Una extraña paz te envuelve cuando escuchas a Mormon Toasterhead, el proyecto personal, personalísimo, de Ben Klawans. Lo suyo es un bedroom pop con acotaciones folk de cuna, melodías frágiles para terminar por generar una colección de canciones de otra era, memorables todas, antes de que el tsunami digital lo cambiara todo, incluso la manera de trabajar de las producciones más independientes como la que aquí nos ocupa. Por RUBÉN IZQUIERDO
- Mormon Toasterhead es el proyecto personal de Ben Klawans, un autor mayúsculo, autor de una de las discografías más interesantes del momento
- Su sonido nos evoca a otras épocas aunque resulta aún un misterio insondable para muchos
Y es que Mormon Toasterhead es muy 80’s, dicho en el mejor sentido de la palabra, un trabajo que recuerda, con matices, a las pequeñas joyas facturadas por Daniel Johnston en los felices tiempos de las cuatro pistas, casi siempre en ediciones limitadísimas, todas caseras, que hacen de él un artesano a la antigua usanza y que tiene en obras como Summer, que dejamos aquí, un valídisimo ejemplo para ahondar en su manera de trabajar:
Hablábamos de los ochenta, la generación 4 pistas y la acotación no es gratuita. Y es que Klawans logra que su música nos evoque a aquellos tiempos de pureza, y aquí nos ponemos un poco místicos, que uno no puede más que añorar cuando entra en el juego lo-fi, de salón, de Mormon Toasterhead.
El grueso de su discografía está presente en su Bandcamp personal, donde podemos disfrutar de la práctica totalidad de sus referencias DIYS, entre las que se encuentra, claro, su última referencia publicada hasta el momento, la excelente Waldo Found Himself, donde encontramos parte de lo dicho antes, una desnudez emocional en la que interviene también el mimo a las letras hasta el punto de convertirse, de hecho, en una de nuestras favoritas. La escuchamos aquí:
Y esa libertad creativa le da para mucho a Mormon Toasterhead. Entre otras cosas para dibujar una inacabable discografía musical, compuesta por perlas en formato digital y analógico, dando paso a un lienzo de largo recorrido, en el que el deje emotivo interviene con fuerza (ahí está la sentida y minimalista Nowhere), en un autor muy poco conocido del que urge una pronta revisión total de su obra, tanto a nivel discográfico como pictórico. Y es que basta echar un vistazo a las pistas que nos va dejando en digital para disfrutar incluso de sus autorretratos dibujados (la sobra de Johnston, otra vez) . En eso andamos, aunque no hacemos más que afrontar los primeros pasos de un recorrido épico y casero. Bendita grabación casera. Bendito milagro, el de Blue dream.