Como formación nacida a mediados de los convulsos años 60, Country Joe & The Fish aunaron un férreo compromiso político con una talentosa capacidad para la experimentación musical. Ni la inestabilidad de la banda ni su corta carrera discográfica impiden que sus primeros trabajos sean recordados hoy como referencia imprescindible de la psicodelia de la Costa Oeste. Por ALBERTO J. PUYALTO
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El grupo se gestó en 1965 como resultado de las vehementes manifestaciones públicas contra la guerra de Vietnam. La escena folk californiana empezaba a implicarse en los movimientos pacifistas y Joseph Allen McDonald, un joven de Washington cuya familia simpatizaba con las corrientes comunistas, se enroló apasionadamente en la causa. Compuso algunas letras y editó una publicación universitaria especialmente agresiva con las políticas gubernamentales. Poco después conoció a Barry Melton, otro joven de marcado activismo político, y ambos decidieron crear la Instant Action Jug Band, formación de sonoridad folk y clara inspiración dylaniana. De entre todas sus composiciones, I-feel-like-I-fixin’-to-dierag fue la pieza más destacada; un alegato anti guerra del Vietnam que conectó perfectamente con el sentir de miles de jóvenes de su generación.
Pero la influencia que la psicodelia y el consumo de alucinógenos ejercían en el panorama musical de San Francisco se tragó a estos dos muchachos de canción protesta. Tras poco tiempo acabaron electrificando su sonido y creando un nuevo grupo con el que explorar las posibilidades que la innovación técnica les ofrecía. Su exitoso tema antibelicista les sirvió para editar un primer álbum bajo un nombre distinto, el cual formaría parte esencial de la contracultura americana: Country Joe & The Fish. La denominación provenía de los apodos que habían asumido sus fundadores, evidenciando su posicionamiento político de izquierdas: Country Joe era un modo con el que los americanos se referían a menudo a Stalin y The Fish hacía referencia a una cita de Mao Zedong sobre la revolución comunista.
Así, el compromiso político de los músicos se mantuvo intacto durante esta nueva etapa, pero su lirismo se engalanó con reverberaciones lisérgicas y una chirriante saturación guitarrera. El bajista Bruce Barthol, el teclista y guitarrista David Cohen y el batería Gary “Chicken” Hirst asistieron a los líderes del grupo para dar forma a un sonido original, perturbador en ocasiones, y casi festivo en tantas otras, pero sobretodo influenciado sin rubor por el consumo de los ácidos.
La fórmula se repitió en Electric Music For The Mind And Body, lanzado en abril de 1967 bajo el sello Vanguard, donde las canciones aportaron además una imaginería asociada con las drogas psicodélicas. Si los alucinógenos permitían a los adolescentes alterar su estado natural de conciencia durante aquellos años, la música de Country Joe & The Fish resultaba perfecta como guía para esos periplos. En ella abundaban los pasajes instrumentales, las complejas improvisaciones de órgano y las escalas exóticas, que otorgaban a las canciones una fascinante pincelada oriental. El uso de un fuzz potente y las improvisaciones bluseras de Barton complementaban el carácter particular de las canciones y convertían a la banda en uno de los exponentes más claros del sonido psicodélico que se extendía a ambos lados del Atlántico.
Desde luego, Country Joe & The Fish no tenían nada que envidiara otras bandas hoy consideradas clásicasco mo Jefferson Airplane o The Big Brother & The Holding Company. Compartieron escenario con ellas y actuaron en salas míticas como el Fillmore o el Avalon Ballroom de San Francisco, haciendo gala de su excéntrica puesta en escena.
En realidad, su Electric Music For The Mind And Body es, a mi juicio, el disco que mejor capta el espíritu de la psicodelia que imperaba en esa parte de California, y las 11 pistas que lo componen poseen una riqueza homogénea que resume a la perfección la sonoridad del momento. Los temas oscilan entre el estremecedor blues de Death Sound sobre unos potentes acordes de vibrato, hasta la sinuosa Grace, donde la voz de Country Joe McDonald resuena en la recreación de una atmósfera hipnótica. En la línea de este último tema hallamos también Bass Strings, quizá una de las mejores canciones jamás compuestas sobre el LSD, y en la que el grupo nos invita con misteriosa insistencia a abrir nuestra mente.
Destacable resultaba también la pista instrumental Section 43 como otro ejemplo de la sonoridad psicodélica ya mencionada, así como las alegres tonadas Flying High o Not So Sweet Martha Lorraine, esta última una peculiar canción de “anti-amor», muy al estilo de la banda. Finalmente, debemos mencionar Super bird por ser la pieza de mayor contenido político, y constituir una graciosa sátira contra Lyndon Johnson y sus aventuras en Vietnam.
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Con este segundo álbum el grupo alcanzaría su máxima cota de popularidad, la cual iría menguando a medida que agonizaba la época hippie. El colofón, como es bien sabido, lo pondría Woodstock, festival donde Country Joe & The Fish realizó una de sus últimas interpretaciones, protagonizando momento inolvidables. Sin embargo, el escaso éxito de los siguientes trabajos y una disparidad de preferencias ante nuevos proyectos acabaron disolviendo la banda.
Desde luego Electric Music For The Mind And Body se encuentra entre una de mis LPs preferidos de la década de los 60. La suave voz de Country Joe y la áspera guitarra de “The Fish” Barton nos transportan fácilmente a esa década donde los límites los marcaba la propia conciencia. Una música, todavía inspiradora, que nos sigue guiando con eficacia en ese viaje más allá de los sentidos.
Portada del álbum: