El próximo 5 de mayo se celebra el concierto benéfico Pagar La Multa, cita que tiene como fin afrontar parte de las multas que el bar Heliogàbal tuvo que asumir a principios de año, después de haber sido objeto de varias inspecciones. Para afrontar parte de esos gastos los grupos Za!, Mishima y Pony Bravo -protagonistas de algunos de los mejores conciertos de la intrahistoria del Heliogàbal- se han ofrecido a tocar en la jornada benéfica del próximo 5 de mayo en la sala Razzmatazz, con el objetivo de poder costear parte de los gastos a asumir para poder afrontar las obras de mejora en materia de seguridad que el local debe realizar para adaptarse a la nueva normativa sobre música en directo de la ciudad de Barcelona.
Las entradas están disponibles con el precio mínimo de 15€ (quien lo desee puede realizar una aportación extra, existiendo igualmente la posibilidad de participar a través de una fila cero, habilitada expresamente para la ocasión. Aprovechamos la inminente celebración del concierto, que servirá a su vez para celebrar el final de esta pesadilla, sufrida además coincidiendo con los actos de celebración del vigésimo aniversario de la sala, para recuperar la entrevista que los encargados del local nos concedieron para el número 5 de nuestra revista impresa, realizada justo antes de que arrancasen los actos de celebración de su XX aniversario. La entrevista se realizó antes de que las inspecciones llevaran al cese provisional en la programación del local.
Heliogàbal: 20 años programando conciertos
Veinte años programando conciertos pueden parecer una eternidad, y en cierto modo lo es. Veinte años son, entre otras cosas, varias generaciones de grupos, formaciones que van y vienen, muchas de ellas de paso por el Helio. En vísperas de los primeros actos de aniversario del bar más conocido —al menos a nivel musical— de Gràcia pudimos charlar con su director adjunto, Miquel Cabal, para bucear un poco en la memoria interna de un local convertido en cierto modo en símbolo de una época, la misma en la que los grupos de casa ahora giran y giran por varios festivales del país. “Nos siguen tirando los grupos que apuestan por cierta autogestión”, nos contará Miquel en la entrevista, echando un vistazo al concierto especial en el que tocaron grupos vinculados de una manera directa con el Helio, una gran familia que se las ha apañado para no perder su esencia. Definido por Sisa tiempo atrás como el “nuevo Zeleste de Platería”, Miquel prefiere huir de hipérboles y ceñirse al mismo patrón con el que arrancaron tiempo atrás: programar conciertos y disfrutar.
El Heliogàbal celebra este año su 20 aniversario, una efeméride especial.
Lo es, aunque me gustaría dejar claro que nosotros no estamos desde el principio. El Helio lo fundan en 1995 Memi March y Paolo d’Antonio. Nosotros entramos en el 2000, continuando con la manera de trabajar que había tenido la casa hasta entonces: funcionamiento como asociación cultural y conciertos a puerta cerrada. Con el tiempo empezamos a batallar el tema de la licencia, y al final conseguimos la de bar. La nuestra fue una de las últimas que se dieron antes de que se parase la otorgación de nuevas licencias con el plan de usos.
¿Cuándo fue?
Creo que en 2004. Hasta entonces estuvimos en un régimen semiclandestino, por así decirlo, aunque la programación poco a poco iba tomando nombre. Creo que el mérito de entrada fue el de consolidar una programación regular, que poco a poco iba haciéndose un nombre, y sobre todo ganar tranquilidad.
¿Es el modelo que seguís ahora?
Sí, hemos mantenido esa dinámica desde entonces, con el apoyo del Institut de Cultura. Ha costado lo suyo y sigue costando, pero ha valido la pena.
¿Con qué te gustaría que se quedase la gente?
En la presentación del 20 aniversario, Roger Roca (director de Sputnik) habló de consistencia artística. Creo que es un buen resumen o un concepto que sintetiza bastante bien lo que tratamos de hacer. Personalmente me gustó el reconocimiento intrínseco que había en esa consideración, porque creo que implica el reconocimiento a un trabajo bien hecho. Al final lo que se programa te puede gustar más o menos, pero ves que hay una cierta línea que no hemos abandonado. La consistencia es algo valorable: todo lo que se programa aquí despierta más o menos interés y eso conlleva cierta satisfacción personal.
En mi experiencia como cliente con lo que me quedo yo es que, en ciertas etapas, todo pasaba en el Helio. Era un buen sitio en el que estar.
Quizá sí que fuimos representativos de lo que pasaba en Barcelona, pero creo que ahora sucede menos que antes, aunque también puede ser que ahora pasen menos cosas (risas). Ahora en serio, la etapa del 2008 al 2012 es la que seguramente encaja mejor con lo que dices. En aquella época Sisa dijo que el Helio era el equivalente a la Zeleste de la calle Platería, algo que por otra parte a mí me parece exagerado, pero el recuerdo de aquellos años es muy bueno. La clientela, los grupos… todo tomó cierta envergadura. No sé si se tomó una visión exagerada del asunto, y es probable que ahora todo haya vuelto al lugar más o menos normal que por las dimensiones del Helio debería tener, pero aquí seguimos, con dos o tres conciertos por semana y una programación muy digna.
En los actos de celebración del aniversario algo de reconocimiento a aquella etapa hay.
Los grupos de entonces empezaron a crecer, hasta ser lo que son hoy. Hemos querido retomar aquel formato también para ellos: en algunos casos supone su regreso en mucho tiempo, y estoy convencido de que a ellos también les gusta recuperar ese formato más familiar, sobre todo después de haberse pateado escenarios enormes. Que gente como Mishima, Joan Miquel Oliver, etc., con toda la entidad que tienen ahora, decidan volver es algo que te ilusiona.
¿Y cómo explicas que haya sido un bar el lugar donde se tome esa foto de lo que pasó no hace tanto?
Tristemente hay pocas salas de conciertos. Muy pocas en realidad. Estaría bien que hubiesen más espacios para que los grupos toquen y que no pudiesen contarse con los dedos de la mano. Por eso creo que no nos corresponde colgarnos ninguna medalla. Al final es inevitable que casi todos los grupos pasen por aquí: con las pocas salas que hay es normal que tarde o temprano se acerquen, ¿no?
Hacer escena, vaya.
Hablo de un circuito concreto, ojo. Si vas a uno más underground, ahí entran en juego los espacios autogestionados y los casales, y si vas a otro más mainstream seguramente no pasarás por aquí. Todo lo que queda entre medias sí que es potencial de que pase por el Helio.
Que el circuito sea tan reducido es en cierto modo una contradicción.
Lo es del todo, absolutamente. Al final los grupos se la juegan, y se cansan de ese formato en el que necesitan que la familia y los amigos les llenen la sala. Los espacios se acaban muy rápido y es una pena que eso pase en una ciudad a priori tan cosmopolita como Barcelona. Con una variedad mayor seguramente se generaría un hábito igualmente mayor entre el público, y tendríamos un modelo diferente al que nos ha quedado, con un público casi especializado en grandes acontecimientos y festivales. A los festivales no les cuesta movilizar a miles de personas, mientras que a las salas les cuesta mucho llenar. Creo que eso da para reflexionar.
Se fomenta el modelo de festivales, y no se ha facilitado la existencia de salas pequeñas para un público más joven
¿Eso cómo se cambia?
Ojalá lo supiese, pero hasta la fecha al público apenas se le ha ofrecido convertirse en público de sala. Se fomenta el modelo de festivales, y no se ha facilitado la existencia de salas pequeñas para un público más joven. Eso alimentaría una red que apoyaría a bandas noveles o a bandas que, simplemente, no quieren entrar en ese otro circuito mayor, de grandes intermediarios o managers. Sigue habiendo grupos que prefieren trabajar al margen de eso, pero se encuentran con que no pueden disponer de mucho margen: hay un tapón difícil de destapar.
El nuevo ayuntamiento de Barcelona ha prometido cambios…
Eso hemos oído: que será una de las apuestas de este mandato, y que se facilitará la música en directo, con un mayor apoyo a los locales. Ojalá pase, pero hasta ahora nos decían que era imposible, que la normativa lo impedía. Si lo piensas, no debería ser tan difícil… ¡Que solo pedimos algo tan fácil como hacer conciertos! Cuando este año nos pasó lo del Festigàbal hablamos mucho de eso. Se sacó tanto de madre que tuvimos que hacer la reflexión: “lo único que queremos es hacer un par de conciertos gratuitos en una plaza para la fiesta mayor de nuestro barrio”. ¿En serio tiene que ser todo tan difícil?
Hablabas del apoyo a los locales y las salas. A muchos locales se les ha cerrado por hacer ruido…
Estoy de acuerdo en que se debe insonorizar, pero de ahí a demonizar… Te queda siempre un temor, el temor de a ver cuánto duramos. A lo mejor si dejamos esto y nos ponemos a hacer mojitos veremos que molesta más una cosa que otra. Es evidente que se hace ruido, pero no es culpa de la música en directo. Es culpa de la gente que hace ruido, ¿no? Las molestias en la calle no son culpa de la música en directo.
Otra traba. Ahora se consume menos en barra que antes. Eso son menos ingresos.
Y es un problema, porque tienes que buscar otras vías de financiación, como patrocinios o subvenciones. En la época en la que se vendían muchos cubatas en la barra, por ejemplo, no había tanto riesgo a la hora de programar. Ahora que los números aprietan más, vas con cuidado: todos los gastos extraordinarios (cachés altos, hotel, etc.) sabes que no los cubrirás.
¿Tanto se ha notado?
En los conciertos, la gente se toma una cerveza, y normalmente al acabar se van. Económicamente ese modelo no es muy rentable, aunque de entrada asumes que no programas conciertos para hacer dinero. Si quisiésemos ganar dinero estaríamos con lo de los mojitos (risas).
A nivel de promo, ¿qué cambios habéis notado?
Quizá antes éramos más un bar de periodistas y músicos, por decirlo así. Antes con enviar la programación te alcanzaba, pero ahora es todo más sutil. Entran en juego las recomendaciones, y la figura del prescriptor, esa persona que todo lo que dice va a misa y que genera opinión en las redes. Seguramente ahora es todo más inmediato y se realizan menos reportajes, y eso hace que a nivel de promo te lo tengas que trabajar más, que selecciones los envíos de prensa o que tengas que invertir más recursos en publicidad. En nuestro caso, hasta el año pasado, nunca lo habíamos hecho.
Es curioso que lo digas. Nosotros el otro día pagamos nuestro primer anuncio en Facebook.
¿Y no te pareció raro? Pones ahí un dinero que no sabes bien qué generará, pero luego es cierto que notas algo de respuesta, y al final todo esto lo haces para que la gente venga y disfrute de los conciertos que creemos que vale la pena ver. Si no, no los programaríamos.
Retomemos el aniversario. Viendo la programación del mismo, se ve claro que había una voluntad de rendir homenaje a bandas que en cierto modo crecieron con vosotros.
Bueno, la evolución que ha tenido cada grupo varía según su propio recorrido. Yo me acuerdo mucho de los conciertos de Mishima aquí. Era un grupo que me gustaba, y le comenté a Artur Estrada (nota: vocalista de Nueva Vulcano, Artur ha sido durante varios años el programador oficial del Heliogàbal) si podíamos programarlos. Habían sacado el Trucar a Casa. Recollir Les Fotos. Pagar La Multa, que es el disco con el que lograron un mayor reconocimiento hasta entonces, el primero en catalán. Al verlos tocar fue como decir, “collons, què bé”. El público fue creciendo y cuando hicimos la coña aquella de que viniesen a hacer el concert de Nadal funcionó muy bien, hasta que se salió de madre. El año que dejamos de programarlo lo hicieron en el Coliseum, y fue muy bonito porque nos invitaron como Heliogàbal Band. Salimos el Tato de Nueva Vulcano, Artur, Sergi Egea de Famèlic y yo.
El Petit de Cal Eril ejemplifica un caso similar.
La primera vez que vino aún estaba con Lluís Rueda, Càndid Coll y David Paco. También vino con el formato aquel especial que aplicó con Mau Boada y Joan Colomo. Y Joan Miquel Oliver sería otro caso similar. Es gente que se ha hecho muy grande y nos ilusiona que vuelvan. En los últimos conciertos de todos ellos se colgaba el sold out muy rápido y lo pasabas mal por la gente que se quedaba sin entrada.
Pensando en conciertos multitudinarios me acuerdo del revuelo que generó el de Amaral.
Aquello fue evidentemente algo diferente a esto. Nos llamaron y lo cerramos muy rápido… Se hizo una cola tremenda, que iba de la puerta a Travessera.
¿Qué recuerdas de aquel bolo?
Pues era el momento en el que su popularidad estaba en su momento más álgido. No teníamos muy claro qué pasaría, y supongo que con el tiempo ha sido uno de los conciertos más curiosos que hemos tenido. En parte se cerró porque tenemos amistades comunes: ellos conocen a la gente de La Lata de Bombillas o el Arrebato de Zaragoza. Eso lo ha facilitado.
Después estuvo el autohomenaje, con los grupos que formaban parte del Helio compartiendo escenario.
Quisimos autoprogramar a las bandas de aquellos grupos que tienen una relación directa con el Helio, como trabajadores, y nos salió una lista de 12. Es curioso porque ves representados a muchos sellos o colectivos, como Aloud, La Castanya, Famèlic o Boston. Supongo que es síntoma de que lo que se hace aquí es muy variado, no hay una línea artística cerrada.
Nos cohesiona más la forma de hacer las cosas que el estilo en sí. No hablo de autogestión porque no son grupos autoeditados, pero sí grupos que cuidan su trabajo de manera más personal
¿Cuál es el nexo?
Nos cohesiona más la forma de hacer las cosas que el estilo en sí. No hablo de autogestión porque no son grupos autoeditados, pero sí grupos que cuidan su trabajo de manera más personal, gente que se preocupa por cuidar sus propias cosas.
Eso enlaza con los programadores. Tanto Artur como Sergi Egea de Famèlic conocen muy bien la escena local.
Llevan muchos años en esto. Antes de que programase Artur tuvimos a Albert Pijoan gestionando la programación. En los primeros años metíamos mucho jazz, grupos que llegaban de visita, amigos… Artur hizo variar el planteamiento y jugó más un rol de comisario, lo que enriqueció mucho la programación. Ahora se encarga más del Ronda y el Festigàbal, pero Sergi mantiene la línea que marcó Artur.
La fiesta se hizo en el Espai Jove, otro local habitual en vuestras fiestas.
Es un lugar que hemos utilizado muchas veces. Está infrautilizado, en parte por el precio del alquiler. Esa sería otra batalla, pero es un espacio que se ha de utilizar mucho más. Podría utilizarse prácticamente a diario porque no molesta a la gente de fuera, es como un búnker. Nos gusta mucho hacer cosas allí.
Hablabas del Ronda. Siempre me pareció una gran idea.
Es una derivación de lo que se hace en el Helio. La idea inicial era algo más romántica, pero no nos la dejaron implantar desde el distrito. Queríamos hacer tres o cuatro al año, una por estación sin contar el verano, que lo dejábamos para el Festigàbal. Y la particularidad era que se montarían conciertos en lugares peculiares, en plan Pau Riba en el Canigó. Nos tumbaron la idea con el pretexto de que la música se escucharía fuera, que es algo que me hizo mucha gracia. ¡La música tiene que oírse! Al ser imposible cambiamos el modelo y dejó der ser la “Ronda” pensada para convertirse en el ciclo que hemos impulsado desde entonces.
Al final se ha expandido más allá de Gràcia.
Bueno, es que en Gràcia no hay tantos sitios para tocar. Hemos pasado por la BeCool, el Sidecar… pero la idea romántica del principio no se ha podido mantener.
El caballo de batalla en 2015 fue el Festigàbal.
Fue toda una aventura buscar la nueva sede. No pudimos repetir la plaza habitual y nos costó mucho poder encontrar un lugar donde seguir. No sé hasta qué punto los vecinos de Can Grassot estarán contentos con tener que aguantar una festa major que no es la suya, pero quedamos muy contentos. Al principio se nos hizo raro que quedase tan alejado, pero aunque pierdes la gracia de la gente que llega de ver las calles, ganas un público que viene expresamente a ver los conciertos. El año que viene nos gustaría repetir.
¿Cómo surgió la idea del festival?
Pues lo curioso es que el primero fue fruto de la casualidad. El primero vino porque Xavi, el encargado de entonces —actualmente en el Costa Brava—, se fue a la plaza Rovira a comprar el diario y vio un cartelito en el quiosco en el que se buscaban grupos, algo en plan “se buscan grupos para tocar en la fiesta mayor”. Xavi le explicó que trabajaba en el Helio, y ahí se sentaron las bases. Al final se llegó al acuerdo de que se hiciese un concierto al día en cada jornada pero, aunque fue muy bien, ese formato solo duró un año. Este año, con todos los cambios, costó mucho tirar el Festigàbal para delante pero al final has de luchar por lo que crees.
HISTORIA DE UNA PARED
Uno de los iconos del Helio es el color característico de sus paredes. El rojo que resguarda el escenario es fácilmente reconocible en las fotos que las bandas cuelgan en sus redes sociales, algo que ayuda a hacer reconocible una plaza ya de por sí icónica. “Lo curioso es que esa pared es una pared falsa, es la que insonoriza el local”, nos apunta Miquel. “La pared la pintó Stella Hagemann, una artista alemana que vivió muchos años aquí, y que hizo amistad con casi todos nosotros. Con el tiempo se convirtió en la decoradora oficial del Helio, y periódicamente redecoraba el local”.
Resuelto el enigma de la autoría, Miquel nos cuenta un secreto que explica el curioso color de la otra pared, la que miran de cara los artistas mientras tocan. “El edificio es de los más antiguos de la zona. Es de 1884, y se da la circunstancia de que tiene aguas subterráneas. No sabemos bien bien qué son, si es un río subterráneo o qué, pero el caso es que hay humedades que suben periódicamente. Si te fijas en la pared verás que es de un tono ocre-verdoso, con partes doradas. Es así porque Stella la pintó con unos óxidos que se alteran con las humedades, lo que le da una vida propia. La otra quedó roja porque buscaba que fuese fácilmente reconocible. Creo que lo logró”, concluye con una sonrisa.