ideal para estrenarnos en el mundo de los pintxos: Se trata del Café Bar Bilbao, una cervecería de época, fundada en 1911, y que despliega en su barra pintxos clásicos y de gran calidad.
Una vez estrenados en el arte del pintxo, podemos avanzar en nuestro aprendizaje y dirigirnos al otro extremo de la plaza, donde encontramos el Gure Toki (‘nuestro sitio’ en euskera), lugar de referencia por los distintos premios que ha ido acumulando a lo largo de los últimos años. En la puerta del local, encontramos ya una pizarra que anuncia que su ración de ravas ha ganado el primer premio de la ciudad.
Cuando entramos en el local, nos espera una colección de pintxos sofisticados y que también acumulan varios galardones, como el ganador de la Txapela de Oro en 2011, Vizcaya: Un cuenco con sopa de queso idiazábal con huevo de codorniz, hongos salteados, concentrado de carne, patatas fritas y flores. Sí, flores. En este preciso momento es cuando nos damos cuenta de que nuestra visita a Bilbao será un contínuo disfrute para el paladar.
Entre pintxo y pintxo, también podmeos encontrar una oferta cultural interesante en la ciudad. Dejando la estrella (Guggenheim) a un lado, encontramos otros lugares donde poder disfrutar de una exposición, un coloquio, talleres o conciertos. El más espectacular es, sin duda, Alhóndiga Bilbao, un centro cultural y de ocio instalado en 2010 en un antiguo almacén de vino de la ciudad. El edificio es totalmente imponente, y en él se puede encontrar desde una mediateca hasta un gimnasio. En Alhóndiga se celebran ciclos dedicados a distintos directores, exposiciones, conciertos o conferencias.
Otro espacio interesante en Bilbao es el Hika Ateneo. Mucho menos sofisticado pero con una gran fuerza social, en este centro aledaño a la estación de Atxuri se celebran conferencias y coloquios, y tienen lugar muchos conciertos, principalmente el fin de semana. Además, también se realizan talleres varios días a la semana.
Después de este baño cultural, podemos ya regresar al Casco Viejo, donde podremos empezar a calentar motores para los pintxos. Un muy buen sitio para tomar una cerveza o un café es Lamiak, en la calle de la Pelota, muy cerca de la Ría de Bilbao. Un local muy amplio y de dos plantas, con una decoración que combina el vintage con las vanguardias, y en el que los tertulianos toman algo mientras charlan tranquilamente.
Seguramente se nos ha despertado el hambre. Pues estamos en el sitio ideal. Las Siete Calles del Casco Viejo cambian su imagen al caer el sol, y pasan de ser calles tranquilas y con comercios tradicionales a ser un bullicio de gente que va de bar en bar, probablemente, paraguas en mano, en busca de su pintxo. La calle Santa María, en pleno casco viejo y muy cerca de la Ribera, concentra dos sitios, uno al lado del otro, donde poder degustar pintxos que nos pondran los pelos de punta: Son Gatz e Irrintzi. En el primero podremos degustar auténticos pintxos gourmet, ya que también acumula, igual que Gure Toki, muchos premios para sus pequeños grandes platos, elaborados con ingredientes de alta calidad. En Irrintzi, en cambio, iremos a experimentar con nuevas texturas. Desde la gelatina de sandía hasta un hiruki de kikos, la forma de los pintxos en este local habitualmente lleno hasta los topes es cuanto menos sorprendente. Son deliciosos, y por un precio muy razonable.
Tras la visita a la calle Santa María, podemos seguir por los alrededores de la Catedral de Santiago, donde encontraremos una amplia oferta de sitios donde seguir disfrutando del txacolí y de los pintxos. También hay restaurantes a la carta, aunque fácilmente veremos que los locales no los acostumbran a pisar.
Para momentos en los que queremos descansar de los pintxos, también hay menús muy auténticos y con productos de mercado en el Casco Viejo. Toda la comida parece ser sagrada en Bilbao. Hasta el último pintxo de jamón y pimiento en el último bar de la ciudad, será bueno. Incluso para los amantes otras culturas gastronómicas: La ciudad de los pinchos ofrece otras alternativas. Nuestro hallazgo: un japonés muy recomendable, por su relación calidad precio, con unas bandejas de sashimi que pueden hacer saltar las lágrimas. Se llama Mao, y se encuentra muy cerca de Plaza Moyúa.
Para la copa de luego, una muy buena zona es Deusto. La calle Ramón y Cajal concentra un gran número de bares y de vida. Pero si no queremos movernos del Casco Viejo, podemos encontrar también locales donde poder tomar algo. El epicentro es la calle Barrenkale, donde podremos escoger entre opciones más rockeras (Cogoio), ochenteras…
Un buen bar donde tomar la primera (o la última) es el Bizitza, un acogedor local gay-fiendly donde podemos tomar un café por la tarde o un gintonic tranquilo a las 2 de la madrugada. La banda sonora: The XX o Lana del Rey son los nuevos clásicos en este local.
El ‘sitio’ es el Txomin Barullo, el primero que encontramos cuando entramos en Barrenkale desde la calle de la Torre. El lugar es imprevisible: Aparentemente es un local de pintxos y cervezas, pero en el momento menos esperado, las luces se atenúan y se convierte en un bar de copas en el que el dueño hace las funciones de DJ con una lista de reproducción totalmente vintage y en el que la gente puede bailar Alaska con un pintxo de tortilla en la mano. Perfecto.