Desde que saliera el primer ejemplar del libro más ilustrado de todos los tiempos no han parado de llovernos imágenes de las andanzas de todos sus personajes. Las primeras, plasmadas en lienzos, techos y paredes, eran exhibidas al mundo previa aprobación del editor mayor al mando en el momento de su realización. Las más recientes, hijas de la tecnología y la imaginería libre de reproches y estereotipos, nos descubren nuevos intérpretes de la religión que hace que a algunos, se nos caiga la baba. Por JESSE OAKS
Crucifixiones, banquetes, muerte y piedad se unen para mostrarnos (y liberarnos) de creencias implantadas para la represión y el encauzamiento de las masas.
Los primeros lienzos y murales que narran su biografía nos contaban una historia de horror, sufrimiento y continuo sacrificio en el más absoluto y estudiado tenebrismo, que se perfilaba como el innegable e intachable ejemplo a seguir por los terrenales que nos salvamos gracias a su bondad, a la par que sembraba la culpabilidad por la muerte de ese amable desconocido y el miedo a ser quemados en un efímero, aunque latente, infierno por no seguir las pautas.
Transcurridos los siglos, las nuevas generaciones descubrimos que hay mundo más allá de la frontera papal, y damos un nuevo significado al nombre de dios . Convertimos en dioses a cantantes, actores, personajes de la farándula e incluso a nosotros mismos, y creamos todo un universo paralelo donde nuestros endiosados son los que mandan y lo que hacen, nuestra religión.
Una de las imágenes más versionadas junto con la última cena, crucifixiones varias y demás torturas inexplicables, es La Piedad. Una escena donde el hombre yace muerto en brazos de una dolorosa y abatida mujer. Muchos fotógrafos han sido quiénes han subido a la cruz a sus dioses para descolgarlos en brazos de potentes mujeres que no se resignan a cumplir con el rol de «amantísima y doliente» y que dan un giro a la pauta femenina, para mostrar las debilidades masculinas.
La particular versión de David Lachapelle se da lugar entre dos amantes, en una habitación con Courtney Love, un doble de Kurt Cobain, una mesilla llena de pastillas, un querubín, un astuto juego de palabras y la sustitución de los archiconocidos estigmas por marcas en los brazos, entremezclado con colores vivos y brillantes, luces y espejismos que se funden con las paredes y dejan atrás la oscuridad a la que estamos acostumbrados.
Bruce Labruce también utiliza a dos amantes para crear su Piedad. Está vez, Alaska y Mario hacen las veces de dolientes, pero esta vez sin colores ni escenarios. Un simple blanco de fondo (y el de sus pieles) hace que no perdamos tiempo en fijarnos en el ejercicio estético que hay en el tanga, los tacones, el charol, las medias de rejilla y la corona de espinas.
La publicidad, tampoco ha perdido la oportunidad de aprovecharse de esta magnética imágen. Una firma de calzado la utilizó en un contexto más moderno e incluso romántico, para unir el uso de sus botas con la fortaleza de sus compradoras, situando a la fémina de pie y sujetando a pulso al yacente de aspecto vulnerable.
Por último, Fernando Bayona, que recrea con maestría una Piedad inolvidable (ver imagen de cabecera). Una madre amantísima sostiene en sus brazos al hijo perdido al pie de una cama entre salvaje y prohibida, en una habitación prácticamente destruida, con retratos de fondo y alfombras de hojas y ramas de árboles. La expresión de ella, sugiere una plegaria constante por la redención y el perdón de su hijo y la pulcritud de la ropa interior de éste en medio del caos, la pureza que él cree en sus actos. En resumen, un retrato perfecto de la incomprensión y el choque de dos mundos diferentes.
En la web de este fotógrafo, podéis encontrar la serie Circus Christi donde versiona multitud de imágenes clave que no pasan desapercibidas.
Muchas son las críticas, cócteles Molotov y polémicas que han caído desde que decidimos resituar las fronteras de las creencias y dar a conocer la apariencia de nuestros dioses y sus circunstancias, pero muchos más han sido los que han respondido a golpe de objetivo para reivindicar la libertad creativa y otros tantos los que hemos respondido con los ya archifamosos «me gusta«.
Mmmmm… A mí la imaginería religiosa siempre me ha dado bastante grimilla (herencia de 15 años en colegios de monjas, supongo), pero lo queramos o no forma parte de la base cultural de muchos de nosotros, de modo que es un paso natural tomar un referente y jugar con él para transmitir… Lo que quiera el autor, que para eso es autor.