Presentada primero en el Festival de San Sebastián y tan solo unas semanas después en el Festival de Sitges, Animals espera su estreno oficial el 26 de octubre. Se trata de la última producción de Escándalo Films, nombre indisociable de la “factoría” ESCAC, que presenta ahora este personalísimo largometraje bajo la dirección Marçal Forés.

Forés se estrena en el formato de larga duración tras dos interesantes cortometrajes, Yeah! Yeah! Yeah! (2005) y Friends forever (2007), que ya sentaban algunas de las bases estilísticas y temáticas  del director, quien también ha coqueteado con el formato del videoclip, donde cabe destacar el video de animación de The Cheese/Les Aus, “Scooby dude”. Por ANITA MARTÍNEZ

Fotografía promocional de Animals

Hablamos con Marçal Forés y nos interesamos  especialmente por la fuerte presencia que tiene la música y el sonido en su película, con una banda sonora con grupos en la estela del punk-rock-pop de Los Clavales, la sonoridad industrial de A Frames, y un diseño de sonido muy interesante y atmosférico. Plagada de guiños musicales la guinda la pone el nombre del oso, Deerhoof, que efectivamente hace referencia a la banda. Forés nos comenta que está prevista la publicación de un vinilo para finales de noviembre, compuesto de 22 canciones que recopila la música de los grupos que suenan en la película y algunos más como Los Bananas, Kana Kapila, Los Ginkas, Internet 2 o Mujeres, editado por Grabaciones Grabofónicas, Maravillosos Ruidos y Cofradía de la Pirueta.

Animals nos acerca a Pol (Oriol Pla), un joven aún en el instituto cuya vida relativamente común tiene un elemento discordante: Deerhoof, un oso de peluche que se mueve y con el que Pol habla, pasea e incluso toca –Deerhoof a la batería y Pol a la guitarra. El día a día de Pol transcurre entre su casa, en la que vive con su hermano, y el instituto. Entre ambas localizaciones, una inmensa naturaleza retratada con gran sensibilidad, gracias también a la fotografía de Edu Grau. Pol se esfuerza por mantener la existencia de Deerhoof en secreto, consciente de lo extraño de su amigo imaginario. Pero esta lucha por la supuesta normalidad no le será nada fácil. A ello se suma la llegada de un  chico nuevo al instituto, Ikari (August Prew), que intriga y atrae profundamente a Pol.

Bajo  una línea argumental que podría parecer otra película más sobre adolescentes, se esconde sin embargo un tratamiento argumental, visual y sonoro que se aleja mucho del prototipo que tenemos sobre una película de estas características. Ésta es una de las razones por las que Animals se relaciona casi inevitablemente con Donnie Darko (Richard Kelly, 2001). Y es que hay en Pol, como en Donnie Darko, algo conflictivo, algo que no encaja y sobre lo que resulta difícil poner el dedo. Ambos se sitúan en una continua pugna por esconder un intimísimo secreto, a la vez que parecen querer gritar desesperadamente para poder liberarlo.

Animals es una apuesta personal, que sitúa la cinematografía nacional en una corriente de cine postmoderno e “independiente” que tiene una escasa representación en nuestro territorio. Esta línea cinematográfica sigue los pasos de diferentes cineastas contemporáneos, volcando en guión, imagen y sonido toda una serie de referentes e influencias muy diversas. Resuenan en Animals ecos de Gus Van Sant tanto en el tratamiento de la imagen como en la temática adolescente, de Wes Anderson especialmente en su manera de insertar la música en el relato cinematográfico o del ya mencionado Richard Kelly . Su tratamiento de la atmósfera sonora siempre presente, casi invasiva en ocasiones, recuerda por momentos a David Lynch.

Sonidos que parecen venir de algún rincón oscuro, reverberantes y envolventes, algo que el propio Forés nos confirma: “con el diseño de las atmósferas trabajamos mucho, sobre todo con distorsiones tanto de guitarras como de otros instrumentos y con los potenciómetros. El diseñador de sonido (Jordi Ribas) y yo nos pasamos un par de días encerrados en el estudio  probando pedales, afonías que pudieran surgir de las guitarras o  de la propia electricidad que transmitían. Realmente hay mucho trabajo detrás de las músicas, es algo que también está en la línea de las canciones de A Frames, que tienen un punto lynchiano, como tú dices. Era la voluntad de crear este punto de aturdimiento mental. El planteamiento teórico que hicimos alrededor de esto, era el de las atmósferas como una ilustración de los sentimientos del personaje”. Los sonidos de la naturaleza que nos rodean también se amplifican al máximo y  provocan un interesante contraste con este punto industrial de la música de los A frames “Había algo en la música de A Frames que era desgarrador y sucio, pero también muy energético. Algo oscuro, violento a la vez, pero hipnótico, me parecía que casaba muy bien con el viaje interior de Pol”.

La inserción de la música es esencial, como en sus dos anteriores cortos, forma parte intrínseca del guión, la canción actúa como motor, creador de ciertas cualidades de la escena e incluso del tempo. Los personajes de Forés interactúan con la música, juegan a llamar la atención del espectador sobre la banda sonora, hasta que ciertos momentos musicales adquieren un punto catártico, “tanto en escuchar, bailar o en hacer música hay un punto de conexión entre las personas. Yo mismo he tocado en grupos y me gusta la química que se crea entre personas que tampoco tienen necesariamente mucho que ver entre ellas, pero que crean una conexión especial. Gente que no se conoce mucho y sin embargo tienen este vínculo profundo. Con la música, cuando conectas con alguien que conoce la letra de esa canción que te mola o que también le flipa ese disco de tal grupo, es como si una parte de esa persona también te perteneciera. La música para mí tiene este punto de unión, es muy capaz de unir algo más de esas personas que comparten un gusto concreto por una fracción determinada”.

Animals retrata la adolescencia a través de sensaciones y emociones, donde los hechos importan más por los sentimientos que desencadenan que por las propias acciones. Esto se refleja en la narración con importantes elipsis, no solo de lo que nos lleva la situación de estos personajes sino también dentro de la propia historia, ”entiendo que puede ser un riesgo no dar un camino demasiado trazado al espectador, pero creo que a nivel emocional todo queda claro. Para detenerse en todos los porqués habría que haber dedicado toda la película a explicar en lugar de vivirlo. El proceso de montaje ha sido en cierta manera un lavado de explicaciones. Según que cosas podrían hacer que rozase el thriller o el drama. Había cosas que se tenían que obviar, que explorar más allá”.

El guión se compone en diversas tramas, pero el epicentro queda claro y lo narrativo se convierte casi en una escusa, pues lo que importa es esta perspectiva intimista. Lo que podría ser un elemento anecdótico como un amigo imaginario, el oso de peluche, se transforma sin embargo en representación de soledad y aislamiento, en expresión de los deseos y carencias. La adolescencia  es vista como un microuniverso personal que nos aísla de los demás, donde cada emoción se vuelve sobrecogedora  y puede provocar un cataclismo.

Aunque con algún efectismo, me refiero en especial a la escena final del instituto que se toma como reclamo en el tráiler de la película, Animals se presenta en conjunto como una historia retratada desde un punto de vista totalmente personal, rico en referentes. A pesar de la gran variedad de motivos de los que bebe, Forés supera el riesgo que supone esta mezcla de influencias. Sienta las bases de una mirada y lenguaje cinematográficos propios, con una huella autoral que promete hacerse reconocible, lo que para una ópera prima no es decir poca cosa.

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