En pleno año Marilyn, era prácticamente un milagro que la pequeña pantalla no hubiese fijado su mirada en la mítica actriz. NBC rinde tributo a la estrella que emergió sobre Norma Jean en Smash, probablemente el mejor Piloto de la temporada en una producción de Steven Spielberg que se une a los muchos homenajes que quedan por venir en el llamado ya Año Marilyn. Desde Shook Down nos sumamos al homenaje y arrancamos Nuestra Semana con Marilyn, con todas las secciones de Cultura entregadas para la causa. Visto el arranque, la cosa promete. Y mucho. Por RUBÉN IZQUIERDO
- La serie recupera el musical desde su vertiente más adulta, alejándose del modelo de Glee para acercarse más a Chicago o Harspray.
- La figura de Marilyn ya había sido tratada en la pequeña pantalla por la HBO en un telefilme protagonizado por Mira Sorvino y, muy de pasada, por Mad Men
- Tras un sonado estreno, el share ha bajado en los últimos capítulos hasta el punto de no garantizar su continuidad a final de temporada
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Smash no es de de hecho la primera producción realizada específicamente para televisión por una cadena estadounidense. En 1996 HBO llevó a cabo la realización de Norma Jean & Marilyn, biopic protagonizado por Ashley Judd y Mira Sorvino de resultados discretos, con las dos actrices nominadas tanto a los Emmy como a los Globos de Oro pero con la sensación de que la figura de Monroe daba para mucho más –Mad Men le dedicó de pasada un capítulo, y ahí también nos quedamos con ganas de más, a pesar de recoger muy bien la sensación de pérdida colectiva que su trágico fallecimiento causó en Estados Unidos en 1962-. A plantar cara a esa carencia televisiva se lanza ahora Smash, ambicioso proyecto auspiciado por Steven Spielberg centrado más en el proceso de creación que en la estrella en sí, aunque con la esencia Marilyn insuflando cada plano.
En realidad, la serie centra su mirada en el montaje (ficticio) de una obra para Broadway inspirado en la mítica actriz de Niágara o Los Caballeros Las Prefieren Rubias, y su derroche de medios ha sido tal que hace palidecer a otros musicales televisivos e incluso algunos de los exhibidos en pantallas de cine en los últimos años. Todo gracias a una producción exquisita, unos personajes de entrada memorables -habrá que ver como evolucionan- y un montaje que nada tiene que envidiar al visto en las adaptaciones de Broadway perpetradas por Hollywood. Todo ello dio como resultado unos notables índices de audiencia en los dos primeros capítulos, aunque el bajón de la última semana hace temer un efecto a lo Pan Am -otra serie que tuvo un gran inicio para naufragar en el rating- en una serie que estaba llamada a convertirse en el gran bombazo de la temporada y que nos ha dejado al menos un Piloto notable… y a Debra Messing, claro, inolvidable protagonista de la muy añorada Will & Grace, recuperada para la causa aquí.
La serie tiene como punto de partida la puesta en escena de un montaje teatral inspirado en la vida de la mítica actriz, con Julia Houston (Debra Messing) y Tom Levitt (Christian Borle) asumiendo las tareas de composición en la serie y varios personajes hilvanando la trama a través de su relación más o menos directa con el musical. Estrenada con gran éxito el pasado 6 de febrero, la serie sigue el proceso de creación del musical a través del cual se vertebra toda la trama, y todo gracias al empuje y al convencimiento de Julia en poder estrenar una obra centrada no tanto en las películas de la propia Marilyn como en su propia figura, proyecto para el que no contará de entrada con la aprobación de su marido, pero sí con la de su mejor amigo y compañero de fatigas Tom.
Aunque los episodios piloto tienen algo de trampa y no muestran siempre lo que después termina por ser el producto vendido, Smash parece destinada a ser de esas producciones en las que las (altas) expectativas de su campaña publicitaria casan bien con el acabado de su primer episodio y la evolución posterior de la trama.
Amparada por Anjelica Houston -suyo es el personaje de Eileen Rand, la productora que vela por mantener a flote el proyecto a pesar de lidiar con propios problemas personales- la serie cuenta en su elenco artístico con los productores de Chicago y Hairspray, prueba evidente que Smash apuesta por el clasicismo en materia musical y señal que Spielberg, tras los fracasos sin paliativos de Terra Nova y Fallin Skies, quiere jugar sobre seguro en una serie que desprende aroma cinéfila por el leit motiv que la alumbra…
Marilyn Superstar
… que no es otro que el de la figura icónica de Marilyn Monroe. El duelo que mantienen Katherine McPhee y Megan Hilty para interpretar a la actriz en el musical se torna en el eje central dramático de la historia. McPhee es especialmente conocida en Estados Unidos después de quedar en segundo lugar en American Idol en la ya lejana edición de 2006, mientras que Hilty, una habitual en Broadway, encarna aquí su primer gran papel protagonista en televisión. La primera interpreta a Karen Cartwright, una camarera que busca el sueño dorado de lograr hacerse un hueco en el exigente universo de Broadway, mientras que la segunda hace lo propio con Ivy Lynn, actriz de carrera discreta en busca del papel que relance su anodino paso por la industria. Las dos lucharán por conseguir el rol protagonista y salvar así sus carreras musicales, una batalla de estilos entre dos personajes antagonistas –Karen es tímida y morena, Ivy rubia y extrovertida, cansada de copar roles de corista en producciones menores- que garantiza una vena dramática de entrada más acentuada que Glee, serie con la que comparte género aunque no hilo argumental.
Más que un musical, que lo es, Smash es una obra sobre el proceso de creación en todas sus vertientes. Desde la idea de su protagonista a la lucha encarnizada por dos actrices para asumir el rol de la mítica ambición rubia, con Nueva York ejerciendo de protagonista secundario -la oda a Broadway y su particular cosmouniverso está ahí- y en el diseño de producción su gran baza a jugar.
Uno de los grandes temores que podrían apuntarse de entrada es la de ver qué cadena es la que está detrás del asunto. NBC ha acumulado varios sinsabores en la parilla, y sólo algunas excepciones como The Office le ha salvado el share semanal en las últimas temporadas, por lo que el exitoso estreno de su episodio piloto fue recibido con lógica alegría por parte de los principales responsables de la cadena, habituados a ver como sus apuestas más arriesgadas eran forzadas a su retirada de la parilla debido a los discretos resultados que obtenían.
Los entresijos del musical, a fondo
Hay quien ha comparado a Smash, salvando muchísimo las distancias, con series como Studio 60 por su intención nada disimulada de mostrarnos el funcionamiento de la industria -en aquel caso televisiva, aquí teatral- desde sus mismas entrañas. En el caso de Smash lo hace a través de Julia, la letrista y compositora que se decide a lanzar el musical sobre Marilyn, apoyándose en su íntimo amigo Tom, un letrista de éxito en los aledaños de Broadway cuya relación con el director teatral Derek Willis (Jack Davemport) és más que tensa.
Una de las grandes bazas de la serie, además de su cuidada puesta en escena y del mimo con el que se han preparado los números musicales -en el episodio piloto disfrutamos de uno que deja en nada los vistos en la pequeña pantalla los últimos años- es el mimo puesto en su banda sonora. Canciones en su mayor parte originales como The national past time a covers realizados expresamente para el musical como Beatiful (ver trailer), concebido de entrada para un target más adulto que el de Glee.
Por encima de la trama, más allá del homenaje hacia Marilyn y hacia el propio género al que se entrega con devoción, Smash brilla por la comentada aplicación en el diseño de producción y por la experiencia en el género de algunos de sus protagonistas. Megan Hilty y Christian Borle, de hecho, tienen una amplia experiencia en Broadway, evidente desde el primer minuto de producción.