Terrier siguen subidos a la ola de su hit «Evoli» y presentan nuevo trabajo de la mano de Sonido Muchacho

Texto: R. Izquierdo | Fotografïa: cedida por Terrier para Shook Down Underzine 3. El triunfo absoluto que se esconde en La Plaga (Sonido Muchacho, 2016) se explica desde su inicio. Empieza con trampa benevolente: enchufan “Évoli” de entrada y de la nube ya no hay quien baje. Enganchados como estábamos ya a la soleada carta de presentación del primer tema que nos desvelaron de su trabajo más pop, la sensación de euforia contenida se estira a lo largo de todo el disco, algo reforzado con píldoras como “Y si no vuelves nunca más”, otro de los hits cómodamente instalados en el primer tramo del disco, en el que Terrier empieza a construir, pongámonos solemnes, su triunfo moral sobre nuestros oídos.

El nuevo trabajo de Terrier nos devuelve así al cuarteto asentado en Madrid en plena forma, con letras notables y un sonido sólido, más pulido, producido por Rams & Martí. Grabado en Studio B. Tough Round y Manofacturas Sonoras, las doce canciones que integran el disco saludan a la banda en plena forma tras un relativamente breve silencio de año y medio, tiempo transcurrido desde su excelente Un Cadáver del Mar que la banda ha aprovechado para seguir fortaleciendo su directo y para preparar las canciones que ahora nos ocupan.

Disco afilado cuando debe –“Tus ojos son como puñales” y vitamínico en sus momentos más elevados –“Déjate brillar” se define jolgórico desde su título- La Plaga se revela como un álbum de vocación optimista (¡qué bien sienta tararear «Gafas estrábicas»!), seguramente el tipo de disco cuando el proyecto musical en el que crees funciona a pleno rendimiento.

En su primera escucha el disco me ha recordado en parte el buen rollo que me generó en su momento el Hay Una Luz de Kokoshca (disco del año en esta casa en 2013), uno de esos trabajos capaces de alegrarte una mala semana con los auriculares a todo tren,. Sospecho en parte que  ese es el gran triunfo de un disco que cumple en su función evasiva, a la par que subraya el crecimiento como banda de los madrileños, a ratos potenciado ese sonido que ya en su momento nos recordó a La Luz (compartieron escenario con el proyecto personal de Shana Cleveland tiempo atrás), destilando de paso una alegría contagiosa –ese final ascendente en “Callate”- que reafirman la sensación que ya hace tiempo que la banda deja a cada nuevo trabajo o directo: se lo pasan remachadamente bien haciendo lo que hacen.

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