Interesante trabajo el presentado por Errata Naturae, editorial de culto que vuelve a premiarnos con una lectura del todo estimulante que nos sirve para rescatar los orígenes del tatuaje a partir de los estudios y trabajos de tres médicos a finales del siglo XIX, una práctica reservada entonces para «individuos peligrosos», analizados aquí con rigor y detalle. Por RUBÉN IZQUIERDO. Ilustración de CARLA COMÍ

  • El libro lo pueblan criminales y prostitutas de finales del siglo XIX e inicios del XX, hombres y mujeres de los que apenas sabemos nada, salvo unas pocas peripecies vitales… y sus tatuajes
  • Integrados por la ciencia decimonómica en la categoría social de individuo peligroso, eran enviados a cumplir el servicio militar o encerrados en cárceles y asilos
  • Estigmatizados en lo social, las pocas decisiones personales que tomaron a lo largo de su vida quedaron grabadas en su cuerpo, en un tiempo en el que tatuarse era considerada una «costumbre bárbara»

Ilustración de Carla Comí inspirada en el texto de Le Blond y Lucas

El estudio, realizado por tres médicos como decíamos entre finales del siglo XIX y principios del XX, sirve para estudiar y comprobar las múltiples diferencias del tatuaje en su vertiente social de un tiempo a esta parte. El trabajo, realizado por Eugenio Lacassagne, Albert Le Blond y Arthur Lucas no se había dado a conocer en España hasta la traducción llevada a cabo por Errata Naturae, y el mismo recoge en su interior los diferentes estudios llevados a cabo por los tres investigadores tomando como muestra los tatuajes que convictos, prostitutas y demás personajes de los bajos fondos británicos mostraban en su piel, llevando a cabo un minucioso trabajo de recopilación al incorporar la reproducción prácticamente exacta de todos los tatuajes analizados.

Los mismos fueron tomados de personas que la ciencia de entonces bautizó como «individuos peligrosos», protagonistas de una «costumbre bárbara» entre personas que habían sido enviados a asilos, reformatorios o prisiones por diversas causas.

El trabajo, leído hoy, nos sirve para comprobar con sorpresa el enorme cambio que se ha producido en la aceptación moral del tatuaje, práctica que era vista con enormes prejuicios en la época a pesar de ser textos escritos «bajo la mirada moderna de la época«, escenificada en los estudios de tres hombres ilustrados que, a pesar de esa mirada relativamente moderna mantenían ciertos prejuicios y tabús propias del momento en el que vivieron.

Es probable que la parte más interesante del libro sea la primera. Lacassagne estudia y argumenta la influencia del medio social en el criminal, llevando a cabo sus estudios en la prisión de Saint Paul, donde estudió cientos de tatuajes, utilizados entonces para identificar al individuo que delinquía. En su trabajo, Lacassagne hace un fresco de la época a través de la minuciosa recopilación de nombres, apellidos, edad, lugar donde se realizó el tatuaje y las características principales del mismo, un tatuaje que tanto servía para la identificación del individuo como para llevar a cabo el estudio de su periplo emocional.

En la segunda mitad del libro Le Blond y Lucas centran su mirada en las prostitutas encerradas en la prisión del hospital de Saint-Lazare, chicas en su mayoría ingresadas por prescripción materna y en donde el componente social vuelve a jugar un papel fundamental, en una línea de estudio similar a la anterior, con pequeños matices.

Con más de 2000 tatuajes estudiados de 550 individuos distinos, el texto centra su mirada en aquellas personas que llevaron a tatuarse el rostro con inscripciones como «mártir de la libertad», toda una declaración de principios rescatada ahora en un trabajo de indudable interés sociológico.

Portada del estudio publicado por Errata Naturae