El pasado sábado cinco localizaciones distintas del barrio madrileño de Malasaña acogían 15 conciertos simultáneos en el primer Make Noise celebrado en la capital. El pistoletazo de salida lo dio la gallega Jane Joyd, cantando en el porche del espacio de creación Espíritu 23. Un sofá, una alfombra y mucha expectación: estos fueron los únicos elementos con los que contaron los artistas. Por HELENA VILLAR
Estuvimos en Make Noise Malasaña. Nuestro escenario escogido fue el Espíritu 23, donde pudimos ver los directos de Jane Joyd -en formato acústico- Wild Honey y Luis Brea. Nuestro especial Make Noise Madrid se completará mañana con la publicación de la entrevista que le realizamos a Jane Joyd antes de su concierto y con la de No Joy, disponible ya en nuestra web
Elba Fernández (o Jane Joyd) salió al que en segundos convirtió en el salón de su casa sabiendo dos cosas. La primera, que apenas dos años después de lanzar su proyecto ya era sobradamente conocida entre el público del Make Noise. La segunda, que ella ya había empezado así, con tan sólo su guitarra. Pese a enfrentarse a la ausencia de micrófono e instrumentación, fue sonar su desgarrada y poderosa voz y callar el personal congregado, hasta entonces centrado en converse(ar) y beber cerveza. Jane Joyd, sentada en un extremo del sofá, empezó a cantar sus dramáticos y oscuros cuentos que suenan a folk del norte, a naturaleza delicada y brutal. Sus primeras metáforas fueron para los animales de . Se escucharon sus exitosos Heartless Horse y Dead Fish y el “Here I am” con el que se inicia este último sonó alto, muy alto, con contundencia.
Para la cuarta canción la primera fila ya se había sentado en semicírculo a sus pies. Fue entonces cuando se atrevió con los paisajes de su nuevo EP Shy Little Jane Presents: So Lost In This Bleak Winter Landscape. Fue breve, apenas seis canciones en total, pero ya se sabe: lo bueno, si breve…
Más tiempo estuvieron los Wild Honey. De más larga y prolífica trayectoria, empezaron con The Kite and Capitain John, una de las canciones de su último LP. Sonaron introvertidos, sobre todo por el volumen vocal de Guillermo Farré, con el que a ratos competía el bullicio de la calle. Apoyado por el resto de la banda y sus instrumentos, sin embargo, lo colorista y alegre de sus canciones fue ganando peso poco a poco.
Al contrario que su predecesora, los Wild Honey optaron por entonar primero sobre todo canciones del último LP, Big Flash, que fueron intercalando con la célebre 1918-1920, escogida para el primer videoclip de The Epic Handshakes and a Bear Hug. Con An army of Fat Synths, una de las más conocidas, los fans más tímidos hicieron atisbo de cierto movimiento y hasta un perro se sentó en primera fila. Espíritu 23 ya volvía a parecer el salón de cualquier casa. Los Wild Honey sonaron a tapizados americanos sesenteros, a pop amable, de una frescura reforzada por instrumentos como el xilófono o la sierra musical.
Con la noche a punto de caer, llegó el experto en ironías crepusculares Luis Brea. Lejos de quedarse sentado en el sofá, el cantautor madrileño hizo suya la alfombra para ir de un lado a otro, desafiante, empuñando su guitarra. Empezó con La cuenta atrás, y apenas sirvió de aviso a lo que se nos venía: franqueza, chulería… Costumbrismo histriónico de barrio del centro que, sorprendentemente, se mezclaba por momentos con cierta delicadeza en temas tan populares como su Dicen por ahí. Los seguidores de Brea, acostumbrados al showman que es, rápidamente se sumaron con palmas y tarareos a sus intrincadas letras de antihéroe. La comodidad del cantautor fue tal, que incluso se atrevió a probar una canción nueva, Parchís. No bajó el ritmo pero por si acaso, ahí estaba Automáticamente, quizá su tema más conocido, para despedirse, para dejar claro que ese salón había acabado finalmente siendo su territorio. Sus pies en el sofá dieron buena muestra de ello.