Ya hemos hablado en alguna ocasión sobre el peso de la etiqueta, el empeño que ponemos en alumbrar al nuevo o nueva señor X, la necesidad de tender puentes que alineen nuevos talentos por confirmar con los integrantes habituales de los inquilinos de nuestros respectivos panteones. Contra eso luchó Laura Marling,  una batalla ya ganada para el nuevo gran nombre del folk británico quien, pudiendo ser muchas cosas, apostó por ser ella misma. Y ganó. Ahora presenta All my range, segundo single de A Creature I Don’t Know, su tercer disco de estudio. Un perfil de RUBÉN IZQUIERDO

  • Laura Marling presentará su tercer LP, con el que mantiene la línea ascendente que ya había mostrado en su anterior trabajo, en el próximo Primavera Sound
  • Después de una breve colaboración con Noah & The Whale, Marling publicó su primer disco con tan sólo 18 años. Tres años después, su carrera va lanzada. Como prueba, su incursión en el galáctico cartel del próximo Coachella
  • All my range, el que será será segundo single del disco, cuenta desde la semana pasada con videoclip. Como en el caso de Devi’ls Spoke, cuenta con la dirección de Fred & Nick

Laura Marling, en una imagen promocional para su nuevo disco

Resumamos la carrera de Laura Beatrice Marling, cantautora natural de Hampshire, Reino Unido, en unas pocas líneas. En 2008, con sólo 18 años, publica su primer álbum, Alas I Cannot Swim y logra una nominación a los Mercury gracias a temas como My Manic and I o New romantic.Colabora con Noah & The Whale, banda de la que formó parte en sus inicios como segunda voz antes de iniciar una relación sentimental -ya conclusa- con su solista Charlie Fink. Marling cuenta también colaboraciones con bandas icónicas del indie británico como Mumford & Sons y Mistery Jets y en 2010 saca al mercado su segundo trabajo en solitario de título revelador, I Speak Because I Can. En 2011 logra la confirmación definitiva ya con A Creature I Don’t Know, álbum que la confirma en lo alto de la nueva ola folk de las islas. Podremos comprobarlo a primeros de junio, cuando nos visite a raíz de su paso por el Primavera Sound, uno de los muchos festivales que visitará este verano en una campaña que comenzará un par de meses antes con su paso por el Coachella.

Marling ha sido noticia esta semana por presentar el segundo videoclip de su nuevo trabajo. Una pieza feísta, con juguetes del siglo XIX de aspecto vintage tomando vida al ritmo de All my rage, por lo demás uno de los mejores temas de su tercer disco de estudio. Dirigido por Fred & Nick, el vídeo contrasta su habitual dulzura con la poca plasticidad -seamos eufemísticos- de los muñecos vivientes que la rodean.

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Antes de All my rage, Marling presentó el primer single del LP en enero, cuando publicó el de I was just a card, single de presentación del álbum, dirigido en aquella ocasión por Kate Jablonski y Brian Lipchik, vídeo en el que la belleza sonora de Marling se fundía con bellas imágenes de danza en una sincronía arrebatadora. Un arrebato visual para su poesía musical. Miel sobre orejuelas.

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Aposentada ya en su carrera en solitario, a Marling la encontramos como vocalista secundaria en Peaceful, The World Lays Me Down, primer LP de estudio de Noah & The Whale allá en 2008, el mismo año de publicación de su disco de debut. Poco después conoció a Marcus Mumford de los Mumford & Sons, iniciándose un nuevo idilio y otra tanda de colaboraciones, esta vez reservadas especialmente al directo.

Más allá de sus cameos en otras formaciones y de sus idilios sentimentales con los ilustres miembros citados de la escena británica, hay en Marling una capacidad innata a la hora de llevar a cabo sus composiciones que la empujan a la trascendencia. Folk de base sostenido en dos pilares innegociables: la base melódica que acompaña su lírica, poderosa y desgarradora, y su voz, tal vez su mejor arma para abrirse hueco en el saturadísimo mercado británico, pasaporte principal para girar con Neil Young o grabar con Jack White, pequeños hitos logrados durante su proceso de aprendizaje y consolidación, una consolidación que le ha llevado a componer temas que son poesía pura, orquestada con pinao, guitarra, bajo o mandolina.

Cuesta destacar uno de los tres álbumes por encima de otro. Los dos disponen de joyas nada escondidas. Desde la inicial Ghosts, primer tema del primer disco, a la épica Devil’s spoke, con la que abría su segundo álbum, dos joyas en apariencia antagónicas con un mismo punto en común: su capacidad para conmocionar a ritmo de guitarra desgarrada.

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Marling es ya una autora, decíamos, consolidada que canta sin reparos sobre su visión de la vida, folk que emerge más allá de la neblina londinense, marcado por cierto aroma campestre, garra británica que explotó en Goodbye England,  tema desgarrador y (auto)biográfico en el que evoca su niñez y la relación que marcó con el país que la vio nacer y crecer, puede que su pieza más emotiva de las grabadas hasta la fecha junto con el baño melancólico que fue Night after night.

Creature I Don’t Know, el disco que presentará en el Primavera Sound, reincide en algunas de las constantes apuntadas en sus dos trabajos previos, aún siguiendo la tendencia que ya apuntó en su trabajo anterior, cuando la dulzura y la candidez de su primer trabajo empezó a derivar en asuntos más maduros. Con producción de Ethan Jones, su tercer disco nos ofrece una riqueza instrumental mayor si cabe a la ya notoria encontrada en I Speak Because I Can. Tanto es así, que alguna pincelada de jazz se escapa en el derroche instrumental de su nuevo trabajo, una mayor confluencia de estilos que confirman su entrada en la madurez musical, aquella que fija a Marling en el citado folk de base que en otras variantes más indies.

La británica debutará esta temporada en el Primavera Sound

Y es que Marling no necesita de mayores concesiones para facturar un álbum arrebatador. La belleza subliminal del álbum -la campiña británica musicalizada, si quieren- se destilan en Sophia o en la aludida All my rage, para sorprendernos en The beast, su tema más rompedor según avanza, hábilmente fijado mediado el disco para cogernos por sorpresa y terminar de vencernos sin remedio.

Una bestia que, por otra parte, termina por dar sentido al álbum, cocinado desde una madurez insólita para su edad -habíamos propuesto no aludir más de lo necesario al milagro de llevar semejante carrera recién entrada en la veintena, no hemos podido- y que prefiere el valor de la palabra y su acabado sonoro a artificios innecesarios con los que adornar su música. La poesía inicialmente aludida, plasmada en un disco que rezuma a clasicismo. Un milagro presentado en tres asaltos, tres discos que resumen una carrera intensa y veloz, para nada fugaz. Llamada a trascender más allá de las etiquetas con las que se le trató de vincular tras su primer disco de las que supo y pudo desprenderse a tiempo. Y todo ello con la sensación que no ha tocado techo. La llama no cesa. Que siga brotando.

Marling, durante una actuación el pasado verano