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El Futuro se presento el lunes en el D’A (Festival Internacional de Cinema d’Autor) en Barcelona, habiendo pasado ya por los festivales de Locarno, Sevilla y Murcia, entre otros. Se trata del primer largometraje de Luís López Carrasco, miembro del colectivo cinematográfico documental y experimental Los Hijos, que en esta ocasión se pasa a la ficción. Aunque esa ficción es solo relativa, planteada la película como si se tratase de un documento encontrado, un found footage, de una verdadera fiesta de 1982. Por ANA MARTÍNEZ
El film se construye como una serie de instantáneas de una noche de fiesta. Unos recortes de tiempo, marcados abruptos cortes de sonido e imagen, de una noche de alcohol entre amigos. La idea de su creador Luis López Carrasco, era la de llevar a la pantalla una noche cualquiera, de una fiesta madrileña de 1982, que perfectamente pudiera ser la de una noche vivida por cualquiera la semana pasada.
El Futuro comienza con el discurso de Felipe González en la noche de la gran victoria electoral de 1982 del PSOE. La fiesta no trascurre bajo ningún parámetro lineal, argumental ni narrativo, tan solo imágenes sueltas que nos sitúan casi como una persona más dentro de este contexto. A partir de una suerte de instantáneas cinematográficas sus imágenes navegan muy cercanas al cine de Warhol, en especial a Chelsea Girls, con tintes que resuenan a Almodóvar y Zulueta, por la inevitable conexión cultural que se establece con el imaginario del underground cinematográfico patrio ochentero.
Más allá de las referencias cinematográficas, El Futuro nos plantea, y casi obliga, de una manera incómoda, a reflexionar acerca de este chirriante anacronismo, en el que la pantalla nos devuelve la mirada como un espejo macabro. Es esta vuelta hacia la reflexión de nuestro momento y la realidad de nuestra historia personal, pero también la de la realidad política de nuestro país, a la que El Futuro quiere llevarnos, ya desde el planteamiento mismo de su título que toma el “futuro” como la forma de enunciar aquel cercano pasado.
Este anacronismo toma el tiempo fílmico y nos sitúa en una extraña tesitura como espectadores, pero más aún como “habitantes” de este/aquel tiempo concreto, de esta/aquella tesitura histórica; planteando y dejando abierta la puerta a la angustia postmoderna de un eterno retorno que ante nada se detiene. Las conversaciones quedan relegadas a un segundo plano sonoro por una constante y densa capa de música, que no solo ambienta la fiesta sino que es el elemento esencial y vertebrador para situarnos histórica, temporal y emocionalmente.
Las voces eclipsadas de sus personajes surgen y reverdecen tan solo por momentos entre la abrumadora banda sonora, compuesta por un despliegue de grandes temas del postpunk más oscuro y siniestro, pero también de la línea electrónica más innovadora, de los ochentas ibéricos. Grupos rescatados como Ataque de Caspa, Homúnculo, Monaguillosh u otros como Siniestro Total o los primerísimos Aviador Dro.
El enfoque de El Futuro se plantea desde una perspectiva crítica política clara. Su inicio con la voz en off de Felipe González, en su discurso de victoria de las elecciones de aquella misma noche, marca el desarrollo de una línea visual y “narrativa”, que aparentemente nada tendrá que ver con lo político, pero que sin embargo destila crítica y autocrítica en cada fotograma. El discurso de Felipe González marca de manera casi pavorosa esa sensación de eterno retorno antes mencionada. Los proyectos y cuestiones planteadas en su discurso son los mismos a los que nos enfrentamos hoy día, veinte años después. Conversaciones y situaciones giran en torno a las drogas, las relaciones interpersonales y sexuales; el trabajo y la incertidumbre; el compromiso político o las manifestaciones etc. Todo ello llevado bajo una aparente frivolidad fiestera que sin embargo no lo es tanto. El hedonismo con el que siempre se etiqueta a la década de los ochenta no queda subrayado. Hay una mirada diferente, matizada por la potente la banda sonora, que se aleja de esa raíz hedonista y se centran en un universo mucho más oscuro y autoconsciente. La mirada de López Carrasco es pues crítica pero también respetuosa y constructiva con sus personajes.
El film es en definitiva un magnífico experimento que se aleja de las formas narrativas convencionales en lo formal, y cuya fuerza reflexiva se erige sobre todo desde la elección de los sonidos y letras de las canciones escogidas. La cercanía de sus planos nos habla desde una cierta distancia, la energía que puebla los planos nos transmite cierto derrotismo, la exaltación de la victoria socialista nos habla también del desencanto político; contrastes todos ellos en los que se erige un discurso que nos invita a revisitar y repensar nuestro tiempo desde aquel a partir de todas sus concomitancias.