Tras un tiempo desaparecida, retomo mi espacio de Staccato con una mención especial hacia la obra de Aïda Ruilova. Artista nacida en 1974, en Wheeling, West Virginia. Vive y trabaja en Nueva York. Cursó sus estudios en la escuela de artes visuales de Nueva York (M. F. A) y se graduó asi mismo en la Universidad de South Florida, Tampa, (B. F. A). Por LARA A. MIRANDA

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Aïda Rulova (*)

He conocido su trabajo hace poco tiempo, hace cosa cosa de un mes, y la verdad que me ha impactado. Ruilova trabaja sobre todo el vídeo, en formatos de corta duración, elaborando un collage visual sobre el que construye su discurso. Imágenes normalmente oscuras, con un tono lúgubre, misterioso, paranoide, e incluso agresivo. Sin embargo, sus narraciones toman el modelo hollywoodiense como punto de partida, diciéndose inspirada asi mismo por la obra de cineastas como Andrei Tarkovsky.

El sonido tiene un gran peso dentro de sus montajes, aspecto que deriva directamente de su experiencia musical junto al grupo Alva, creando secuencias que trasladan a ambientes perturbadores, con sonidos extraños, angustiosos, exagerados en algunas ocasiones, que enlazan con los espacios donde se desarrollan las acciones de sus obras, llegando a dar como resultado auténticos tableaux vivants originados por la gran carga pictórica que imprime en la forma de componer sus imágenes.

Pero quizás la parte más interesante del trabajo de esta artista resida en la óptica desde la que comprende sus obras. Ruilova hablaba en una entrevista con Gean Moreno, en la revista Contemporary, que, al criarse en Florida -dentro de un ambiente que la limitaba en gran medida- siempre sintió la necesidad de combinar su interés por representar las emociones que derivan de la alienación, de sentirse paralizada dentro de un espacio físico. A raíz de estas declaraciones directas de Aïda Ruilova, la lectura de su trabajo lleva implicita una lectura feminista obligatoria.

Imágenes secuenciadas de Goner

Imágenes secuenciadas de Goner

Goner (2010) es una de sus piezas más chocantes, un trabajo donde muestra una situación influida por la estética del cine de terror y los recursos que emplea. Dentro de una habitación, una mujer, Sonja Kinski, por medio de la cual, el espectador pasa a ser testigo de un auténtico a episodio de violencia, donde en ningún momento se ve al agresor. La artista sitúa al público en la posición de voyeurs, participes del ataque, pero que sin embargo, permanecen estáticos, pasivos, ante las circunstancias, contribuyendo a que se postergue más la escena.

Dentro de esta obra que parece estar más cerca de Suspiria o Profondo Rosso, Ruilova muestra un auténtico episodio de agresividad y violencia, sangriento, donde las presencia fantasmal del agresor nos hace dudar de la existencia de la misma, al igual que la violencia doméstica que pertenece en el ámbito privado anulando la identidad de víctimas y agresores.

Fotograma de Goner

Fotograma de Goner

Goner pone de manifiesto un juego de poderes, una tensión constante en su duración, entre el espectador y la protagonista, donde el rol masculino lo toma el espectador y el femenino, Kinski. Es decir, observador y objeto. De modo que el que mira ejerce el poder sobre lo observado ofreciendo un juicio de valor sobre éste que condiciona su devenir, al igual que ocurre dentro del sistema patriarcal de poderes.

Localizar la acción dentro de un espacio delimitado, cerrado y privado, genera un nexo directo con las teorías del confinamiento femenino y el debate feminista dicotómico sobre el espacio doméstico y público de la mujer. Siendo así la mujer el elemento condicionado, controlado, agredido y atacado dentro del ámbito privado donde se encuentra atrapada. Una pieza que hiere la sensibilidad del observador/a, que le sitúa dentro y le convierte en participante, exaltado por los golpes, los ruidos, los gritos, que convergen en una fuerte agresión a la figura de la mujer, indagando en las reacciones y los límites personales, morales sobre la violencia a las mujeres, estéticamente e identitariamente.

En otra obra, You are pretty, (1999), el personaje es un hombre, que recordando un poco a la performance Art must be beautiful, artist must be beautiful de Marina Abramovic, repite como un mantra la frase “you’re pretty” . Las pausas entre repeticiones sirven de espacios para introducir esos efectos sonoros que caracterizan la obra de Ruilova, añadiendo un valor sobre la imagen que nos condiciona emocionalmente a la hora de percibirla e interpretarla, como una mera sucesión de planos donde un hombre de pelo largo, abrazado a un amplificador repite que éste es bonito hasta la saciedad. Este vídeo guarda relación con su etapa musical, ligada a las experiencias con la música punk, el metal, de donde también extrae ciertas iconografías. Se ha interpretado que You are pretty es en realidad una crítica sobre el culto a los ídolos musicales, así como a su idealización como iconos sexuales.

Meet The Eye, en secuencias

Meet The Eye, en secuencias

Sin embargo, es mucho más interesante para el análisis que ocupa la parte crítica con la temática del arte contemporáneo feminista, Meet the eye (2009). En ella nos presenta una pareja, compuesta por un hombre, Raymond Pettibon, y una mujer, Karen Black, atrapada en la frustración de intentar recordar algo, de nuevo en una habitación, donde no transcurre ni hay indicios de que hubiese acontecido un encuentro sexual entre ambos, pero denotando que sí existe una atracción.

Las imágenes se entrecruzan: el hombre realiza un agujero en la pared, la mujer intenta recordar con una copa en la mano si se trataba de un collar… Una historia teñida de irrealidad que muestra dos vías de interpretación: la de tomar la situación como real, o como algo ilusorio.

Finalmente, la autora resuelve que se trata de una imaginación gracias a la presencia del agujero escarbado en la pared. Éste, representa el lazo entre el espacio real, del que mira, y el irreal, donde tiene lugar la acción. Algo que tiene sus referentes en la instalación Étant donnés de Duchamp (1946-66), el ojo del Perro Andaluz de Buñuel, o la conjunción que Vertov realiza dentro de Man with a Movie Camera, fundiendo la mirada del ojo con la de la cámara. Del mismo modo que a abertura de la pared, la presencia de la ventana ejerce el mismo papel, como elemento reforzante de esta división de límites.

Aqui el discurso se centra sobre el olvido y los sentimientos, sobre lo que percibimos dentro de las relaciones humanas como verdadero y falso, en lo que idealizamos, en cómo olvidamos a veces contra nuestra voluntad, y otras como método contra el dolor o las vivencias que resultan más o menos gratas. Explorando entre los vínculos emocionales, Ruilova, muestra la frustración sobre la interpretación que proyectamos sobre nosotros/as mismos, que no necesariamente (más bien al contrario) se tiene por qué coincidir con la realidad.

Para saber más sobre sus proyectos y trabajos puede visitarse su página web.

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* Fotografía de Tom Allen para http://tmagazine.blogs.nytimes.com