¿Cómo puedo ser una chica tan joven y tan alegre y tan llena de esperanza?. Lo que estoy utilizando es aquel domingo de cuando tenía catorce años, porque fui todo eso aquel día. ¿Por qué no puedo utilizarlo más?
Marilyn Monroe

Icónica imagen de la actriz en Nueva York

Se ha dicho, inventado y fabulado todo a favor y en contra del icono por excelencia. Poco o nada nuevo se puede aportar ya a su leyenda, pero lo que sí es cierto es que hay múltiples versiones de su vida. Casi tantas como veces la han intentado imitar -intentemos no traer a nuestra mente el último posado de Lindsey Lohan- actrices y cantantes con poco éxito. Por JESSE OAKS

De las infinitas historias que cuentan acerca de ella, lo único que podemos hacer es quedarnos con la que más nos acerque a nuestro maravilloso personaje entre la niebla que la rodea constantemente. Y esta es mi Marilyn Monroe. De belleza irrepetible, carisma inigualable, personalidad única. Así se podría definir a Marilyn. No es nada nuevo leer algo así, aunque sea irremediablemente cierto.

Fue una mujer que bautizó una leyenda con un  nombre, la consagró en cuerpo y alma -literalmente-, y el celuloide la condenó a ser por siempre jamás esa rubia sexy no muy lista, de grande atributos, sin opción a optar a algo más. O en su caso, sin opción a demostrar ese algo más latiendo con fuerza en su interior.

Siempre que veo fotografías o películas de ella, me siento como un cuervo ante la piedra más brillante del mundo. Soy incapaz de apartar la vista de ella. Da igual con quién esté compartiendo el objetivo o la cámara. Sólo existe ella y nada más que ella. No sé si tal fascinación se debe esa belleza que tanto la atormentó, al talento tan increíble que tenía estando tan acotada como estaba, o la nostalgia con la que miraba  incluso en sus fotografías mas provocativas.

La dualidad Jean/Monroe, una constante en su vida

Sus fotografías, son el vivo reflejo de la lucha constante  que mantenía consigo misma para dejar aflorar a la Norma Jean más real y quitarle por unos momentos protagonismo a su odiado personaje, Marilyn Monroe.

Por un lado, está el cuerpo, expresándose con toda la sensualidad y libertad que le permitía (y exigía) ser Marilyn, y por otro, la mirada que encierra a una mujer llamada Norma Jean, que sabe que puede ser grande, muy grande sin necesidad de tintes platino, vestidos ajustados o comentarios que hacían volar las mentes de las masas de admiradores mientras soñaban que pasaban siquiera cinco minutos con ese maniquí de carne y hueso que siempre sonreía.

Ella misma lo decía. «Los hombres se desenamoran de mí por que se acuestan con Marilyn Monroe y se levantan con Norma Jean«. ¿Qué tenía esa Norma Jean para asustar tanto a sus locos enamorados? Quizá descubrieran que Norma Jean era realmente inteligente y que poseía un carácter cultivado e inquieto que nada tenía ver con el de frágil niña que Marilyn ostentaba.

Sea como fuere, los  hombres  fueron desfilando uno a uno por su vida, sin que ninguno llegara a quedarse lo suficiente. Todos se enamoraban de Marilyn, todos se casaban con Marilyn, pero una vez puesto el anillo, ninguno quería ser eclipsado por ella, ninguno quería el sobrenombre  fruto del enlace que les arrebataba la identidad propia. Daba igual si eras Joe Dimaggio, el deportista más famoso del momento, o Arthur Miller, escritor reconocido. Una vez pronunciado el sí quiero, todos sin excepción, pasaban a llamarse Marido de Marilyn. El contraataque de todos ellos tras el sí quiero venía en forma de exigencia: querían retirar a su muñequita del celuliode para convertirla en una excelente ama de casa en cualquier rancho perdido en algún pueblo de cinco habitantes, y así poder brillar con luz propia y recuperar de nuevo su identidad y status sin eclipse alguno. Y de paso presumir de cónyuge, claro.

Marilyn mantuvo siempre su magnetismo fotogénico

Como era de esperar, sólo en esas ocasiones Norma Jean era capaz de hacer su aparición en un intento de cumplir su sueño más preciado: formar una verdadera familia, cuidar y querer a sus hijos como no lo habían hecho con ella. Pero la transformación duraba poco. Había vivido más como Marilyn que como Norma. Por tanto, Norma Jean era para ella una auténtica desconocida y no sabía como manejarla. Así que tarde o temprano, Marilyn Monroe resurgía de entre las cacerolas para poner fin a esas relaciones llenas de maltratos, abortos, frustraciones e incomprensión hacia alguien que deseaba tanto querer como que la quisieran a ella profunda e incondicionalmente por primera vez.

Quizá en cierta medida ella fomentara las inseguridades de Norma Jean como esposa, ya que como todos sabemos fue abandonada a muy temprana edad por su madre, y ese miedo la persiguió y atormentó durante toda su vida. Ella sabía, o creía, que lo único que nunca iba a abandonarla era su carrera. Era la estrella mundial por excelencia, y mientras hiciera lo que la mandaban, todo iría bien. Mientras, en su cabeza se iría preparando para que llegado el momento, pudiera interpretar algún papel importante de Shakespeare en Brodway y ganarse así ese respeto que tanto ansiaba de sus compañeros de profesión y del público en general.

Su imagen, en los últimos años, se vio gravemente dañada y difamada. Todo formaba parte de una campaña de desprestigio orquestada por el clan Kennedy y su séquito infinito de colaboradores, para que, en caso de que llegara el moemento en que Marilyn decidiera destapar todos los trapos sucios de los integrantes de la Casa no tan Blanca no tuviera credibilidad alguna.

Una de sus primeras sesiones fotográficas

Se dijo de ella que estaba loca -otro de sus grandes temores, ya que su madre estuvo internada en psiquiátrico-, que tenía tantos amantes como días del mes, que era alcohólica y adicta a los barbitúricos y a cualquier pastilla que la hiciera evadirse de una realidad que cada vez la torturaba más y más.

Nunca se habló de sus ansias de conocimiento. De sus inquietudes artísticas más allá de la interpretación y el posado, como por ejemplo los relatos y poemas que escribía después de  devorar libro tras libro. Nunca nadie prestó atención, o tuvo intención, de descubrir a esa mujer misteriosa e inteligente que tenía mucho más que decir más allá del comentario picante acompañado de su característico guiño.

La frustración de no conseguir romper con esa imagen, las compañías de Lee y Paula Strasberg, la intensa y extraña terapia a la que se sometía, y varias situaciones desagradables vividas, desencadenaron en ella una caída a un infinito depresivo que, de haber seguido viva, habría sido muy difícil salvar.

En cuanto a su muerte, poco tengo que decir a excepción de que la teoría del suicidio no forma parte de mi leyenda sobre la vida de Marilyn Monroe, siempre en nebulosa y cambio constante. Simplemente diré que, tanto Marilyn como Norma Jean tenían aún mucho que ofrecer y muchos planes que realizar. Por que si algo tenia la mujer más famosa del mundo, era capacidad suficiente como para acumular derrotas y depresiones en la parte de atrás, para poder seguir adelante con su vida y su carrera, a pesar del peso extra.

Afortunadamente, nos deja un grandioso legado de escritos, fotografías, dibujos y películas y que nos ofrecen una nueva visión más allá de sus curvas inevitablemente sexys: la verdad sobre ella en todas sus versiones.

Una de sus sesiones más recordadas, la de Playboy

Si bien es cierto, que sus dos yos se van haciendo cada vez más evidentes en las últimas sesiones fotográficas, donde el cuerpo intenta ser el plato principal, pero que pasa a ser el postre en cuanto fijas la mirada en la suya. Por que si alguien puede decir que nació de la fotografía, es ella. Gracias a su perfecta y natural fotogenia nos deja fotografías tan inolvidables, como sus posados en la playa donde somos testigos de cómo Norma Jean deja paso a la recién nacida Marilyn, la atemporal portada de Playboy, sus retratos mirando hacia un vacío neoyorkino que bien podía ser el suyo propio o la memorable sesión con Bert Stern, donde deja clara constancia del exigente voyerismo de su público cuando descarta las fotografías menos sugerentes o aquéllas donde retrata a la Marilyn más pura y nostálgica que nunca y dejándonos alguna perla como por ejemplo, toda una visión borrosa de su cuerpo dejando al descubierto únicamente esa mirada tan misteriosa y nítida a la vez o la foto más real y auténtica que he visto. Una Marilyn sonriendo con la boca y  los ojos cerrados, sin pose, ni seducción ni sensualidad. En absoluto relax.

Mítica sesión de la actriz con Bert Stern