Después del concierto de Delafé y las Flores Azules en Sala Apolo el viernes 24 queda clara, como mínimo, una cosa: a todos nos gustan las palabras bonitas. Y si enciman suenan a fiesta y a positivismo, mejor. Y si te cantan canciones melodiosas con voces que aboban, pues mejor todavía. Y si sus letras estallan en toda la sala coreadas por quienes se las saben y admiradas por quienes no, mejor que mejor. Y si en mitad del concierto Oscar D’Aniello hace saltos de altura y lo da todo, y la dulce Helena Miquel sonríe con los ojos y acaricia con la voz significa que estás donde deberías estar. Lugar adecuado y todo preparado. Una crónica de ANNA PACHECO con fotografías de JOANA CURBERA.
- Delafé y Las Flores Azules cerraron la gira de su último disco con un doble concierto en la Sala Apolo
- Con todo vendido desde hace días, la banda se dio un baño de multitudes en un derroche vitamínico
- La banda alcanzó el clímax con la doble sesión de bises. Hoy, Éramos y Enero en la playa, muy celebradas
Es febrero, fin de gira, primer día del doble-concierto que van a dar en Apolo. Helena Miquel con tutú negro, que no azul, y Óscar hiperactivo, por aquello de no variar. Las trompetas de la muerte preparadas y el resto de la trupe listos para -otro- simulacro de Primavera atemporal. Porque a ellos les da igual que sea febrero, invierno, agosto u otoño. Ellos son La Primavera y, la verdad, eso siempre sienta bien.
A modo de monodosis anti-depresiva salieron al escenario con el repertorio de su último álbum, Vs. Las Trompetas De La Muerte. Y a sonreír, que sale solo. Arrancan con su trip-hop alegre y luminoso y la canción Río por no llorar. Helena Miquel dice: Benvinguts y siguen dándole gas con canciones del último álbum y también del anterior. Luego, La Juani, BSO de la película de Bigas Luna, La primavera, El indio, La compra y Delafé con la camiseta ya empapada por esos movimientos sobrenaturales.
Turno de Ciudadanos, canción elegida para el spot de la archiconocida marca de cerveza. Y raro era quien no se la sabía. Un abarrotadísimo Apolo diciendo al unísono Mundoooo!, alargando esa ‘o’. Y normal, porque ahí estaban todos los ciudadanos del mundo. Eso es Delafé y las Flores Azules. Ese grupo que consigue reunir a todo tipo de gente. Parejas de enamorados que se buscan la mano con Mar, el poder del mar, grupos de amigas, jubilados, la-madre- que-acompaña-a-su-hija, treintañeros en primera fila que le sonríen a la vida y se olvidan que el lunes habrá que ir a trabajar.
Desde el público, muy bien enseñado, lanzan confeti al aire en una metáfora casi perfecta de lo que ellos son: colores y vida. Ai, si us pogués abraçar a tots, suelta a Helena, ese ser abrazable que sigue dando las gracias como si fuera su primer bolo. Polvos de talco esturreados por el suelo para volatilizar, si cabe aún más, a Óscar, que tiene unas piernas que parecen de goma y es incapaz de estarse dos minutos quieto.
Como es ritual en cada concierto, llegan los bises con Hoy, Éramos y, claro, Enero en la playa -¿acaso había alguien en la sala dispuesto a irse sin escuchar una de esas canciones que erizan?-. A estas alturas, después de casi dos horas de reloj, el público sigue gritando: ¡Esto no se para!. Y parece que se van, pero no. Reaparecen para acabar con esa resurrección en vida llamada Solo palabras. Y ahora sí, reconciliados con la Vida, ya puede empezar Marzo, una tormenta, el apocalipsis y lo que sea.